Hacia una cultura compatible con la ciencia
* Marcelino Cereijido
México tiene el enorme mérito de haber desarrollado una comunidad de investigadores de gran calidad. Prueba: publican sus trabajos en las mejores revistas del mundo. Pero no sólo no tiene ciencia, sino que carece además de una Cultura Compatible Con la Ciencia, abreviemos CCCC, que es distinta de cultura científica (CC). No nos enredemos: si un cuestionario pidiera a la sociedad que ubicara cronológicamente a Einstein, Galileo y Newton y un 90% respondiera Galileo, Newton, Einstein. Y si preguntara con qué asocian “Pasteur” y contestaran: “con el sabio francés que desarrolló los conocimientos sobre microorganismos, enfermedades infecciosas y epidemias”, concluiríamos: México tiene una buena CC. En cambio CCCC es otra cosa. Veamos:
Si les contara a los argentinos que México tiene excelente odontología, allá no van imaginar que todos los mexicanos son dentistas. Habrá 1 o 2 dentistas por cada 100 o 200 habitantes. El resto tiene una CCCon la odontología, pues quien padezca gingivitis, caries o se fracture una muela recurrirá a esos dentistas. Por eso digo que México no tiene una CCCon la Ciencia (CCCC) porque la ciencia es el instrumento humano más avanzado para detectar, estudiar y tratar de resolver problemas, pero México jamás recurre a ella.
Pero no toda restricción perjudica, pues, si se hacen unas restricciones inteligentes, se puede incrementar la potencia de los grados que quedan libres. Si planto una parra debajo de una pérgola de 5 metros de altura, la plantita jamás podrá alcanzarla porque tiene demasiados grados de libertad. Si en cambio voy sujetando la vid a una caña que le restrinja todos sus grados de libertad, salvo el de crecer hacia arriba, va a alcanzar y distribuirse por los travesaños de la pérgola con toda facilidad. (2º) En cambio, las restricciones defectuosas causan monstruosidades: los antiguos chinos torturaban a las niñas restringiéndoles perversamente los grados de libertad de crecimiento de los pies, y obtenían unos horribles muñones llamados “flor de loto”. (3º) La Iglesia católica restringe al sexo femenino monstruosamente: a las monjas no les permite ejercer el sacerdocio, pero sí les deja un grado de libertad para ejercer la servidumbre doméstica. (4º) También restringe al sexo masculino: prohíbe a los varones copular con mujeres, y potencia y provoca la propiedad emergente de romperles a los monaguillos el entusiasmo y la fe. La prueba es que muchos de ellos se neurotizan, se psicotizan y se suicidan. (5º) Restringe mentalmente a la feligresía, provocándole la monstruosidad mental de creer que se trata de un plan divino. (6º) Distorsiona gravemente la mente de los periodistas, transformándolos en analfabetos científicos que, por desconocer estos asuntos, no pueden transformar la información en conocimiento. Sólo informan.
Comentario final. (1º) Detallo muchos de estos tópicos en mi último libro: Evolución de las maneras de interpretar la realidad, Editorial Planeta, en prensa. (2º) He lanzado la campaña “Hacia una cultura compatible con la ciencia”. Pero por ahora sólo tengo dos adeptos: mi agente, Fabiola Bautista, y yo.
Miembro del Consejo Consultivo
de Ciencias