Opinión

Josep Nye: ¿Por qué los estadunidenses no confían en su gobierno

Josep Nye: ¿Por qué los estadunidenses no confían en su gobierno

Josep Nye: ¿Por qué los estadunidenses no confían en su gobierno

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Hace 20 años el ahora célebre académico estadunidense Joseph Nye, creador del concepto del soft power (poder suave) para explicar esa otra manera en que la política exterior de los Estados Unidos ejerce influencia y atracción en el mundo con acciones diferentes a la coerción política, económica o militar, publicó un ensayo muy sugerente como introducción a un libro colectivo titulado “¿Por qué la gente no confía en su gobierno? El libro, publicado por la escuela Kennedy de Gobierno de la Universidad de Harvard, constituía una respuesta desde la investigación social a uno de los problemas más recurrentes en aquel fin de siglo y de milenio, pero que se mantiene vigente dos décadas después: la desconfianza en el gobierno.

Eran aquellos los años finales de la era Clinton, y tras la explosión en 1995 de una bomba en un edificio federal de Oklahoma, el miedo a un ataque terrorista, por un lado (que se volvería terrible realidad en 2001) y la desconfianza en el gobierno acrecentada por los escándalos de alcoba del presidente, por el otro, eran dos factores muy presentes en el imaginario político de los estadunidenses. “Somos testigos —escribió Nye— de una amplia insatisfacción y una amplia pérdida de confianza en el gobierno y su funcionamiento cotidiano”. Dos décadas podemos revisar los planteamientos de Joseph Nye de cara a la actualidad. Reproduzco aquí algunos fragmentos de aquel texto.

“En 1964, tres cuartas partes de los americanos dijeron confíar en que casi siempre el gobierno federal hacía correctamente las cosas. Actualmente, sólo una parta de los americanos admite tener esa confianza. Para los gobiernos estatales, los números son sólo ligeramente mejores: 35 por ciento confía en ellos. En 1995 una encuesta mostró proporciones de desconfianza de 15 por ciento en el nivel federal, 23 por ciento en el estatal y 31 por ciento en el local. (…) Las principales razones de esa desconfianza hacia el gobierno fueron que es ineficiente, que desperdicia dinero y que gasta en cosas equivocadas”.

“Sin embargo el gobierno no está solo. Durante las pasadas tres décadas la confianza pública ha caído la mitad para la mayoría de las principales instituciones: del 61 al 31 por ciento para las universidades, del 55 al 21 por ciento para las grandes compañías; del 73 al 29 por ciento para los servicios de salud; y del 29 al 14 por ciento para el periodismo”.

“Hay una posibilidad de que estos datos sean un signo de salud. Estados Unidos se funda en la desconfianza en el gobierno; una larga tradición jeffersoniana sostiene que no debemos preocuparnos demasiado a cerca de los niveles de confianza en el gobierno. Si las encuestas reflejan preocupación, antes que cinismo, el resultado puede ser saludable”.

“Si usted pregunta a los americanos cuál es el mejor lugar para vivir, 80 por ciento dirá que Estados Unidos. Y si usted le pregunta, si les gusta su sistema democrático de gobierno, 90 por ciento dirá que sí. (Sin embargo) el de la desconfianza parecería un asunto cíclico. (…) Parte de lo que vemos es la oscilación del péndulo de las actitudes públicas. Probablemente el problema actual es que tras la Segunda Guerra Mundial las expectativas en el gobierno se volvieron muy altas”.

“Diversos estudios muestran que durante las tres décadas pasadas los medios han tendido a mostrar a la política y al gobierno con un sesgo mucho más negativo. Los científicos sociales no logran entender completamente la relación entre el trabajo cotidiano del gobierno y el apoyo a la democracia como régimen, pero es claro que un asunto muy importante es el futuro de la gobernabilidad democrática”.

“La confianza institucional y la estabilidad del régimen pueden estar conectados a través de la disposición pública a proporcionar recursos cruciales, como son los impuestos, la obediencia voluntaria a las leyes y la disposición de los jóvenes más brillantes a trabajar en el gobierno. Sin estos recursos críticos, el gobierno no puede desempeñarse adecuadamente, y si el gobierno no se desempeña adecuadamente, la gente estará más insatisfecha y desconfiará más de él”:

“Una posible explicación a la desconfianza con el gobierno de Estados Unidos es que su esfera de acción se ha expandido demasiado llevándolo a espacios reservados para la vida privada, pero mirando las encuestas, esto no resulta del todo claro. Cuando se les pregunta por qué desconfían del gobierno federal, los entrevistados tienden a subrayar el pobre desempeño gubernamental antes que su ambiciosa expansión, 81 por ciento dice que el gobierno es derrochador e ineficiente, 79 por ciento que gasta mucho dinero en cosas equivocadas, y solo la mitad dice que interfiere de más en la vida de la gente”.

“De mediados de los treinta a mediados de los setenta, el periodo de mayor crecimiento gubernamental, el gobierno se mantuvo popular y las áreas de más rápido crecimiento en el presupuesto federal, como la seguridad y los servicios médicos, disfrutaron de amplio apoyo. Todavía ahora, pese a la pérdida de confianza en el gobierno, la mayoría de los americanos creen que éste debe regular los negocios, los asuntos internacionales, los ambientales, el trabajo, las pensiones, y muy marcadamente la seguridad”.

Nye analizó las posibles causas económicas y políticas de la desconfianza y la insatisfacción en la sociedad norteamericana del final del siglo XX, pero puso más énfasis en las causas culturales de mayor fondo: “la dimensión de largo plazo del cambio cultural es un aspecto central en este declive del capital social en la democracia norteamericana. (…) Las sociedades desarrolladas —no sólo Estados Unidos— han experimentado una caída en la confianza institucional en general, y no sólo en las instituciones gubernamentales. (…) El declive del respeto a la autoridad es parte de los valores modernos y postmodernos”.

Y concluía: “La revolución de la información puede traer oportunidades y esperanzas. La tercera revolución industrial puede significar que los países desarrollados estén a punto de incrementar su productividad y ponerle fin a la desaceleración económica. La revolución en las tecnologías de la información puede ayudar al gobierno a acercarse a la gente, y sabemos que cuando la gente siente una conexión más cercana con el gobierno, la confianza tiende a elevarse. La revolución de las IT puede que limite y reduzca las fuentes de la burocracia gubernamental; y que las ONG’s y otros sectores de la sociedad civil proporcionen más intermediarios institucionales que trabajarán con los gobiernos, cooperando ambos para crear servicios novedosos, formas alternativas de fiscalización y gobierno, e ideas nuevas en la relación entre los individuos y el poder, entre la sociedad y el Estado”.

edgardobermejo@yahoo.com
Twitter: @edgardobermejo