Opinión

Grosso modo (3)

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Grosso modo (3)

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En plena ebullición mundial en las primeras décadas del siglo XX dado el estallido y consecuencias de la Primera Guerra Mundial, que representó la primera gran fractura del orden europeo, que equivalía al internacional, particularmente con el colapso del zarismo y del surgimiento de la revolución bolchevique, entre otros, en los albores de 1920, el filósofo Bertrand Russell entrevistó a Lenin, cuya personalidad le recordó al controvertido Oliver Cromwell, protector de la mancomunidad inglesa en el siglo XVII. A su muerte, Russell señaló que la pérdida del líder revolucionario empobrecía al mundo ya que era “uno de los hombres realmente grandes producidos por la guerra. Parece probable que nuestra era quedará en la historia como aquella de Lenin y de Einstein — los dos hombres que han logrado en un gran trabajo de síntesis, en una época analítica, uno en el pensamiento, y el otro en la acción.” (Lenin: An impression)  A pesar de esa admiración por el personaje, Russell también escribió un texto sobre la “teoría y práctica del bolchevismo”, en el que se mostró en contra de los bolcheviques, lo cual no sentó nada bien entre los círculos de izquierda en la época. Sin embargo, dicha crítica hizo mella por que se hizo desde un punto de vista izquierdista y no desde la derecha que percibía con horror el proceso revolucionario. A diferencia de las opiniones conservadoras, Russell reconocía el derecho del pueblo ruso a deponer al zar, a repartir las tierras de la nobleza entre los campesinos y dirigir sus propias fábricas. En suma, sostuvo que si bien los bolcheviques perseguían los ideales correctos, no lo era su método y forma para vivir de acuerdo con ellos. La consolidación del estalinismo acabaría demostrando que la crítica era certera.

El pasaje narrado nos sitúa en el enunciado introducido en colaboraciones anteriores respecto de que el mundo de los ideales es el terreno fértil y el campo de acción casi natural de las izquierdas en comparación con el pragmatismo que caracteriza a las derechas, y de los varios caminos posibles a seguir para perseguir los objetivos de igualdad y desarrollo. Las izquierdas, aunque ello no es exclusivo de esa forma de pensamiento y acción política, han estado sujetas a las contradicciones —como otros movimientos políticos a lo largo de la historia— y a las vicisitudes, por decirlo elegantemente, de la lucha por el poder en detrimento de conceptos fundamentales de la doctrina marxista como la lucha de clases. En las sociedades modernas, por ejemplo, las crecientes clases medias no son ni empresariales, ni proletarias y, sin embargo, son muy variadas y poseen un poco de las dos a pesar de ellas. Un mosaico que no hace sino hacer más compleja la ecuación política, económica y social de la realidad frente al mundo de las ideas en su búsqueda de la sociedad perfecta, como sostiene la teoría, de la dictadura del proletariado como una fase de transición de la sociedad democrática al socialismo.  “El hecho de que la revolución asumiese cada vez más los rasgos de una gigantesca victoria electoral, no aclaraba definitivamente el equívoco ínsito en el término mismo de socialismo. Y fue justamente gracias a este equívoco no resuelto que el grueso de las fuerzas socialdemócratas internacionales pudo, si bien  con notables degradaciones y a través de contrastes también ásperos, mantenerse unida hasta la guerra, aun cuando en la izquierda se había producido una revivificación del voluntarismo anárquico y el nacimiento del leninismo y en la derecha no faltaron incursiones hacia el reformismo, tanto que en esta dirección se movió incluso un ala del marxismo alemán con el revisionismo…” (Diccionario de Política, Siglo XXI, 1997, pp. 1494-1495)   La síntesis entre la teoría y la práctica y sus resultados en la realidad, siempre con la carga simbólica que significó el triunfo del bolchevismo, alentaría el internacionalismo de las izquierdas y del socialismo, pero también de fuertes distanciamientos y contradicciones, que serían constatados justamente con la escisión del movimiento socialista como consecuencia de la cristalización de la revolución soviética respecto del comunismo y que se constituirían como dos culturas profundamente distintas y a menudo hostiles. (p. 1507)

Todo este devenir de las izquierdas explicado grosso modo para continuar en siguientes colaboraciones.

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