Opinión

Gasolina: 1938, 2019

Gasolina: 1938, 2019

Gasolina: 1938, 2019

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

"Recuérdese cómo unos cuantos días después de la expropiación, la situación era bastante difícil porque habíanse marchado de México los técnicos; porque no teníamos carros-tanque suficientes para el transporte de petróleo; porque no teníamos barcos para llevar el combustible al país. Recuérdese también que se dijo que no obstante tamañas dificultades y que fue menester ascender a generales a sargentos; que fue necesario mover los carros-tanque, gracias a la operación entusiasta del personal ferrocarrilero, con la mayor celeridad posible; y que no obstante todo esto hubo gasolina, diesel oil y petróleo crudo en todo el país.

Fue en esfuerzo heróico de parte de esos sargentos ascendidos a generales de división, de los empleados de los Ferrocarriles Nacionales, de todos los que con pasión fervorosa se afanaron a sacar a flote la industria petrolera que en forma inesperada, de manera repentina, había pasado a manos de los mexicanos”.

La cita es de la crónica de Jesús Silva Herzog sobre la expropiación petrolera de 1938, que ofreció como conferencias en El Colegio Nacional en 1952 y que fueron recogidas años después por el Fondo de Cultural Económica en un volumen de 1981.

“Días más tarde, el 12 de abril, hubo una manifestación de mujeres frente al Palacio de Bellas Artes. Millares de mujeres de todas las clases sociales, desde las más humildes hasta las más aristocratizantes fueron a entregar su cooperación para pagar la deuda petrolera.

Algunas entregaron joyas valiosas y otros objetos de valor escaso. Actos conmovedores que dan una idea de lo que en momentos difíciles somos capaz de realizar los mexicanos”.

Una de las fotografías emblemáticas de aquella escena nos muestra a la joven Amalia Solorzano de Cárdenas, primera dama del país, al otro lado de la mesa dispuesta en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes, encabezando la recepción de las donaciones de las miles de mujeres que –según nos recuerda Silva Herzog– llevaron de todo para participar de la colecta. Hoy día, el nieto de Amalia es el coordinador de asesores del presidente de la República.

Continúa Silva Herzog:

“El 19 de marzo se habían ido todos los técnicos, todos los directores de las empresas, no había un solo barco-tanque en puertos mexicanos; antes del 19 de marzo habían cruzado la frontera todos los carros-tanque alquilados y de propiedad de las empresas. ¿Qué hacer? Realmente el problema se presentaba pavoroso. Los técnicos se improvisaron; a los sargentos se les hizo coroneles o generales de división. Recuerdo un caso concreto que no fue el único: el señor Federico Aznar, repartidor de gasolina en la ciudad de México, líder de prestigio en la refinería de Azcapotzalco, fue designado superintendente de esa refinería, y desempeñó con eficacia su encargo”.

“No había barcos: ¿qué hacer para distribuir gasolina en el país? Compramos un viejo barco cubano con capacidad para seis mil barriles y lo bautizamos con el nombre Cuauhtémoc. Había otro barco, el San Ricardo, en reparación en Mobile, Alabama; se le trajo después de largo litigio, se abanderó con nuestra insignia y se puso 18 de marzo”.

Los paralelismos en la historia sirven, pero siempre hay que deslindar y matizar para no abusar del pasado.

En 1938 se trataba de recuperar la soberanía petrolera, frente a los abusos de las compañías extranjeras; en 2019 se intenta recuperar la propiedad de la gasolina, secuestrada en cantidades abrumadoras por los operadores del huachicol.

En el 38 el enemigo a vencer era el boicot internacional promovido por las potencias extranjeras, y el reto demandaba sobreponerse con ingenio y voluntad a las limitaciones de una infraestructura de transportación del combustible  de por sí débil y aún más diezmada por los desplantes de los dueños de las compañías expropiadas.

En el 2019 el enemigo, ahora lo sabemos, se encuentra fuera y dentro de PEMEX. No son extranjeros, ni potencias imperiales extranjeras, sino mexicanos que, o bien forman parte del crimen organizado, o bien participan de la corrupción desde puestos de diverso nivel dentro de ese monstruo, al que la reciente reforma energética apenas tocó, llamado PEMEX. Un tercer actor de este desfalco es aún más difícil de definir y casi nadie lo menciona: los mexicanos que venden o compran gasolina del huachicol para su uso cotidiano, los compradores pirata.

En 1938, nos recuerda Silva Herzog, el ejército mexicano jugó un papel fundamental para enfrentar la crisis de distribución; en el 2019 también. Las fuerzas armadas que han tomado control de las refinerías y los principales centros de distribución en el país tienen una responsabilidad enorme en estos días de incertidumbre. Tenemos que reconocer y ponderar esta lealtad histórica.

En 1938: las largas filas de mujeres donantes a las puertas del Palacio de Bellas Artes. En 2019: las hileras kilométricas de mexicanos en las estaciones de gasolina. Aquellas, las donantes del 38, lo hacían por voluntad propia y su gesto en todo caso era un reflejo de los altos niveles de popularidad del presidente Cárdenas.

Los que han hecho filas enormes para alimentar a sus automóviles en estos días, no lo hacen por voluntad propia, y entre ellos hay millones de mexicanos que no votaron por el presidente López Obrador, lo que no hace sino alimentar su descontento.

Todo parece indicar que no se calcularon con precisión los efectos que tendría la estrategia frontal de terminar con el huachicol, pero no hay duda que es un mal al que hay que ponerle remedio. Todo parece indicar que la estrategia de comunicación del gobierno falló y que de manera tardía, y con una aproximación más bien fuera de foco y oportunista, se ha invocado al fantasma del general Cárdenas para paliar la situación.

Hay una resistencia ideológica y una fobia política predecible en aquellas voces que más se quejan por la crisis de la gasolina que vivimos, como también hay una respuesta fanatizada, clasista, miope y saturada de rencor social en las huestes obradoristas que increpan a los quejosos y los tachan de fifis, de desleales y de comodinos. Sólo con una enorme ceguera ideológica podría pensarse que los únicos afectados por esta situación son los “ricos” y los fresas” que no quieren dejar sus coches de lujo y treparse al metro. Al contrario, es precisamente la clase media alta la que mejor puede librar esta situación.

Son los millones de mexicanos que dependen de sus automóviles para organizarse la vida, los que tienen que desplazarse en recorridos larguísimos para llevar a sus hijos a la escuela o trasladarse a sus centros de trabajo, lo que pagan los platos rotos de este descontrol.

@edbermejo

edgardobermejo@yahoo.com.mx