Opinión

Gabriel Zaid: Problemas de una cultura matriotera (segunda y última parte)

Gabriel Zaid: Problemas de una cultura matriotera (segunda y última parte)

Gabriel Zaid: Problemas de una cultura matriotera (segunda y última parte)

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Revisamos en la primera entrega de este artículo los argumentos que expuso Gabriel Zaid en un célebre ensayo de 1975, sobre la manera en la que explicamos la identidad de lo mexicano a partir de una suerte de orfandad auto infringida: la ausencia de padre, la negación o el desprecio por esa otra tradición que nos conforma: la hispánica. A grado tal que 2021 hay quienes exigen que España nos pida perdón por la Conquista.

En esta segunda entrega nos detendremos a revisar en qué consiste, de acuerdo a Zaid, esa otra herencia de la que renegamos: “No somos hijos de España –escribe– sino del Siglo de Oro, que es distinto”.

“Cómo vamos a conceder que cualquier abarrotero por haber nacido en España, sea el padre de los mexicanos? Pero eso hacemos cada vez que frente a ´su´ Cortés sacamos a ´nuestro´ Cuauhtémoc. (…) Alfonso Reyes fue más dueño del Siglo de Oro que millones de españoles. Así como muchos antropólogos extranjeros son más dueños de la cultura indígena que millones de mexicanos”.

¿Podemos ver a Reyes “como un conquistador cuando se apropia a Góngora, a Goethe o a Mallarmé”? Se pregunta Zaid, y considera además que en sus tentaciones y traumas postcoloniales Occidente no ha podido ayudarnos a resolver los problemas de nuestra cultura matriotera: “Los europeos no pueden ayudarnos porque no se han curado de sus propios complejos de papás, buenos o malos. Pero nosotros les hacemos el juego con nuestras dependencias sumisas o rebeldes. ¿Cómo es posible que ¡a estas horas!, haya quien saque a relucir, por ejemplo, a propósito de un mal servicio municipal, los vicios que ´nos´ trajeron los españoles?

“Ya es hora de ser hijos de nuestras propias obras. Rechazar la paternidad a estas alturas es rechazarnos a nosotros mismos, no asumir nuestra historia, no hacernos cargo de ella”.

“En la banca del crédito literario internacional, Alfonso Reyes fue uno de los primeros en lograr algo semejante (a una reivindicación de nuestro singular aporte mexicano a lo universal). Su sentido de la paternidad le permitió sentirse heredero y legador, un igual frente a los europeos como se sintieron nuestros grandes criollos".

Para los mexicanos “el sello de una cultura matriotera se convierte (…) en un sentimiento de vivir en deuda, (...) en una X en la frente”.

Para dejar atrás a los fantasmas de la cultura matriotera, el sentimiento de ser los conquistados, los aplastados, los hijos de la malinche víctimas de una violación y de un despojo a cargo de un padre ausente, “hay que reconciliarse con la madre geográfica. Si la mexicanidad, la autoctonía cultural y el nacionalismo geopolítico, son cuentos importados de la mitología europea (como observó Jorge Cuesta), la tierra, las montañas, los cielos y su interacción con una población arraigada hace siglo, no son cuentos”.

“Es nuestra toda la lengua española. Más nuestra aún (como lo ha señalado José Emilio Pacheco) que para millones de españoles que la aprenden como una segunda lengua, después del catalán, el vasco, el gallego, etcétera. (…) No hay más que leer la Carta a Sor Filotea de Sor Juana para ver desde cuándo en este país hay quien domina la lengua española como suya, con libertad, humor, inteligencia, y sin el menor rasgo de vasallaje”.

“Tenemos que reconciliarnos con la madre geográfica: esta tierra, y con el padre cultural: el Siglo de Oro español”.

Tenemos también que dejar atrás a los “hispanófilos” que le conceden total superioridad a su español por el simple hecho de haber nacido en España . A los “autoctonistas”, que se la pasan buscando “la superioridad de Fulano español sobre Fulano mexicano”.

“No somos hijos de los españoles actuales, de los griegos actuales, de los romanos actuales, etc.: pero tampoco somos ´niños divinos´ nacidos directamente de Dios Padre. Somos descendientes y responsables de la cultura occidental, como los demás”.

“Nuestra lengua no llegó el domingo pasado por Iberia dejándonos en deuda con los españoles. A los españoles a quienes les debemos algo es a los del siglo XVI. Los mexicanos del siglo XX somos tan herederos y tan responsables de esa herencia como los españoles, cubanos o chilenos del siglo XX. Cervantes no es nuestros porque aspiró a la gubernatura de Chiapas y pudo haber venido: es nuestro porque en esta tierra llevamos cuatrocientos años de leerlo en español”:

“Tampoco podemos desconocer que nuestra tierra es nuestra tierra, con su ecología biológica y humana, lo cual incluye las poblaciones prehispánicas, sobre todo si su sangre y sus mitos no han desaparecido”.

“Colectivamente, somos hijos de nuestras propias obras y (…) esa obras nos entroncan con toda herencia cultural, particularmente la occidental, y en especial la de lengua española”.

Regreso al siglo XXI. Un cuarto de siglo después de aquel ensayo de Zaid: ¿Necesitamos que nos pidan perdón?