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Gigantes y contaminantes: Los cruceros amenazan a las ciudades

Hartos. El 8 de junio, miles de habitantes de la pequeña Venecia salieron a las calles —y canales— para exigir que se prohíba la entrada de barcos de turismo masivo, después de que la semana anterior uno chocara con otro navío en el gran Canal de la Giudecca

Hartos. El 8 de junio, miles de habitantes de la pequeña Venecia salieron a las calles —y canales— para exigir que se prohíba la entrada de barcos de turismo masivo, después de que la semana anterior uno chocara con otro navío en el gran Canal de la Giudecca

Gigantes y contaminantes: Los cruceros amenazan a las ciudades

Gigantes y contaminantes: Los cruceros amenazan a las ciudades

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Y fue la gota que colmó el vaso. Seis días después, el 8 de junio, miles de personas salieron a las calles de Venecia, armadas con pancartas, banderas, globos y gritos, para exigir freno a la invasión de los cruceros. La plataforma organizadora, “No Grandi Navi” (No grandes navíos), pide que, directamente, se prohíba la entrada de cruceros a sus canales.

Y no es para menos. La ciudad italiana ha visto como a lo largo de las últimas décadas, los visitantes han reemplazado literalmente a sus pobladores originales, algo así como una gentrificación salvaje. Desde la década de 1950, la ciudad ha pasado de tener 180 mil habitantes locales a poco más de 55 mil, una caída descomunal —con reemplazo externo— que supera con creces la muerte de 50 mil personas provocada por la peste entre 1629 y 1631, según reportaba el diario catalán La Vanguardia a finales de mayo.

Con razón, el choque en La Giudecca fue la gota que colmó —o desbordó— el vaso. Venecia se ha vaciado, incluso los hoteles albergan solo el 50 por ciento de los turistas; el resto, usan servicios como Airbnb, lo que ha empeorado la situación para los pocos vecinos que quedan.

La situación es tan grave, que en junio del año pasado la ciudad instaló torniquetes, como en el metro, para poder registrar a los turistas e impedir la entrada cuando se alcanzara cierto número. Esta medida, con buena voluntad, plasmó irónicamente la transformación de Venecia en parque temático. Cada año la ciudad recibe alrededor de 26 millones de turistas, según Paola Mar, asesora de Turismo del ayuntamiento. Esto son 68 mil 500 al día, más que sus 55 mil residentes.

De estos 26 millones, los cruceros solos aportaron en 2017 1.4 millones de personas, o cruceristas. Esta cifra, sin embargo, es el menor de los problemas de la ciudad, que ve como los colosales barcos no solo empañan sus postales y colapsan sus principales canales, sino que contaminan una barbaridad.

“Desde hace un par de años he dejado de tender la ropa en el balcón. Vivo en la Guidecca, mi casa se encuentra enfrente del puerto de Venecia, Y cada mañana, cuando me despierto respiro un aire pesado”, explicaba Sabbina Tuttone, actriz de teatro de 53 años, que participó en la protesta del 8 de junio en declaraciones al diario español El País.

BARCELONA, LA MÁS CONTAMINADA. De forma oportuna y coincidente, el 5 de junio la ONG belga Fundación Europea de Transporte y Medio Ambiente publicó un informe en el que situó a Venecia como la tercera ciudad que más contaminan los cruceros, con 27 mil 520 kilogramos de Ácido de Azufre (SOX) por año.

Venecia no es la primera por la única y exclusiva razón de que no caben más cruceros en sus canales; pero su posición evidencia que el problema no es exclusivo de Italia. De hecho, las dos ciudades más contaminadas por los cruceros en Europa son Barcelona y Palma de Mallorca, en España. La capital catalana recibió 32 mil 838 kg de SOX, por 28 mil 11 de la capital balear.

Por supuesto, el informe sentó mal a la Asociación Internacional de Líneas de Cruceros, que dijo que los datos son mentira y que sus empresas están muy comprometidas con “la sostenibilidad”.

Barcelona y Palma no recibieron con sorpresa los datos del informe. En abril de 2018, organizaciones ecologistas y colectivos vecinales de ambas ciudades se organizaron para protestar contra la llegada a sus puertos del infausto Symphony of the Seas, el crucero más mastodóntico del planeta, con 361 metros de eslora y operado por Royal Caribbean. Los organizadores denunciaron que el crucero “traerá más contaminación y 180 mil cruceristas que se sumarán a la masificación turística que ya sufren las dos ciudades”, según recogía la agencia EFE.

¿LE SIGUE MÉXICO? Barcelona sola recibió 3 millones cerrados de cruceristas en 2018, una cifra que no solo dobla la de Venecia, sino que prácticamente también dobla la de su población, de 1.6 millones de personas. Para establecer una comparativa, México recibió en 2018 7 millones 849 mil visitantes, según datos de la Coordinación General de Puertos y Marina Mercante.

De estos, 4 millones 265 mil llegaron a Cozumel, que es el rey indiscutible de México. Apenas unas 80 mil personas viven en la isla, que tiene extensión suficiente para tolerar la llegada masiva de cruceristas, pero el crecimiento sostenido año con año hace pensar que muy pronto la situación calamitosa que viven ciudades como Venecia o Barcelona puede llegar a replicarse en México. Según el Fideicomiso de Turismo de Los Cabos (Fiturca), en 2018 llegaron 470 mil cruceristas a la zona, donde Cabo San Lucas cuenta con apenas 81 mil habitantes.

Las cifras no son todavía masivas, pero Fiturca prevé un crecimiento del 10 por ciento para Los Cabos en 2019. Esto debería servir de advertencia para los principales puertos mexicanos de turismo de cruceros, incluyendo Puerto Vallarta o Ensenada, para que los gobiernos locales tomen las medidas pertinentes para evitar, en unos años, llegar a las crisis de contaminación y descontento social que viven los grandes puertos europeos.