Opinión

¿Es posible ser excepcional?

¿Es posible ser excepcional?

¿Es posible ser excepcional?

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El escritor y periodista estadounidense Haynes Johnson en un libro ya clásico sobre los procesos políticos estadounidenses titulado “The Age of Anxiety” analizaba cómo el miedo asociado a ciertos elementos que generan la sensanción de inseguridad en su país puede ser explotado con propósitos demagógicos, justo como sucedió en la época de la guerra fría con el McCarthismo, en el que el miedo al comunismo en ese país, creo oportunidades para que demagogos como Joseph R. McCarthy pudieran crear falsas acusaciones para obtener y consolidar poder político. El libro fue escrito en 2005 y el autor no tenía forma de predecir que un maestro de maestros demagogo como Trump llegaría al poder poco más de una década después de que escribiera este libro.

Jonhson anotaba en ese lejano 2005, que la sociedad estadounidense había experimentado nuevas formas de McCarthismo desde los ataques del 11S sobre la premisa del terrorismo, entre otras: ensuciando a opositores al poder, impugnando el patriotismo de la crítica, atacando a los medios informativos, al congreso y al poder judicial para generar aquiescencia, filtrando información clasificada selectivamente para demonizar a oponentes, destruir carreras públicas, mancillar la reputación de oficiales militares y manipular a la opinión pública, así como instrumentar operaciones ilegales de espionaje, abusando de las libertades civiles y cubriendo los errores con sigilo de gobierno. La lista, casi una partitura para el desconcierto del (des)director de orquesta Donald seguirá siendo materia de estudio y de preocupación en el futuro, si se piensa en el enorme apoyo electoral que recibió a pesar de su derrota en las elecciones presidenciales de noviembre pasado.

Las consecuenicias fueron muy claras entonces, y también lo son ahora. Probablemente una de las mayores virtudes del sistema democrático estadounidense es que con todas sus fallas tiene la capacidad para mirarse al espejo y cuestionar el rostro de sus problemas. Lo que parece más claro de momento es que las soluciones a sus problemas internos le va a llevar a ese país mucho tiempo, esfuerzos y perseverancia, más allá de la voluntad política del nuevo residente de la Casa Blanca. El triunfo electoral de Biden y su promesa de andar todo lo desandado por su antecesor se encuentra en una encrucijada por decirlo de alguna manera. También parece claro que el planteamiento del American dream es cada vez menos una propuesta de modelo a la que pueda aspirar el mundo (o que le quiera imponer).

Ishaan Tharoor y Ruby Mellen en su más reciente colaboración para el diario The Washington Post se preguntan sobre los límites a la idea del excepcionalismo estadounidense en la época de Biden. Se responden que a partir de los disturbios en el Capitolio del 6 de enero de 2021, puede pensarse en el fin del camino para dicha concepción. Por un lado, los sucesos subrayaron los límites de la imaginación política; pasó algo que solamente era concebible que sucediera en otro pais. Por el otro lado, la insurrección dio pie a la burla o la lástima en otras partes del mundo, respecto de la democracia norteamericana: de ser el ejemplo global pasó al sitio de una triste historia. (“The limits of Biden´s American exceptionalism”, The Washington Post, 15marzo2021, www.washington post.com)

A pesar de ello, los autores notan que el titular del nuevo gobierno estadounidense se rehusa a abandonar la noción del carácter excepcional de su nación. Probablemente la manera más evidente es la utilización en sus discursos del planteamiento de que Estados Unidos está de regreso. Y si bien sostienen que no se trata de mero triunfalismo del presidente, pues en realidad está convencido de la autenticidad de los valores y las ideas liberales estadounidenses, la idea de la excepcionalidad ha perdido vigor fuera y dentro del país. Las razones para explicarlo son complejas pero sencillas de enumerar, y van más allá de la mera coyuntura trumpista, ya que tienen que ver con la creciente desigualdad de la sociedad estadounidense, las importantes deficiencias en el sistema de salud, evidenciadas durante la pandemia, y en general del acceso equitativo para todos sus ciudadanos a necesidades humanas básicas. En otras columnas nos hemos referido al fenómeno de las crisis paralelas con el surgimiento y propagación de la Covid19 que ha golpeado severamente a ese país, y también hemos anotado que en comparación con otros países desarrollados, la sociedad estadounidense es menos justa y equitativa en varios planos.

Para Scott Warren de la organización “Generation Citizens”, citado por Tharoor y Mellen, el concepto de la excepcionalidad no es cierto, pero más importante que ello es que el país puede y debe aprender de otras democracias en el mundo. El debate tiene mucho fondo y es sin duda complejo. La solución a sus problemas corresponde a la sociedad norteamericana, pero la reflexión puede ser compartida y materia de diálogo con los demás sobre la base de lo que apunta Warren.

Guillermo Puente Ordorica

gpuenteo@hotmail.com