Opinión

Izquierda: dos horrores y un acierto

Izquierda: dos horrores y un acierto

Izquierda: dos horrores y un acierto

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Por Elisa Alanís me enteré en pocos minutos bien aprovechados de dos noticias, una me alegró y otra nomás me hizo mover la cabeza y recordar un refrán atribuido a Robert Burns: “Los bribones y los necios son plantas de cualquier terreno.”

La buena noticia la dio su propio entrevistado, Gibrán Ramírez, quien le reveló a la colega lo que entendí se trataba de una primicia: el joven politólogo contenderá en las encuestas en las que se renovará el alargado y covidoso interinato de Ramírez Cuéllar en la presidencia de Morena.

Toledo y Serrano: Dos mulas de seis

Ahí mismo me enteré de la mala, que uno de los partidos aliados de Morena, el PT, incorporó a sus filas a un gánster de ligas mayores: Mauricio Toledo, sólo para que el PT y muy probablemente en la figura de Fernández Noroña, pueda presidir la Cámara de Diputados. El pragmatismo tiene límites, cuando se exceden se convierte en cinismo. Esos “pragmatismos” podrían ser la marca de una empresa de búmerangs, en los que la izquierda podría invertir con buenos dividendos. Cobijar a un pillo de siete suelas para mayoritear es corrupción. Conozco a otros distinguidos políticos que han transitado a ese partido para continuar una carrera truncada por el juego rudo, y con frecuencia sucio, de la política, como el caso de la distinguida quintanarroense Perla Cecilia Tun Pech, víctima de un grosero acoso político con tintes machistas en Cozumel, quien regresa a dar batallas por su querida isla bajo las siglas de ese partido.

Pero Toledo, a quien su nombre de Twitter lo define: Mauricio Toledog, es otro caso; igual que Héctor Serrano, ambos aliados de MAM y de muchos perredistas, panistas y priístas resentidos que hicieron de la CDMX un botín político, ambos empleados serviles del Cartel Inmobiliario que siempre encuentra reacomodos para seguir haciendo de las suyas. El primero llegó al límite de mandar porros a un mitin de Claudia Sheinbaum en la campaña de los candidatos a gobernar la ciudad y el segundo, operador tenebroso del mancerato, periodo en el que se pintó de rosa la ciudad para maquillar su estado putrefacto.

El caso de Serrano, personaje mustio y poco locuaz si lo comparamos con Fernández Noroña que jugó su dominó con dos mulas que tiran en sentido opuesto a la 4T, es mejor interpretarlo a partir de lo poco que dice. Hace años escribí un texto en el que comentaba, recordando a Carlos Montemayor, que las palabras de muchos personajes de la vida pública son inversamente proporcionales a lo que quieren decir. Entre los ejemplos puse uno clásico de López Portillo quien prometió defender el peso como un fiero mastín, y terminó devaluando la moneda. Hay desde luego otros más recientes. Por ejemplo, si Calderón dice que no sabía nada de las operaciones de su narco secretario de seguridad ni de sus secuaces a quienes el propio expanista condecoró, es que “presumiblemente” (me fascina esa palabra del ámbito judicial que pronto sabremos de qué está hecho) se encontraba al tanto de todo y si no pues ¡Qué [utilice por favor los corchetes para poner la frase o la palabra que mejor definan a este héroe democrático]! Por eso cuando Héctor Serrano afirma que se une “al PT para responder al trato amable y cordial, no se negoció nada, no hay negociación de nada” uno no puede sino pensar, ahí va el búmerang.

Gibrán Ramírez

La indignación de Alfonso Ramírez Cuéllar debió guardársela en el bolsillo. Se le avecina un proceso en el que nuevamente el cobre, dado que el oro lo acapararon los rusos y los chinos, brillará con su presencia para beneplácito de la oposición orangutana externa y la oposición oportunista interna como la encarnada en Mario Delgado, cuate de Lorenzo Córdova.

Uno de los que se lanza al ruedo de la presidencia de Morena es Gibrán Ramírez. El no tiene mafias, ni padrinos, ni le rinde pleitesías acríticas al presidente; tampoco juega chueco, es joven, buen polemista y uno de los pocos morenistas que ha manifestado de todas las formas y por todos los medios posibles la necesidad de que Morena deje de utilizar a su militancia para coyunturas específicas y tras conseguidos los cargos, la abandone a su suerte o se dedique al farmacéutico oficio de dorarle la píldora, como sucede en una gran cantidad de secciones y distritos electorales, porque las tribus son primero.

Gibrán, como otros militantes de Morena, ve más allá de su propia nariz. El partido se ha ido perredizando de manera aguda y ha llegado al grado de que por sus pugnas internas y su pragmatismo electorero, se puso en riesgo de autodestrucción. Un aspecto de esta crisis es el talante político del presidente que pese a las insidias ha sido consecuente y se mantiene al margen de la vida interna de los partidos, incluido el que formó; pero, irónicamente, el hecho de que México sea un país de caudillos ha impedido que en Morena florezca un movimiento que forme cuadros con mayor eficacia y discuta al interior de sus filas todos los aspectos de la vida pública de un movimiento que a veces se olvida de sus principios o le da largas a muchas banderas que le dieron votos.

Gibrán Ramírez tiene solvencia ética y representa por su edad a un amplio sector de militantes que están en edad de incorporarse a la vida política del partido rejuveneciéndolo con una dirigencia que represente a esa fuerza social. Y eso sólo se consigue si no hay intereses tribales de por medio. Hay partidos que remontan sus crisis internas. Morena podría hacerlo si apuesta por un cambio interno real. De lo contrario la 4T quedará sepultada tras el fin del mandato presidencial, un lance que tiene fuertes apostadores fuera y dentro del partido, como se evidencia cada vez con mayor claridad.