Metrópoli

Gorditos se guardan del COVID-19 y en casa le entran a la comida chatarra

La obesidad en México, asociada a la comida de bajo valor nutricional y con mucha azúcar, duplicó el riesgo que significa el coronavirus. Los mexicanos se encierran en casa y, ¿a que no saben qué comen alegremente?

Gorditos se guardan del COVID-19 y en casa le entran a la comida chatarra

Gorditos se guardan del COVID-19 y en casa le entran a la comida chatarra

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Se está cerrando el ciclo de obesidad-COVID-obesidad que pone en México en la peculiar condición de luchar contra el efecto mezclado de dos pandemias. La obesidad, diabetes y problemas cardiacos que padecen un número muy alto de mexicanos los hace más vulnerables al coronavirus, lo que obliga a que se guarden en casa hasta que pase la crisis. Y en casa, muchos de ellos están comiendo la comida chatarra y fastfood que los llevó a la gordura.

Los trabajadores de Limpia de la Ciudad de México están realizando cepillados de calles y recogiendo la basura de los citadinos que se quedan en casa. Y de allí, muestran a Crónica, lo que más sale son los empaques de comida chatarra y fast food.

Aislados desde hace más de dos semanas, sus hábitos dejan esta huella en la basura. Un paquete de pollo frito empanizado, con su puré va junto al de pizzas, hamburguesas, envases de pet de los que refrescos endulzados fueron vaciados, todo sale de las mismas casas en las que se espera el paso de la contingencia. Los que no quisieron refrescos, consumieron jugos con alto contenido en azúcares.

Los trabajadores de Limpia han duplicado el número de viajes para la recolección de basura de las 16 alcaldías, informan a Crónica. En efecto, ahora es común verles ir y venir en las calles vacía, uno a unos metros del otro, en cuadrillas ordenadas.

"En estos días hemos visto el aumento en desechos. Nos llevamos cajas de pizzas, envolturas de hamburguesas, mucho plástico, refrescos y agua embotellada. Ahora hacemos hasta cuatro viajes por colonia, cuando antes eran dos en promedio”.

Las calles son prácticamente de ellos, “como un 24 de diciembre", dice Rubén, trabajador de 35 años de edad, que está recogiendo una bolsa gigante de fast Food recién salidita de un hogar.