Opinión

Es un hecho... todos procrastinamos

Es un hecho... todos procrastinamos

Es un hecho... todos procrastinamos

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Hasta la palabra cuesta trabajo. Seguro la hemos escuchado en algún lado, creemos que la entendemos, incluso la sacamos en alguna sobremesa intelectualoide y sentimos que la aplicamos de forma correcta. Pero, ¿Qué es la procrastinación?

Seguro lo podemos definir mejor si empezamos por citar ejemplos cercanos a la vida de todos. Las fechas de revisión de la tesis con la cual obtengo mi grado académico, el informe mensual de ventas que tengo todo el mes para entregarle a mi jefe, juntar y sumar todos los gastos de mi última cirugía para meterlos al seguro de gastos médicos, seleccionar, imprimir y ordenar las fotos que quiero para hacer los álbumes de cada miembro de la familia, hacer el trámite para renovar mi visa vencida, y bueno, hasta cambiar la dirección de mi credencial para votar. Todos estos eventos tienen en común los siguientes elementos: un trabajo largo, tedioso y que va a llevar mucho tiempo, una fecha de entrega relativamente lejana, en la mayoría del tiempo no tengo a un vigilante que este dando santo y seña de mis avances, me tengo que organizar yo; y algo importante, definitivamente no son disfrutables.

Ahora creo que si podemos definir la procrastinación. Es ese proceso en el cual damos largas y largas a las tareas hasta que ya no tenemos más remedio que cumplir con una obligación. Podemos separar al fenómeno de la procrastinación en tres eventos diferentes:

La gratificación inmediata: todos los seres humanos estamos programados para preferir las actividades placenteras por encima de las que nos cuestan trabajo y requieren de un esfuerzo para hacerse. Es por esto que el inicio de la procrastinación lleva forzosamente la fase donde elijo un distractor más emocionante a la tediosa sesión de organizar y calendarizar mis esfuerzos para culminar mi meta, siempre vamos a encontrar algo que nos llame más la atención que a estar listos para producir.

Culpa: es la queja constante y más desgastante del procrastinador, es la que lo hace buscar atención. La sensación imperiosa, la voz interna, que, aunque esté en medio de una sesión muy placentera, siempre me recuerda que hay otra cosa que debería de estar haciendo, que estoy perdiendo mi tiempo, y que si fuera una persona madura y organizada, yo estaría en este momento haciendo una actividad que me va a remunerar beneficios.

La fase de emergencia previa a la fecha de entrega o como comúnmente lo ensalzan los procrastinadores: “Yo sólo soy bueno, y soy muy bueno, para trabajar bajo presión”. Ese cruel momento donde ya no me queda más remedio que dedicarme con alma, vida y corazón al trabajo que ya se volvió urgente y que exige que cambie todas las rutinas de mi vida para hacer un sacrificio máximo, no comer, desvelarme, usar estimulantes para espantar el sueño, gastar en amigos que me hagan partes del trabajo, para por fin, y en el último minuto entregar lo pendiente… o penosamente, ante el fracaso ya evidente, doblar mis manos y pedir una vergonzosa extensión del plazo.

Investigación de este siglo han demostrado que el principal problema de la procrastinación, no es un problema de organización de tiempo, sino, contra lo que podríamos pensar, un problema de manejo de las emociones. Realizaron una serie de experimentos donde los resultados fueron diametralmente diferentes en la realización de tares obligatorias cuando se preparaban a los pacientes con situaciones placenteras y luego se les daba paso a la tarea pendiente, contra el grupo que venía de exposición a estímulos tristes y que su desempeño en la prueba posterior era inferior. Incluso, demostraron la relación inversa, cuando una persona mejoraba un punto en las escalas de procrastinación, mejoraban un 63% su calidad de vida, sus emociones y hasta su estado de salud.

Si definitivamente con las herramientas de la terapia cognitivo conductual y de organización efectiva del tiempo no podemos cambiar el destino de mis pendientes, tengo la obligación de comentar que estos fenómenos ocurren más en sujetos que son portadores de un trastorno por déficit de atención no tratado, o el lado contrario del espectro, un rasgo obsesivo de la personalidad, que lo hace demasiado perfeccionista. Por lo tanto, si no lo logran, no procrastinen y vayan a evaluarse.