Opinión

La diplomacia nacional, entre el candor y el evangelio

La diplomacia nacional, entre el candor y el evangelio

La diplomacia nacional, entre el candor y el evangelio

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Muy en el fondo de su incomparable talento político, el Señor Presidente debe estarle agradecido a Donald Trump.

Nada en la vida es mejor para un político: ahora tiene una causa nacional para invocarla a cada paso, y si los discursos sobre austeridad, herencia cochina y mugrienta, promesas en el vacío, obras de dudosa viabilidad, crisis en el sector de la salud, prensa hampesca, pérdidas en la CFE y demás problemas cotidianos, ya comenzaban a gastarse, como viento fresco llega la invencible receta de la defensa de la patria, la cual, como todos sabemos, siempre es primero.

Y ante este peligro y el surgimiento de “masiosare” con peluca de zanahoria, como un poderoso golem en nuestro horizonte, todos se le unen en coro tricolor, incluyendo esta columna, cuyo redactor se declara presto al acero y al bridón de su caballo blanco.

En esas condiciones el Presidente encuentra, para sí, un discurso paralelo para complementar el evangelio de los años recientes, en el cual la maldad egoísta de Donald Trump y su lema “America first”, están moralmente equivocados. Una vez más la invocación a la ética, la moral, el humanismo.

Y por encima de la ya célebre carta en cuyo texto conviven Roosevelt, Lincoln, Juárez y la Biblia (por aquello del ojo y el diente), el Señor Presidente hace una apuesta insegura:

“…Le (s) digo a todos los mexicanos que tengan confianza, que vamos a superar esta actitud del gobierno de Estados Unidos. Van ellos a rectificar porque el pueblo de México no merece un trato como el que se quiere aplicar.

“Nosotros siempre hemos atendido, escuchado, los planteamientos de Estados Unidos; se está haciendo un trabajo para ayudar en el incremento del flujo migratorio, que debe también de señalarse que se trata de un asunto de otros países…”

Ésta es una declaración candorosa. La hizo el Señor Presidente en un recorrido por Tlaxcala, mientras su canciller, el eficaz Marcelo —tan plurifuncional como para ser jefe de la Policía, gobernador de la capital, construir de metros defectuosos—, trata de abrir las puertas dos veces cerradas del señor Jefe del Departamento de Estado, Mr. Pompeo.

El vecino armador de televisores, expulsor de centroamericanos y mexicanos, fabricante de productos maquilados, exportador de atún, acero, aluminio, jitomate y directores de cine, se queja y remueve el agua de los lamentos por el anuncio de impuestos progresivos si México no se convierte en el tapón para cerrar un pasillo entre Estados Unidos y la miseria mesoamericana.

Sin embargo, y a pesar de sus prendas académicas en el Colegio de México, quizás el Señor Canciller no haya reflexionado profundamente sobre esta idea en cuanto a la (no) diplomacia de Estados Unidos. No es una idea propia de este redactor, le pertenece completa a Henry Kissinger, quien sabe de esto como ninguno de nosotros. (FCE. 1995. La diplomacia):

“…Nunca chocaron el afán de expansión de los Estados Unidos y su creencia de que constituían un país más puro y de mejores principios que ninguno de Europa. Como no consideraban política exterior su expansión, los Estados Unidos, pudieron valerse de su fuerza para imponerse —sobre los indios; sobre México, en Texas—, y hacerlo con la conciencia tranquila. En pocas palabras la política exterior de los Estados Unidos consistiría en no tener una política exterior”.

Sin embargo, las cosas son de esta manera y no pueden ser de otra. Después de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos dominaban (op. cit.) el 35 por ciento de todas las actividades económicas del mundo. Si esa evidencia —aunada a su poderío militar invencible—, no es suficiente para comprender nuestra indefensión, más allá de la prédica justiciera, no hemos entendido casi nada.

El asunto es muy sencillo: la tesis del Señor Presidente es impecable: la migración no se detiene, se evita con el desarrollo económico. El idealismo utópico contra el pragmatismo realista.

