Opinión

Ho tornarem a fer… y se volverán a estrellar

Ho tornarem a fer… y se volverán a estrellar

Ho tornarem a fer… y se volverán a estrellar

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La frase que resume hoy en día el sentimiento del movimiento independentista catalán la pronunció hace unos meses uno de los líderes independentistas que ayer fueron condenados por el Tribunal Supremo español, por haber promovido un fallido proceso unilateral de independencia en Cataluña, en octubre de 2017.

La dijo en su alegato final de defensa Jordi Cuixart, presidente de la asociación civil Òmnium Cultural: “Lo volveremos a hacer” (Ho tornarem a fer, como de inmediato tradujeron al catalán esos dos millones de personas que votaron independizarse de España).

Ayer, tras ser condenados Cuixart y ocho de sus compañeros a penas de entre nueve y 13 años de cárcel por sedición (y no a 25 años por rebelión, al considerar los jueces que no se levantaron en armas), se volvió a oír en Barcelona aquello de Ho tornarem a fer. Pero volverán a hacer qué: ¿Encargarles a otros que monten un nuevo referéndum de autodeterminación, a sabiendas de que es ilegal y que acabarán con ellos en la cárcel? ¿Presionar con un llamado general a la ­desobediencia civil para que Madrid se siente a negociar? ¿Darse un tiro en el pie con huelgas salvajes que ahuyentarán de Cataluña a turistas y empresas?

La ira que ayer vimos en esos miles de catalanes que tomaron por asalto el aeropuerto de Barcelona es comprensible, pero no debería ir dirigida contra el gobierno español o contra los jueces del Tribunal Supremo, sino que debería ir, precisamente, contra esos líderes independentistas que hoy duermen en celdas, por haberles ilusionado con el inminente nacimiento de la República Catalana, bendecida por Europa y el mundo y “tan próspera como Suiza”. Todo era una farsa, un engaño tan monumental como la frustración que sienten ahora. Cataluña no es una colonia, ni está siendo saqueada por Madrid ni es territorio palestino ocupado, ni desde luego tiene derecho a la autodeterminación, como tampoco lo tienen, por poner un ejemplo, Nuevo León o Yucatán. Aunque les pese, lo que tienen los catalanes es una región próspera e integrada en un estado de derecho que permite —como no podía ser de otra ­manera— que existan partidos independentistas (o populistas o de extrema derecha) y que permite el derecho a manifestarse y el derecho al pataleo, como vimos ayer.

Si se sienten traicionados por la Unión Europea o por los “hermanos latinoamericanos”, no es porque éstos menosprecien sus legítimos sentimientos separatistas, es porque no ven esa brutal represión a la lengua catalana, a sus costumbres y a su pujanza económica. Lo que sí ven, por el contrario, es que, si hubieran apoyado romper la legalidad en España, estarían abriendo la puerta a eventuales procesos de independencia, por ejemplo del rico norte de Italia o, por qué no, de los indígenas que reclaman la soberanía de sus tierras.

¿Hay que descartar, por tanto, cualquier esperanza para los independentistas catalanes? En absoluto. Todo es negociable, incluso la Constitución Española, pero, por favor, con sentido común y paciencia, sin gente hiperventilada y con tendencia a la fantasía, y sobre todo, respetando que la mitad de los catalanes no quieren dejar de ser españoles.

Háganlo pues, pero por las buenas, de lo contrario, se volverán a estrellar contra la realidad, como la mosca contra el cristal.

fransink@outlook.com