Cultura

La alianza de Cortés con Tlaxcaltecas, paso decisivo para llegar a Tenochtitlan

Las tropas del Conquistador enfrentaron al menos tres batallas en Tlaxcala, sufrieron bajas, enfermaron y admitieron que no eran dioses. Cortés confesó que eran “hombres de hueso y carne como ellos, y no teules, sino cristianos, que no tenemos por costumbres de matar a ninguno”, relata Hugh Thomas.

Las tropas del Conquistador enfrentaron al menos tres batallas en Tlaxcala, sufrieron bajas, enfermaron y admitieron que no eran dioses. Cortés confesó que eran “hombres de hueso y carne como ellos, y no teules, sino cristianos, que no tenemos por costumbres de matar a ninguno”, relata Hugh Thomas.

La alianza de Cortés con Tlaxcaltecas, paso decisivo para llegar a Tenochtitlan

La alianza de Cortés con Tlaxcaltecas, paso decisivo para llegar a Tenochtitlan

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Cuando los españoles, liderados por Hernán Cortés, llegaron a Tlaxcala hace 500 años, sufrieron bajas, enfermaron y aceptaron, ante los indígenas, no ser dioses. El paso por dicha entidad les costó a los conquistadores, al menos, tres batallas y una complicada negociación con los tlaxcaltecas, en específico, con Xicoténcatl.

Crónica presenta una cronología de septiembre de 1519 acompañada de un mapa informativo en Google Maps (https://drive.google.com/open?id=1ev451extqNR-sjGkRAs_Vdca8bOBwjCw&usp=sharing), recreado a partir de tres obras: Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo; Hernán Cortés, de José Luis Martínez; y La conquista de México, de Hugh Thomas.

Los tlaxcaltecas y otomíes recibieron a los españoles con armas. Así lo escribió José Luis Martínez: “Pronto apareció un enorme ejército tlaxcalteca, capitaneado por Sientengal, como Cortés llamó a Xicoténcatl. Esta vez Cortés exagera, pues los soldados tlaxcaltecas le parecen 100 mil, y en la batalla del día siguiente los calcula en 149 mil, ‘que cubrían toda la tierra’. Bernal Díaz estima que eran 50 mil soldados”.

Aunque las huestes españolas —con 400 indígenas de Cempoala y 300 de Iztacamaxtitlan— resultaron victoriosas, los autores destacan el valor de los tlaxcaltecas por degollar a una yegua: “le cortaron el pescuezo redondo y colgado del pellejo; allí quedó muerta”. Los restos del animal fueron hechos pedazos y distribuidos para mostrarlos en todos los pueblos de Tlaxcala.

Por su parte, Cortés hizo prisioneros a varios indígenas para enviarlos como mensajeros ante el gobernante Xicoténcatl y expresarle que no querían guerra, que sólo necesitaban cruzar Tlaxcala para llegar a México-Tenochtitlán.

Ante la negativa, Bernal Díaz del Castillo narra el temor que los españoles sintieron el 5 de septiembre: “No habíamos andado medio cuarto de legua cuando vimos asomar los campos llenos de guerreros con grandes penachos y sus divisas, y mucho ruido de trompetillas y bocinas. Nos cercaron por todas partes tantos guerreros. Y supimos cierto que esta vez que venían con pensamiento que no habían de dejar ninguno de nosotros con vida”.

Cortés, con el malestar de fiebre, insistió en hablar con Xicoténcatl, pero sus mensajeros le informaron que ese señor tenía como aliados a cinco capitanes, cada uno con 10 mil guerreros. Esos cinco capitanes eran: el padre de Xicoténcatl, Maxixcatzin, Chichimecatecuhtli, Tecpanecatl y Xicoténcatl el joven.

Dichos gobernantes tlaxcaltecas se reunieron y además de informar que los españoles no eran dioses porque no comían la carne ni el corazón de los indígenas sacrificados, decidieron hacer las paces con ellos porque eran enemigos de los mexicas y podían ayudarlos a dejar de pagar tributo a Moctezuma.

No obstante, Hugh Thomas escribió que aunque la estrategia de los tlaxcaltecas fue aliarse, dejaron que Xicoténcatl el joven insistiera en negarse a la paz para seguir dándoles batalla. Entonces, como desafío enviaron “40 indios con comida de gallinas, pan, fruta, cuatro mujeres, mucho copal y plumas de papagayos”.

“Esto os envía el capitán Xicoténcatl que comáis si son teules (dioses) bravos, como dicen los de Cempoala, y queréis sacrificios, tomad esas cuatro mujeres que sacrifiquéis y podáis comer de sus carnes y corazones; y si sois hombres, comed de esas gallinas, pan y fruta; y si sois teules mansos, ahí os traemos copal”, escribió Díaz del Castillo.

Ante ese apuro, Cortés confesó que eran “hombres de hueso y carne como ellos, y no teules, sino cristianos, que no tenemos por costumbres de matar a ninguno”.

El temor entre los españoles creció, algunos le dijeron a Cortés que pidieran ayuda a Diego Velázquez para regresar a Cuba, pero Cortés les dijo que quedarse era hacer historia y que si se retiraban tanto tlaxcaltecas como totonacas los matarían.

En este punto de la historia, Díaz del Castillo destacó la valentía de Malitzin: “Qué esfuerzo tan varonil tenía, que con oír cada día que nos habían de matar y comer nuestras carnes, y habernos visto cercados en las batallas pasadas, jamás vimos flaqueza en ella. Y los mensajeros que ahora enviábamos les habló doña Marina y Jerónimo de Aguilar que vengan luego de paz, que si no vienen dentro de los dos días les iremos a matar y destruir sus tierras, e iremos a buscarlos a su ciudad”.

Antes de que los señores tlaxcaltecas, incluido Xicoténcatl, se presentaran ante Cortés para demostrarles su aceptación de paz, Cortés aprehendió a 10 indígenas a quienes les cortó las manos porque, según él, eran espías de Xicoténcatl y alistaban una emboscada en su contra.

Después de esto, los tlaxcaltecas aceptaron ser aliados de los extranjeros. Los indígenas les regalaron mujeres y los españoles avanzaron a la capital de Tlaxcala, aceptaron que los indígenas adoraran a sus dioses y lograron instalar cruces en algunos de sus templos.

“Desde que entramos en tierra de Tlaxcala hasta que fuimos a su ciudad pasaron 24 días y entramos en ella a 23 de septiembre de 1519”, narró Díaz del Castillo.