Y para eso han presentado los economistas de la CEPAL (con la señora Bárcena al frente), un programa del desarrollo centroamericano (adoptado casi entre aplausos por el gobierno de México), el cual nunca se logrará. Y si se llegara a producir, sería cuando Trump, el Señor Presidente, usted y yo, estemos muertos.

Pero el problema de la migración centroamericana hacia Estados Unidos (sin contar los asiáticos y demás grupos) es actual y de urgente solución, con todo y las exageraciones electoreras de Donald Trump, quien ha hallado un enemigo (su Fidel y su bloqueo), para persuadir a los Red necks y demás White trash, cuya estulticia xenófoba —entre otros factores— lo han llevado a la Casa Blanca, de donde no quiere salir hasta cumplir el segundo periodo, cosa bastante posible.

Así pues el asunto se comprende: Trump no considera a México un socio o un amigo. Lo mira como parte del asunto sobre el cual monta una maquinaria electoral y actúa, sin miramientos, frente a un Estado soberano, cuya soberanía, para él, es simple enunciado formal, y con cuyo destino puede jugar como coyunturalmente le convenga.

México pide un trato de igualdad y así lo exige, pero no hay quien atienda sus exigencias, porque la igualdad jurídica, no vale nada para los Estados Unidos (con Trump o sin él). Si un día les estorba Libia, mandan aviones contra Gadafi y lo desbaratan. Si Panamá es un problema, lo invaden. Si Chile se sale del huacal, urbanizan un golpe de Estado: y en México han tenido, dice Gastón García Cantú en impecable y necesaria contabilidad, más de 120 intervenciones y una guerra de consecuencias crónicas y traumáticas.

El problema de este amago de Trump, sobre cuya aplicación no sabemos, pero cuyo solo anuncio por el Twitter ha cimbrado los cimientos de la patria y ha desempolvado los blasones del nacionalismo, se da con el pretexto de la migración indocumentada y de pasadita el mercado de las drogas (para sus consumidores).

Y la promesa del gobierno mexicano, mientras Marcelo pide una cita, por el amor de Dios, para explicar todo cuando los gringos se saben de memoria y no les importa, es ésta:

“…No queremos culparlos, son circunstancias que se presentan en países en donde la gente no tiene opciones, no tiene alternativas y son seres humanos. Yo quiero decir que hemos acompañado para que regresen a sus países a muchos. Sí estamos cumpliendo con nuestra responsabilidad en política migratoria.

“Todo esto se va a informar en Washington.

“Y díganle a sus familiares, los que por necesidad se han tenido que ir a buscarse la vida del otro lado de la frontera, que ya se está impulsando el desarrollo en México para que todos los mexicanos tengan trabajo, tengan posibilidad de salir adelante, de progresar en sus comunidades…

“Ése es el sueño que quiero convertir en realidad.

“…Ya México se va a convertir en una potencia económica con bienestar y con justicia; y la migración va a ser opcional, optativa, no obligatoria, el que quiera irse que se vaya por gusto, no por necesidad.

“Y siempre vamos a defender a nuestros paisanos migrantes….

“Y no sólo a los migrantes mexicanos, a todos los que por necesidad se buscan la vida y salen a otras partes, echan a andar, porque no tienen oportunidades de trabajo o porque en sus lugares de origen hay mucha violencia, todos los migrantes merecen nuestro respeto, nuestra comprensión y nuestra mano fraterna.

“Somos seres humanos todos, independientemente del color de la piel, independientemente de la lengua, independientemente del país al que se pertenece, somos seres humanos. “Y la fraternidad universal está por encima de otras consideraciones. Vamos siempre a defender a los seres humanos, porque sólo siendo humanos podemos ser felices, sólo amando al prójimo.

¿Cuál es la esencia de lo que buscamos?

“El amor al prójimo. Ésa es la verdadera felicidad”.

rafael.cardona.sandoval@gmail.com

elcristalazouno@hotmail.com