Opinión

IDENTIFICARSE CON LOS POBRES

IDENTIFICARSE CON LOS POBRES

IDENTIFICARSE CON LOS POBRES

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Un principio general de la nueva política educativa es el rechazo a la calidad como objetivo de la acción educativa. Pero no ha habido mucha coherencia en la conducta de las autoridades federales sobre este tema.

El presidente de la república ha manifestado en varias ocasiones que los términos evaluación y calidad le disgustan porque pertenecen a la jerga neoliberal y, siguiendo esa línea, los legisladores los eliminaron del artículo tercero.

¿Cómo se explica, sin embargo, la decisión de AMLO de aplicar de nuevo la prueba PISA? ¿Qué intereses políticos le hicieron cambiar de dirección? Si nos ajustamos a sus parámetros usuales, esta decisión fue una abierta concesión al neoliberalismo.

La secretaria de educación, profesora Delfina Gómez, con su buena sensibilidad de maestra, declaró sin ambages que la evaluación tiene importancia para los maestros en la identificación de las fortalezas y debilidades de la enseñanza.

El anatema contra la evaluación y la calidad ar4raigó en la conciencia de muchos maestros –sobre todo en el sur del país-- La lucha que encabezó la CNTE contra la reforma educativa fue un movimiento oscurantista en el que se combatió abiertamente a la calidad y a la evaluación a partir de argumentos falaces.

Pienso, sin embargo, más allá de este tema particular, lo que debemos analizar es el entramado doctrinario que lo sustenta. Lo que estamos enfrentado es una concepción social, integral, que niega la ordenación social con base en el mérito (meritocracia) y, al mismo tiempo, idealiza la vida del pueblo pobre.

La meritocracia es la fuente original de las élites privilegiadas, objeto destacado del odio presidencial. Su enemigo principal son las clases medias. Es entre los pobres donde puede encontrarse un modelo e vida para todos.

Sólo en la pobreza se puede encontrar la felicidad. La riqueza es pecado, la pobreza es santidad. Los pobres, en su austeridad y en sus privaciones, representan un modelo de existencia, no material sino moral.

Los pobres son humildes, son honrados y no tienen los vicios que corrompen a los ricos. Esta idealización parece proponernos que la sociedad mexicana sería más feliz si existiera en ella una pobreza generalizada en donde, sin embargo, debería darse una asignación para cada familia.

Esta visión del mundo emerge de la gran experiencia que nuestro presidente obtuvo en su trato con las comunidades pobres de México. Su mirada captó la vida de los grupos sociales marginados, excluidos, explotados, humillados y supo identificarse con su resentimiento, su amargura y su dolor.

Esa identificación con los pobres ha sido la marca distintiva de su carrera política. Significa que recoge los sentimientos y valores de una parte, la parte oprimida, de la sociedad. Son los buenos de la historia; los malos son los que integran la otra parte, la parte opresora.

Esta lógica binaria es base del razonamiento conflictivo que gobierna al presidente AMLO. Dentro de esa visión no es posible producir un discurso de unidad para todos los mexicanos ni atacar los grandes problemas del desarrollo. En estricto sentido, él anhela una renovación moral antes que una renovación material y no es posible esperar que de su mente surja, por ejemplo, una política dirigida a impulsar la productividad y la prosperidad económicas.