Opinión

Humildad

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La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La verdadera humildad habita y proviene del corazón. Ni los pobres son todos humildes, ni los ricos son todos soberbios; siempre y en todo momento tenemos la opción de elegir por nosotros mismos. Cada quien va forjando su propio desarrollo espiritual, que está desligado de la condición económica o social por la que se transita en esta vida terrena, por eso se dice que sólo Dios sabe lo que cada quién trae en su corazón.

Vemos gente pobre de inmensa generosidad o abrigando grandes odios y resentimientos. Y vemos gente rica poseída de avaricia que no encuentra la felicidad. Así como personas ricas cuya inclinación hacia el bien, y la ayuda a sus semejantes es innegable.

De tal manera que encontramos personas sin recursos que viven con una gran luz y felicidad en su vida, y casi no entendemos cómo lo logran, si no tienen a veces lo elemental para su vivencia cotidiana.

En cambio, hay ricos cuya única finalidad es acumular más bienes, y que teniéndolo todo viven quejándose y con preocupaciones que les producen enfermedades, sin darse cuenta que al final de su vida no podrán llevarse nada; sin embargo, en su avaricia, se niegan a tenderle la mano a nadie más.

La verdadera humildad empieza por reconocer que no nos hemos creado a nosotros mismos, que ni siquiera uno solo de nuestros cabellos forma parte de nuestra propia creación, y que, si bien es muy válido nuestro esfuerzo, existen intangibles que a veces parecen estar dirigiendo nuestros pasos cada momento para que las circunstancias fluyan favorablemente hacia nosotros.

El reconocimiento y la corrección de nuestros errores nos ayuda a ascender interiormente al darnos cuenta que no siempre tenemos la razón.

Es señal de crecimiento ser humildes y saber pedir perdón cuando infringimos una ofensa innecesaria a un semejante. Por el contrario, nuestra necedad es la causante de mucha de la infelicidad en nuestras vidas.

No debemos presumir de saber, pero tampoco humillarnos por ignorar.

La humildad pasa por el reconocimiento de que nadie sabe todo, que existen muchas cosas de lo que ahora no tenemos conocimiento y que el ser humano irá descifrando.

Los premios y honores en la vida deben ser aceptados con humildad, porque nos son acercados para servir al prójimo. Tú sabes lo que vales, pero no presumas. Deja que los demás tarde o temprano se den cuenta de tu valía.

Asimismo, no importa cómo cuides tu cuerpo, cuánto te acicales, cómo te vistas, si tienes dinero o no, cuánta escolaridad hayas adquirido, porque rinde más frutos la discreción y la sencillez que el exhibicionismo, ya que cuando eres discreto te creas una personalidad más consistente y duradera; en cambio el exhibicionismo te muestra superficial y pasajero.

Tratemos siempre de no ser prepotentes ni exterior ni interiormente, reconozcamos y comprendamos nuestros propios defectos y debilidades. Apartémonos de las personas de quien diferimos, antes de ofenderles con prepotencia.

Recordemos que la soberbia es lo contrario a la humildad, la prepotencia a la sencillez y la avaricia a la ­caridad.

corzoalma17@yahoo.com