El escritor venezolano José Balza, una de las voces del boom latinoamericano, depositó ayer en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes un legado que, según aseguró durante el acto, nada tiene ver con él “y que será abierto dentro de 40 años en homenaje a quien está incluido ahí”.

La antigua cámara acorazada del Cervantes de Madrid —antes era la sede de un banco—, que acoge en sus cajas de seguridad los legados de una treintena de escritores, artistas y científicos, ha recibido envuelto en un paquete verde oscuro, el de Balza (Delta del Orinoco, 1939), primer depósito proveniente de Venezuela que se alberga en este lugar.

“Yo tengo en la cabeza unos versos de Luis García Montero en los que decía que se sentía minúsculo ante el tiempo, ¿cómo me sentiré de minúsculo yo ahora?”, empezó su discurso en el acto de depósito Balza, que continuó expresando el “inmensísimo honor” que sentía al encontrarse en un lugar tan “insólito” rodeado de las cajas que ha catalogado como “invención cervantina”.

Recordó entonces que “dentro del propio Quijote hay otras novelas que se abren como cajas y son esas realidades a las que ni Quijote ni Sancho pueden acceder”, de la misma forma que en El mercader de Venecia, de Shakespeare, hay “tres cajas y de abrir la correcta depende conseguir a la mujer” y que en el Turandot, de Gozzi, “hay tres preguntas claves como tres cajas”.