Opinión

Hong Kong, la victoria del pueblo

Hong Kong, la victoria del pueblo

Hong Kong, la victoria del pueblo

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Este sábado vimos a una mandataria hacer algo casi impensado en nuestros días. Carrie Lam, jefa de Gobierno de la región autónoma china de Hong Kong, aceptó que se estaba equivocando, lamentó haber generado una crisis, pidió disculpas, aseguró escuchar y aceptar las críticas y suspendió, aunque no retiró del todo, el proyecto de ley de extradición que enfureció a la población. La citada ley permitiría a las autoridades hongkonesas extraditar a China a los culpables de ciertos delitos, algo que se ha percibido —y con razón— como un ataque a la autonomía de la región, que hasta 1999 era territorio de Reino Unido.

Hong Kong vio desde la pasada semana manifestaciones excepcionales, multitudinarias y en algunos momentos violentas, unas protestas de una magnitud que no se había visto en décadas. El caso de la particularísima región autónoma china es digno de ser analizado, puesto que en nuestros días representa una excepcionalidad: Lograr su propósito.

Cada vez más vemos cómo las protestas populares se vuelven inútiles, cómo los mandatarios, a diferencia de lo que hizo Lam, dan la espalda a la voluntad de la gente y se niegan a aceptar sus errores, o a retirar medidas, por impopulares que sean.

Yo recuerdo cómo una huelga general, en la España de los noventa, era algo excepcional, puntual, una medida de presión de gran calibre para exigir al gobierno, fuera del entonces todavía socialista Felipe González o del derechista José María Aznar, que retirara, a saber, una reforma laboral, por ejemplo. Sin embargo, con la llegada de la crisis económica a finales de la década pasada, las huelgas generales se volvieron tan rutinarias como inefectivas. Una, dos, tres… hasta cuatro en apenas dos años. No sirvieron para nada, los derechos de manifestación se limitaron y los derechos laborales y los presupuestos sociales se recortaron sin piedad al dictado de las élites financieras mundiales.

Algo similar vive hoy en día Argentina, donde el presidente Mauricio Macri vio hace dos semanas cómo la ciudadanía le escupía la quinta huelga general en tres años y medio de mandato. Casi nada. El paro cosechó un éxito de seguimiento, pero su impacto en las políticas del mandatario no fue el mismo.

Un ejemplo de lo difícil que es hoy en día lograr algo protestando en la calle son los “chalecos amarillos”, que han paralizado buena parte de Francia durante semanas y semanas desde el otoño de 2018 y que, a cambio, apenas han logrado tímidos gestos políticos del presidente Emmanuel Macron; limosna económica y anuncios de diálogo tan rimbombantes como vacíos.

De nuevo en España, el 11 de septiembre de 2013, el independentismo catalán realizó una de sus mayores muestras de fuerza, una cadena humana que recorrió Cataluña de punta norte a punta sur a lo largo de alrededor de 400 kilómetros con la participación de cientos de miles de personas. La respuesta del gobierno derechista de Mariano Rajoy al reclamo de un referéndum de independencia fue que el gobierno “también lo es de los que se quedaron en casa” y que “hay que escuchar a la mayoría silenciosa”, en palabras de la entonces vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría.

El empecinamiento de los gobiernos en dar cada vez más la espalda a los ciudadanos y entender sus mandatos como un cheque en blanco mientras éstos duren, o en todo caso se vean sólo limitados por los arreglos necesarios entre partidos, es uno de tantos factores que han contribuido a la aparición de gobiernos populistas, tanto de derechas como de izquierdas, que prometen retornar el poder al pueblo. Algo que, dicho sea de paso, es casi imposible de cumplir.

Así pues, el ejemplo de Hong Kong debería hacer reflexionar a muchos gobiernos occidentales, y recordar a los dirigentes políticos, tanto a escala global como local, que sus mandatos sólo tienen sentido mientras sirvan a los intereses del pueblo, y que en sus manos está que su buen desempeño y su respeto hacia sus votantes (esto incluye no ser corruptos) no facilite el regreso definitivo de los extremismos del Siglo XX al poder.

marcelsanroma@gmail.com