Opinión

Espejismos de la nueva normalidad

Espejismos de la nueva normalidad

Espejismos de la nueva normalidad

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La esperanza de aprovechar la crisis causada por la pandemia COVID-19 parecen desvanecerse lentamente con el retorno a la pretendida nueva normalidad.

Lo que inició como una propagación focalizada del virus entre sectores de altos ingresos y en ciertos puntos del planeta, se ha extendido aceleradamente al resto de las capas de las sociedades haciendo evidente, es cierto, el poder igualador del virus respecto de sus efectos en la salud, independientemente de la clase social, pero también subrayando las condiciones de desigualdad, injustica social y precariedad de la salud pública, mientras más abajo se está en la pirámide social en el orbe y en el interior de los países.

Las diferencias políticas han tendido a la disfuncionalidad catapultadas por las estrategias implementadas para contener la pandemia, pero ahondadas por sus consecuencias en los sistemas políticos, económicos y sociales. En lo económico, las cifras de contracción de las actividades productivas y de pérdida de empleos son preocupantes.

Los pronósticos de especialistas y agencias especializadas advierten de caídas monumentales, a grado tal que solamente quedaría esperar que estén errados (como en el chiste chiste que se cuenta en ese medio especializado que de las últimas dos crisis de la economía internacional han previsto diez).

En lo social, los efectos negativos en la educación, la salud y la seguridad, son de amplia magnitud, lo cual sumado a la pérdida masiva de empleos, amplios sectores de las sociedades se han quedado instalados en la frustración y la incertidumbre, particularmente los más desfavorecidos.

Tomada en su conjunto, la situación prevaleciente deja en claro dos cosas: el evidente agotamiento de un modelo de crecimiento económico que en las últimas décadas ha acrecentado los privilegios y cancelado las oportunidades de desarrollo para numerosas personas y sociedades, y que la emergencia sanitaria ha abierto un compás de acción en el que se debaten fuerzas contradictorias: las que buscan una especie de continuismo, consistente en retomar lo que se había venido haciendo con correctivos para intentar hacerlo mejor —la globalización económica estaría pasando por una crisis de desaceleración (slowbalization)— frente a las fuerzas que buscan un cambio de fondo en las estructuras prevalecientes para impulsar otro tipo de desarrollo.

El punto de convergencia entre ambas es difícil de encontrar, si acaso existe, pero los problemas a abordar son evidentes: la desigualdad económica y social, la pobreza, el medio ambiente, la extensión de los conflictos internacionales, la migración, la seguridad, la vigencia de la democracia, etc. De esta pugna, surgirán los fundamentos de una posible nueva idea de relaciones políticas, económicas y sociales, a condición de trabajar sobre ciertas premisas para encontrar soluciones viables.

El problema radica en que siendo fuerzas contradictorias, parecen poco dispuestas a concederse la más mínima razón, y justo en ello reside la preocupación sobre la ausencia de solidaridad para encarar las numerosas problemáticas del sistema internacional.

Y qué decir de la necesidad de construir unas relaciones sociales más equitativas por encima del racismo y la discriminación, los cuales son fenómenos que en su propia naturaleza también contribuyen a mantener una situación de privilegios y de injusticia social. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, sostiene que “ninguno de nosotros puede predecir lo que vendrá posteriormente.

Estamos en medio de la niebla”, por lo que propone “replantearnos la forma en que las naciones cooperan”. Identifica que en el trasfondo está la disfuncionalidad de las relaciones entre los principales actores del sistema internacional. Percibe la existencia de dos potencias nucleares (Rusia y EU) y dos potencias económicas (EU y China) para ilustrar dicha disfuncionalidad que menoscaba la cooperación internacional: “si hay relaciones que son muy disfuncionales hoy en día, son exactamente esas relaciones y obviamente vemos las implicaciones de eso en un momento en que necesitamos movilizar al mundo entero para derrotar la COVID-19, derrotar el cambio climático, para poner orden en el ciberespacio y para garantizar que la proliferación nuclear no represente un nuevo riesgo evitable”. (Intervención con motivo del 75 aniversario de la Carta de la ONU, 26junio2020, www. news.un.org)

Las consecuencias de lo que hagamos o dejemos de hacer se verán en el largo plazo, pero en el corto, el regreso a la realidad bajo una supuesta nueva normalidad no debía a acabar en meras ilusiones.

gpuenteo@hotmail.com