Metrópoli

Familiares hacen el trabajo de la PGJ para hallar a Pamela, desaparecida hace dos años

La joven asistió a un festival de música en el Ajusco; ya no regresó a casa. La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, está enterada del caso; aun así, no hay avances en las investigaciones

La joven asistió a un festival de música en el Ajusco; ya no regresó a casa. La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, está enterada del caso; aun así, no hay avances en las investigaciones

Familiares hacen el trabajo de la PGJ para hallar a Pamela, desaparecida hace dos años

Familiares hacen el trabajo de la PGJ para hallar a Pamela, desaparecida hace dos años

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Veinte mujeres desaparecen a diario en la Ciudad de México. Pamela Gallardo, de tan sólo 23 años, es uno de esos tantos casos.

El de Pamela es uno de los rostros que aparecen en carteles de búsqueda por las calles de la CDMX; la joven, es una de las tantas hijas y hermanas que han sido arrebatadas a sus familiares de un día para otro.

A casi dos años de su desaparición: 5 de noviembre de 2017, lo único que prevalece es la impunidad, la ineficacia y la incompetencia con que las autoridades capitalinas han llevado una insuficiente investigación, llena de espacios en blanco y preguntas que al día de hoy continúan sin respuesta.

Mientras, su familia, de la Gustavo A. Madero, y amigos han sido quienes han aportado los mayores indicios del caso. Han encontrado pistas y conseguido aportaciones para esclarecer el caso, y para ello han recorrido la zona del Ajusco y las calles de sus alrededores en busca de piezas que los ayuden a resolver el rompecabezas de la desaparición de Pamela.

María del Carmen, madre de Pamela, cuenta a Crónica cómo, junto a sus hijos, ha  investigado esta desaparición, al mismo tiempo que lamenta la displicencia de las autoridades, puesto que “somos quienes hemos hecho la búsqueda de Pame” e incluso la gente muchas veces les ha ayudado económicamente para continuar la búsqueda.

Desde aquel noviembre están al pendiente de cualquier llamado, y más si es de alguna autoridad, que lo ven difícil, puesto que están detenidas las pesquisas.

“Llegaban mis hijos a las dos o tres de la mañana y se ponían enfrente de la puerta, porque sabían que me les iba a escapar para  venirme a caminar a la Merced o a Tlalpan a las dos o tres de la mañana”, narra la señora.

“Les decía ‘llévame hijo, ándale, no seas malo’. Y me decían: ‘Mamá, entiende; no podemos estar yendo constante, nos pueden agredir’, pero sólo les decía ‘bueno, sí’ y luego me iba”, agrega María con voz entrecortada, mientras sostiene con fuerza la foto de su hija.

“El problema es que no tienen protocolos, no las buscan vivas, no las buscan muertas, no tienen protocolo de seguridad para las víctimas, para testigos, ni tienen manera para erradicar el problema, está sobrepasado por la delincuencia y por la violencia”, añade decepcionada.

Esteban, el hermano  mayor de Pamela, recuerda que a partir de la desaparición de su hermana, él y su familia han recorrido y recreado los pasos que la joven pudo haber seguido. Gracias a ello, dice, entregaron a las autoridades el número de las cámaras y los videos del trayecto que pudo haber seguido la joven desaparecida.

“Recuerdo que durante la primera semana de su desaparición estuve sin dormir, buscando las cámaras, revisando los videos y recorriendo el bosque, preguntando en los pequeños restaurantes y ejidos si alguien la había visto y gracias a ello, y aunque las autoridades no quieran reconocerlo, supimos que en la zona en la que desapareció Pame existen muchos puntos rojos”, menciona Esteban.

Sin embargo, pese a todos los esfuerzos de la familia, el caso de Pamela está pausado. Los días y los meses corren, por lo que María le exige a Claudia Sheinbaum, quien al momento de la desaparición era delegada de Tlalpan, “dé la cara”….

Dice que es tiempo para que tome cartas en el caso y ayude a encontrar a su hija.

“¿Qué ha hecho el gobierno en ocho meses? Sólo violentarme como madre, en ocho meses de no trabajar, de no buscar a Pamela, de no ser una mujer con palabra”, señala.

La madre alza la voz y comenta: “Al gobierno no le debo más que tristeza y dolor, porque no me ha devuelto lo que la delincuencia organizada me ha robado. No podemos pensar que esto lo ha permitido el gobierno, el sistema, por no ejecutar lo que le corresponde”.

“Las madres ya no estamos dispuestas a seguir permitiendo que nos las roben, no cabrían en el Zócalo las fotos de nuestros hijos desaparecidos; no podemos seguir permitiendo que no nos las entreguen y nosotros ¿a dónde más las buscamos?”.

“A la muerte no le temo, yo ya no le temo a nada, ya viví lo que tenía que vivir, ya fui madre; nunca fui abuela, pero le doy gracias a Dios que soy una madre con los hijos más amorosos que pude haber tenido y  hoy pido justicia por la que me robaron y hasta el día en que yo me muera la voy a seguir buscando, con fe, con esperanza, con amor”, señala.

La incertidumbre es la que mata poco a poco a la familia, porque María dice: “No sabes si vive, si la violentan todos los días, si realmente duerme, si la violan, si usan su cuerpo o si ya me la tiraron”. Y deja una pregunta en el aire: ¿Qué se ha hecho de Pamela?

LA DESAPARICIÓN. Pamela Gallardo acababa de cumplir 23 años, el 5 de noviembre. Un día como cualquier otro, salió de casa rumbo al festival musical que con tanta emoción desde meses atrás esperaba.

Asistir al Soul Tech Festival se le había vuelto una costumbre casi inquebrantable que había seguido por dos años consecutivos. Aquella tarde se despidió de su madre con un beso, como tantas otras veces lo había hecho, sin saber que ésta sería la última vez que lo haría.