Opinión

La Constitución moral, una invitación a la conversación y el pensamiento crítico

La Constitución moral, una invitación a la conversación y el pensamiento crítico

La Constitución moral, una invitación a la conversación y el pensamiento crítico

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Hace más de 2,000 años que Aristóteles, el gran filósofo griego, había establecido que la ética era una ciencia política, en el sentido de que la sociedad no sería posible si no se daba entre los seres humanos un tipo de amistad que se fundamentará en la excelencia y nobleza del carácter moral humano. Esto significaba que con la práctica de las llamadas 4 virtudes cardinales: prudencia, justicia, templanza y fortaleza, adquiridas mediante un proceso educativo, las decisiones y forma de vida de los ciudadanos respetarían, ante todo, como el fin último de su existencia, como su razón de ser, la naturaleza íntima de su persona, de otros y de la naturaleza, como componentes todos de una ciudad civilizada.

Por eso, para Aristóteles el ideal democrático era que, tanto los gobernantes como los gobernados, es decir, los ciudadanos todos, tengan como finalidad primordial una vida virtuosa, porque de otro modo el poder público podría ejercer una fascinación que facilitara la corrupción.

Desde entonces se ha tenido la preocupación de cuidar la moral pública, tanto por los ciudadanos como por los gobernantes. Sin embargo, no ha tenido muy buenos resultados: cuando el ciudadano se atreve, inclusive como filósofo, a exhortar al gobernante a tener en cuenta la filosofía moral o ética para moderar sus facultades para el buen gobierno, no pocas veces, el ciudadano no ha sido visto con buenos ojos. Como cuando Aristóteles tuvo que cambiarse de residencia varias veces temiendo, como se decía, que se pecará por segunda vez contra la filosofía —refiriéndose a la sentencia de muerte de Sócrates— después de haber sido el tutor de Alejandro Magno y de haber escrito una exhortación a la filosofía al gobernante de Chipre con el texto de El Protréptico. O, al contrario, cuando es el gobernante el que legitima su poder en la moral, como hizo Bush al invadir Irak;  o se legitima por el bien de la transformación o conservación de las buenas costumbres de los ciudadanos, como hicieron los dictadores fascistas como Mussolini,  los socialistas como Lenin, Stalin, y hasta Hitler, el resultado ha sido catastrófico en términos humanos.

Esto lo comento como contexto autocrítico a la experiencia de haber participado como ponente el pasado 25 de junio, como profesor e investigador de Ética, en la convocatoria que hizo el Gobierno federal a la ciudadanía al conversatorio para la discusión de los contenidos y formas de la constitución moral. Pues espero, no corra la suerte histórica de Sócrates, Aristóteles o Tomás Moro, sobre las relaciones, necesarias y paradójicas, entre la moral y el ejercicio del poder público. Lo cual sólo será posible si conservamos el sentido crítico del pensamiento como esa capacidad de pensar en resistencia a las tendencias de reducir la realidad a las fórmulas convenientes de quien quiere controlarla.

Para no caer en esto, creo que, por parte de los ciudadanos no debemos pecar de ingenuidad académica y del deseo, a veces egocéntrico, de sentir que nuestra sabiduría es tomada en cuenta para un proyecto que nos trasciende. Si es así, nos embriagamos con lo que Raymond Aaron llamaba el opio de los intelectuales: el sentir que es obligación de todos hacernos caso. Por otro lado, quienes tienen la facultad del poder público, deben tener en cuenta que quien habla, propone y enseña sobre ética, es el primero al que se juzga con ello, y por eso una propuesta moral auténtica es la que busca una autocrítica sana sobre sus propias prácticas de poder.

No se me malentienda, creo que la iniciativa y convocatoria del Gobierno federal ha sido una experiencia de lo más enriquecedora y positiva, pero me era necesario expresar este aguijón de mi conciencia para mantener la distancia crítica que exigue una corresponsabilidad a la coherencia de lo que resulte de este documento.

En este sentido me parece que en el conversatorio se respiraba un espíritu común de sincera voluntad por colaborar en la re-moralización de nuestra sociedad, expresando, sin censuras ni ideologizaciones artificiales, lo que cada uno pensamos desde nuestras diferentes y parciales perspectivas, disciplinas, culturas, edades, creencias, vivencias y sobre todo, vulnerabilidades. Y por ello es de reconocerle a la Subsecretaría de Desarrollo Democrático la organización y a que sus funcionarios participaran durante todo el conversatorio activamente.

Entre los temas que se expresaron por ponentes e invitados como fruto del encuentro son: 1. La recuperación del sentido de lo sagrado en diversas formas, desde los objetos a los espacios, el tiempo y las relaciones humanas. Esto es el fundamento de todo respeto y de algún modo es lo que se ha llamado dignidad humana. 2. La conciencia de la responsabilidad sobre el cuidado de la naturaleza, lo cual nos lleva a ver a la naturaleza no como un recurso disponible, ni a nosotros como parte de la naturaleza, sino como una relación de comunicación o de comunidad natural. 3. El reconocimiento de que lo natural es la diversidad, no como diferencias irreconciliables, sino como modos diversos de las mismas potencialidades. 4. El reconocimiento real, jurídico y moral de las mujeres con sus condiciones de vulnerabilidad, así como de la diversidad sexual. 5. La voz agradecida de las comunidades de los pueblos originarios que aportan sabiduría moral a las formas de la modernidad.

El consenso final del conversatorio fue que este documento no puede ser una constitución en el sentido político o de legislación positiva, ni una propaganda ideológica o instrumento de proselitismo.  Sino que debe ser una declaración, un código, de carácter exhortativo y de invitación a tareas de sensibilización, comprensión, formación y autoformación con los horizontes plurales y  abiertos, de la sociedad. Que nos permita a cada ciudadano como persona, en el fuero interno de la propia conciencia de nuestros actos, re-descubrir, asumir y elegir vivir esta constitución interna de la dignidad humana. Porque finalmente, como decía Tomás de Aquino, el último criterio de una acción moral es la propia conciencia.

Texto sobre el conversatorio de la Constitución moral llevado a cabo el 25 de junio de 2019.
Tema:
Respeto a la humanidad y a la naturaleza.

*Centro de Investigación en ética aplicada y valores, AXIOS

Universidad Anáhuac México.