Cultura

La alianza de Hernán Cortés con más de 30 pueblos totonacos

En junio de 1519, el Conquistador llega a Cempoala y es recibido por el Cacique Gordo, quien le dio alimento, le regaló “grandes bezotes de oro y ricas mantas” y se quejó del tributo exigido por Moctezuma

En junio de 1519, el Conquistador llega a Cempoala y es recibido por el Cacique Gordo, quien le dio alimento, le regaló “grandes bezotes de oro y ricas mantas” y se quejó del tributo exigido por Moctezuma

La alianza de Hernán Cortés con más de 30 pueblos totonacos

La alianza de Hernán Cortés con más de 30 pueblos totonacos

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La alianza con los totonacas y la destrucción de templos fueron dos hechos que marcaron junio de 1519, mes en que el conquistador Hernán Cortés y sus hombres prometieron a los indígenas veracruzanos acabar con el sometimiento mexica, aunque ese juramento sólo fuera una estrategia para avanzar hacia Tenochtitlán.

Crónica presenta una cronología de junio de 1519 acompañada de un mapa informativo en Google Maps (https://drive.google.com/open?id=1ev451extqNR-sjGkRAs_Vdca8bOBwjCw&usp=sharing), recreado a partir de tres obras: Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo; Hernán Cortés, de José Luis Martínez; y La conquista de México, de Hugh Thomas.

La primera noche después de salir de San Juan de Ulúa —escribió Hugh Thomas— los españoles durmieron a orillas del río, posiblemente en lo que se conoce como La Antigua. Descansaron ahí por recomendación de los totonacas de Cempoala quienes les suministraron alimentos ya familiares: pavos y tortillas.

Después, se dirigieron a Cempoala, en donde se decía que la población era de doscientos mil habitantes. “No obstante, según otro cálculo contemporáneo, más verosímil, en Cempoallan vivían catorce mil personas”, indicó Thomas.

Ahí los recibió el gobernante totonaca: el Cacique Gordo (llamado así porque “era muy gordo”), quien les dio alimento, le regaló “grandes bezotes de oro y ricas mantas” y se quejó sobre el tributo exigido por Moctezuma. A cambio, Cortés le dijo que les pagaría con buenas obras y le pidió no hacer más sacrificios.

También se presentó un señor llamado Tlacochcálcatl quien le informó a Cortés que “los pueblos de Tlaxcala y Huexotzinco odiaban tanto a los mexicas como los totonacas. Ixtlilxóchitl, el candidato rival al trono de Texcoco, era también enemigo de Moctezuma. Afirmó que si Cortés podía aliarse con estos cuatro pueblos derrotaría con facilidad a Moctezuma”.

Durante la estancia de los españoles llegaron unos recaudadores de Moctezuma para cobrar tributo y saber por qué los indígenas habían alojado a unos extraños sin licencia del gobernante mexica de Tenochtitlán. Como castigo, escribió Bernal Díaz del Castillo, “les exigieron veinte indios e indias para sacrificar a su dios Huitzilobos. Y Cortés los consoló y que no hubiese miedo, que él estaba allí con todos ellos”.

El español les aconsejó que tomaran presos a los recaudadores.  A pesar del miedo, los totonacas siguieron sus instrucciones. No obstante, Cortés pidió a sus hombres que soltaran a dos mexicas y los llevaran a su aposento.

“(Cortés) Finge ser ajeno a su apresamiento, les hace dar de comer y les pide que, ya libres, digan a Moctezuma que los españoles son sus amigos y que pronto liberaría de los totonacas a los otros recaudadores mexicas”, detalló José Luis Martínez en el libro Hernán Cortés.

Al mismo tiempo, el español fingió enojo con los totonacos por haber dejado huir a los dos “y dice que él guardará a los otros en sus navíos, sólo para dejarlos también en libertad más tarde”.

Esa estrategia le funcionó tan bien al Conquistador que creó alianza con más de 30 pueblos totonacos, según escribió Bernal Díaz del Castillo.

Cuando Moctezuma se enteró del encarcelamiento de sus mensajeros, alistó a sus guerreros, pero en ese momento llegaron los dos prisioneros liberados y el gobernante mexica cambió de opinión: decidió que dos de sus sobrinos y cuatro viejos entregaran ropa y oro a Cortés como agradecimiento.

Al ver los regalos, los totonacas creyeron que Cortés era un dios, entonces el Cacique Gordo le contó al español que en Cingapacinga o también referido como Tizapancingo (a dos días de Cempoala) había más recaudadores mexicas. En ese momento —añade Díaz del Castillo— Cortés les dijo a sus hombres:

“Sabéis señores, que me parece que en todas estas tierras ya tenemos fama de esforzados, y por lo que han visto estas gentes por los recaudadores de Moctezuma nos tienen por dioses, o por cosas como sus ídolos; he pensado que, para que crean que uno de nosotros basta para desbaratar a aquellos indios guerreros que dicen que están en el pueblo de la fortaleza, sus enemigos, enviemos a Heredia el viejo”.

Heredia fue hacia Cingapacinga tirando balas al aire todo el trayecto por órdenes de Cortés.

El único autor que menciona un enfrentamiento en ese sitio es Hugh Thomas quien describe que ahí los mexicas fueron al encuentro de Cortés en atavío de combate: plumas, pintura, escudos y conchas pero huyeron espantados por los españoles.

“Por más exigua que fuera, la caballería de Cortés los siguió y cortó el camino. Los caballos, sin embargo, no pudieron escalar las escarpadas rocas; Cortés y otros expedicionarios desmontaron, abrieron a la fuerza las puertas de la ciudad con sus espadas, desarmaron a los pocos mexicanos que quedaban y los entregaron, junto con la ciudad, al señor cempoaleca”.

Cuando las tropas regresaron a Cempoala, Cortés ordenó el derrumbe de los templos totonacos. Díaz del Castillo describe ese momento así:

“Y cuando así los vieron hechos pedazos, los caciques que con ellos estaban lloraban y taparon los ojos, y en su lengua totonaque les decían que los perdonasen, y que no era más en su mano, ni tenían culpa, sino esos teules que os derrocan, y que por temor de los mexicanos no nos daban guerra”.

Algunos guerreros intentaron darles guerra pero el Cacique Gordo los detuvo.

Hugh Thomas señala que “los castellanos, entre ellos, Bernal Díaz del Castillo se sintieron muy satisfechos al arrojar los grandes ídolos por las gradas del templo Mayor (de Cempoala) y al persuadir a la fuerza a los sacerdotes que se cortaran el cabello largo, negro y mugroso (a menudo lleno de sangre seca), cuya vista solía turbarlos”.

Después Cortés ordenó clavar una cruz, dar misa y bautizar a ocho mujeres indígenas, para poder regresar a la Villa Rica de la Vera Cruz.