Opinión

La antigua tragedia

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La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En el digno teatro del Olimpo/Hipólito, Ayax, Alcestes, Clitemnestra/nos hablan de la triste y vacía vida/y de cómo una gota de divina piedad cae/sobre la dolida tierra. Es uno de los versos del poema La antigua tragedia del gran poeta griego Constantino Cavafis, quien vivió a caballo entre los siglos XIX y XX, del que esta columna ha tomado prestado el título, si bien para referirse a hechos poco mitológicos y preocupantemente reales respecto de la dolida tierra. Vale recordar que para Cavafis la poesía, su poesía, es fundamentalmente para comprender los que las Itacas significan, esto es, que desde una perspectiva amplia y metafórica, el viaje es tanto o más importante que la meta misma. Y vaya que en estos tiempos merece tenerlo presente.

En la discusión contemporánea sobre el cambio climático y la destrucción lenta y sistemática de la Tierra subyace en buena medida la metáfora sobre la cual hemos descuidado gravemente en nuestro viaje a la modernidad y el progreso el cuidado y la procuración de nuestro hábitat, e incluso la acción humana ha llevado a la dramática alteración del medio ambiente.

Generalmente el concepto de apocalipsis está reservado a la literatura y al cine fantástico, y así puede pensarse cuando uno escucha que el eje de rotación del planeta ha sufrido cambios en virtud del derretimiento masivo de los glaciares por el calentamiento global. Pero ello pierde toda gracia cuando se sabe que quien lo dice es la ciencia y los científicos. Puede incluso causar rabia y frustración cuando además se apunta que ello demuestra el profundo impacto que los humanos tenemos sobre nuestro planeta. Nos destruimos a nosotros mismos advertida e indavertidamente al parecer, y eso a pesar de que el ser humano ha sido pretendidamente el centro de la creación, tal vez de la destrucción, en términos contemporáneos.

De acuerdo con las definiciones generales, el eje terrestre es la línea imaginaria sobre la que gira la tierra en su movimiento de rotación, la cual se intersecta en los polos geográficos Norte y Sur. Damian Carrington apunta que en el pasado solamente factores naturales tales como las corrientes oceánicas o la convección de placas hirvientes en las profundidades de la tierra contribuían a alterar la posición de los polos, pero que nueva evidencia científica muestra que la pérdida de cientos de billones de toneladas de hielo anualmente, desde 1995, en los océanos son resultado de la crisis climática que ha causado que los polos se muevan en nuevas direcciones. (“Earth has shifted on its axis due to melting of ice, study says”, The Guardian, 24abril202, theguardian.com)

Carrington anota que la dirección de la deriva polar cambió de Sur a Este en 1995 y que la velocidad promedio de deriva entre 1995 a 2020 fue 17 veces más rápida que de 1981 a 1995. Las pérdidas glaciares contribuyeron en muy amplia medida a este cambio, pero es probable que también el bombeo de agua subterránea haya contribuido a los movimientos del eje. Señala que ese tipo de agua se almacena bajo y que una vez bombeada para fines humanos (bebida o agricultura) debe fluir generalmente al mar, redistribuyendo su peso a lo largo del mundo. No obstante, en los últimos 50 años, la humanidad ha removido 18 trillones de toneladas de agua subterránea sin que hayan sido reemplazadas.

Para el autor los cambios en el eje terrestre demuestran cuán real y profunda puede ser la acción humana en el planeta. Sin duda por ello también debe centrarse en la procuración y restauración del planeta.

La Antigua Tragedia de Cavafis termina con el verso que repite que en el digno teatro del Olimpo/Hipólito, Ayax, Alcestes, Clitemnestra/nos hablan del destino/y una gota de divina piedad/(esta vez) cae sobre la triste tierra.

La tierra dolida y triste no por efecto divino sino por la acción humana. Cabe pensar si acaso, que estamos ante una tragedia moderna.

gpuenteo@hotmail.com