Jorge Gidi explora la misoginia en México con La Abadesa
La puesta en escena compone la primera de una trilogía que abarcará también la religión y el racismo como temas medulares, contextualizados en el siglo XVII
La puesta en escena compone la primera de una trilogía que abarcará también la religión y el racismo como temas medulares, contextualizados en el siglo XVII
El surgimiento de la Nueva España trajo consigo la imposición de la religión católica, con ésta se dio un choque de pensamientos y culturas que al día de hoy predominan. En ese sentido, la imagen de la mujer y su papel en la sociedad se construyó sobre una base de sumisión, sin ningún tipo de derecho educativo, hereditario o administrativo de bienes, el cual era respaldado principalmente por la religión.
Es justo en ese choque entre el pensamiento europeo —proveniente de España— y el prehispánico del siglo XVII, que el dramaturgo Jorge Gidi reflexiona sobre la misoginia en México, como una problemática permanente que se ha convertido en un elemento identitario. Y lo hace a través de la puesta en escena La Abadesa o Crónica de las vicisitudes de la monja de Belén, la cual compone la primera obra de una trilogía que abarca tres temas medulares: misoginia, religión y racismo.
“La semilla de esta trilogía tiene 20 años, es un proyecto que quería hacer desde entonces, pero me fui a vivir a Canadá por 16 años, y por alguna razón u otra nunca la escribí allá ni la representé, pero cuando regresé a México tuve una enorme necesidad de empezarlo”, mencionó el también director a Crónica.
La obra, desarrollada bajo dicho contexto, expone la historia —ficticia, pero muy cercana a la realidad— de Mercedes, una mujer que padece violencia doméstica, efectuada por su marido, de quien decide escapar para refugiarse en el convento de San Jerónimo, donde se convierte en abadesa. Allí sus acciones se verán cuestionadas y replanteadas a partir de una autoexploración moral y ética.
“De alguna manera habla desde una perspectiva histórica, quería hacer un rastreo arqueológico de la misoginia y el machismo mexicanos, y decidí hacerlo a partir de la cocción de este guiso que es una mezcla de elementos prehispánicos y europeos, mayormente españoles. Es por eso que volví a ese momento para rastrear sus orígenes sociales, económicos, políticos y fundamentalmente religiosos”, argumentó.
Uno de los antagonistas principales en la obra es el arzobispo Francisco de Aguiar y Seijas. Personaje histórico, responsable de la conjura política que sufre Sor Juana Inés de la Cruz y por la cual es presionada a dejar de escribir. También fue causante de las casas de recogimiento para mujeres de la época, que eran básicamente cárceles funcionales destinadas principalmente a mujeres que habían cometido un crimen o que se dedicaban a la prostitución, a las que se les quería “rehabilitar”, las cuales se extendieron al momento en el que las mujeres pierden todo tipo de derechos legales.
Una de esas casas de recogimiento es la de San Miguel de las Mochas de Belén, donde se desarrolla la trama, la cual más adelante se convertiría en la infame cárcel de Belén.
De este modo, Rosa María Teixidor, Cinthia Patiño y Raúl Román deben dar vida a los nueve personajes que componen la obra. Presentada por primera vez en la Sala Novo del Teatro La Capilla en 2017, la cual vuelve a los escenarios con su segunda temporada del 26 de septiembre al 28 de noviembre, ahora en el Foro La Gruta del Centro Cultural Helénico.
“La obra ha ido madurando. El hacer verso no es fácil, requiere de una destreza actoral mayor, con una gama actoral muy amplia, que implica también una destreza corporal para bailar, moverse y hacer combate escénico. Eso ha ido requiriendo tiempo y ajustes de ensayo-error, y eso nos tiene muy satisfechos con el producto”, aseguró Gidi.
Aunque su debut en la Sala Novo significó la primera oportunidad de Jorge Gidi de plantear un proyecto tan ambicioso, el acojo que tienen durante esta temporada en el Centro Cultural Helénico, significa una mayor apertura no sólo a contenidos de este tipo, sino al teatro independiente.
“El concepto es lo único que no ha cambiado. Música antigua en vivo, el espíritu en el escenario, honestidad actoral y una simpleza escénica”, indicó, a propósito de no contar con una elaborada escenografía, más allá del barril y el banquillo que acompañan a los actores caracterizados con el vestuario de la época, junto a otros instrumentos que ayudan a contextualizar el lugar donde se desarrolla la historia.
Sin embargo, con el tiempo, algunos personajes han enfatizando su esencia, añadiendo atractivo a la puesta: “Nuestro músico, quien es el compositor que toca el laúd en vivo, hizo una serie de recopilaciones de música de la época porque él se especializa en música antigua, y compuso música para los personajes principales (Mercedes, La Abadesa, Clarisa y Don Juan), así como algunas piezas históricas”, explicó.
“Cada vez tiene una presencia más fuerte en el escenario, al principio hacía una pequeña improvisación para recibir al público y transportarlo al siglo XVII a través de la magia de su laúd, básicamente. Pero terminé escribiéndole un prólogo en verso, como un romance, en el que Manuel Mejía Armijo, como si fuera un juglar de la época, nos dice exactamente lo que improvisaba antes (durante la primera temporada)”, dijo.
Así mismo, “la persona que nos explica el contexto de la obra (narrador), poco a poco se fue convirtiendo en un personaje de máscara. Raúl Román, quien hace a Don Juan y El Confesor, canta varias canciones dentro de la obra —porque además es cantante de ópera—, y gracias a que es también un experto en comedia del arte, el primer personaje que aparece para contarnos la historia es un personaje de máscara y eso le dio una enorme riqueza y más variedad”, destacó.
“En el resto del reparto no ha habido cambios particularmente a nivel de concepto, pero lo que sí se ha desatado es una especie de efecto de cebolla, donde teníamos dos o tres capitas actorales en el primer estreno y que ahora esas capas se han ido multiplicando, así que las actuaciones cada vez tienen más carnita, complejidad, son más humanas, más interesantes y cercanas para entender las motivaciones de cada personaje”, concluyó el director y dramaturgo, Jorge Gidi.