Cultura

“Hay muchas lecturas reductivas sobre el poeta San Juan de la Cruz”: Luis Felipe Fabre

Novela. Escribir sobre San Juan de la Cruz (1542-1591) es un atrevimiento…, pero “era la oportunidad de meterme en un momento del idioma que me fascina: el lenguaje del Siglo de Oro e incluso de un siglo anterior. Me parece un momento en que el idioma está en formación, vivo, muy maleable, añade Luis Felipe Fabre

Novela. Escribir sobre San Juan de la Cruz (1542-1591) es un atrevimiento…, pero “era la oportunidad de meterme en un momento del idioma que me fascina: el lenguaje del Siglo de Oro e incluso de un siglo anterior. Me parece un momento en que el idioma está en formación, vivo, muy maleable, añade Luis Felipe Fabre

“Hay muchas lecturas reductivas sobre el poeta San Juan de la Cruz”: Luis Felipe Fabre

“Hay muchas lecturas reductivas sobre el poeta San Juan de la Cruz”: Luis Felipe Fabre

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El momento en que el cuerpo del poeta San Juan de la Cruz se trasladó de la ciudad de Úbeda a Segovia, España, en el siglo XV, es narrado con ironía por el escritor Luis Felipe Fabre (Ciudad de México, 1974) en la novela Declaración de las canciones oscuras, donde dos ayudantes de un alguacil miran cómo la devoción incluyó cortar pedazos del cuerpo del poeta.

La obra editada por Sexto Piso adentra a los lectores en la figura de dicho fraile carmelita que escribió poesía, encarcelado por proponer una reforma religiosa a favor de una mujer, creador del Cántico espiritual en prisión y quien al fallecer, sus restos fueron reclamados por los carmelitas descalzos de Segovia.

“Escribir sobre San Juan de la Cruz (1542-1591) es un atrevimiento, pero por otra parte me parece que hay muchas lecturas reductivas de este poeta, textos doctrinarios con un lenguaje alegórico o de un tipo de experiencia religiosa pero bastante simplificado, señala Luis Felipe Fabre.

El autor también decidió escribir sobre el patrono de los poetas para recrear el lenguaje del Siglo de Oro, periodo en el que la lengua española aún no contaba con reglas gramaticales definidas.

“Era la oportunidad de meterme en un momento del idioma que me fascina: el lenguaje del Siglo de Oro e incluso de un siglo anterior. Me parece un momento en que el idioma está en formación, vivo, muy maleable. Sin hacer una imitación de eso, quería que tuviera un eco arcaico de esa plasticidad”, explica.

Para realizar la novela, Fabre se preguntó: ¿por qué escribían así de maravilloso en aquellos siglos cuando nació La Celestina, Don Quijote y los versos de Sor Juana Inés de la Cruz?

“Creo que la respuesta es porque el lenguaje me parece que aún no estaba fijado, no había una Real Academia de la Lengua que te dijera cómo se debe escribir, todavía no había reglas fijas de ortografía. Es una parte de la historia de la lengua que es lava antes de ser piedra. Me maravilló”, destaca.

HUMOR Y LÍMITES. El libro inicia en 1952, cuando dos ayudantes y un alguacil llegan al monasterio de Úbeda para trasladar secretamente el cuerpo de fray Juan de la Cruz a Segovia, quien murió un año atrás y quien desde entonces se mantiene en perfecto estado de conservación, a ojos de los devotos, aunque desde la percepción de otros, como los ayudantes, el olor fétido sí existe.

“Mi proposición es el humor. San Juan no tenía sentido del humor pero el otro personaje, Santa Teresa, sí, hacía bromas todo el tiempo, por ejemplo, a San Juan le decía medio fraile porque era alguien muy bajo de estatura, decía irónicamente ‘estos huesitos harán milagros’. Teresa siempre estaba riéndose y nunca podía evitar hacer comentarios sobre la estatura del fraile”, indica.

Esa característica la aprovechó Fabre y la usó para los ayudantes del alguacil.

“¿Cómo me aproximo a Fray Juan de la Cruz si no soy un místico, ni creyente?, Decidí aproximarme desde el cuerpo y la picaresca. Ese humor tiene que ver con lo bajo, con los sirvientes, por eso los elegí como figuras protagónicas, porque no me atrevería a poner palabras en la boca de Juan de la Cruz”, destaca.

El autor no quiso hacer una mirada aérea de San Juan de la Cruz, sino describirlo desde lo terrenal, explica.

“Hay un dibujo de un Cristo que pintó San Juan de la Cruz donde se ve una mirada en éxtasis y que luego Salvador Dalí lo copió. Cuando uno lee a San Juan siente esa mirada aérea: Buscando mis amores / iré por esos montes y riberas; / ni cogeré las flores, / ni temeré las fieras, / y pasaré los fuertes y fronteras… Nos da en sus versos la imagen de que él está volando”, indica.

En Declaración de las canciones oscuras, Fabre describe al poeta desde la tierra. “Lo veo volar con la mirada picaresca que es más humana y popular. Me parecía un ángulo interesante para mirarlo y además, es la mirada del sexo, las bajas pasiones, de lo carnavalesco y de la risa”.

— ¿Hasta dónde detener la devoción? Al fraile le cortan los dedos…

— Toda aventura corporal es también una aventura espiritual, ¿dónde empieza una y donde termina otra? No lo sé.

— El olor es un elemento irónico en la novela…

— Me interesa la experiencia de lo abyecto, ¿qué nos parece abyecto y qué no? Fuera de la experiencia amorosa y sexual muchas cosas nos parecerían asquerosas, por ejemplo, equivocarme de vaso y beber de otro que no es el mío, pero ¿de qué me escandalizo? ¿en dónde han estado esa misma lengua y labios?.

“Esos límites son inestables porque la buena experiencia sexual nos hace bajarlos y permitirnos una experiencia corporal más plena. En San Juan de la Cruz, el olor permitía a la gente experimentar su propio deseo, la liberación de sus límites  y qué es experiencia mística sino la suspensión de los límites: la desaparición del yo”, responde.