
Manek es el centinela de una ciudad al borde del Gran Desierto, este guardián tenía los ojos más agudos y poderosos que jamás hayan existido, por eso sabía el momento en que un enemigo quería atacar la ciudad. Sin embargo, un día sus ojos vieron a una mujer vestida de blanco, y su vida cambió.
Así inicia la historia que narra el escritor Alberto Chimal (México, 1970) e ilustra Elizabeth Builes (Colombia, 1987) en La Distante, libro para niños y jóvenes que rescata la tradición de contar historias, a la manera del Popol Vuh o de Las mil y una noches.
“Muchas de las historias que me gustan desde chico tienen que ver con las tradiciones antiguas de Las mil y una noche y el Popol Vuh, historias que nos vienen antes de la invención de la escritura y que en su mayoría son narraciones orales y populares que se transmiten de boca en boca”, señala en entrevista Alberto Chimal.
En la novela editada por Ediciones El Naranjo aparece la referencia a otras historias, es decir, a una cultura compartida donde hay una persona que cuenta la historia y aquellos que escuchan.
“Me gustó la idea de imitar eso en un texto. Quise jugar a tratar de imaginar o sugerir un mundo más amplio en el cual tiene lugar esta historia, un mundo donde la gente conoce historias relacionadas, pero poco sabe de otros personajes o escenarios”, indica Chimal.
La mujer que vio Manek el centinela era la protagonista de una leyenda: Akundi la Maldita. En tiempos pasados, la mujer rechazó de manera humillante a todo caballero que viajaba para admirar su belleza y pretenderla, por lo que fue maldecida por uno de sus pretendientes: cada paso que daba hacía que se alejara más y todo caballero que osara encontrarse con ella viviría el mismo destino.
“La intención era que los mundos de las historias de fantasías, remotas y de un tiempo mítico funcionaran un poco como realismo mágico, porque pasan cosas de lo más extraño pero nadie se sorprende, quería que hubiese ese desconcierto”, señala el autor.
Algo que sucede en este tipo de historias, añade, es el encuentro con protagonistas que tienen habilidades pero que al mismo tiempo son una especie de falla o defecto trágico que ocasiona consecuencias terribles.
“Desde la historia de Edipo, está presente ese elemento, haces grandes cosas pero tienen un defecto, o también está el proverbial talón de Aquiles”, indica.
Con Manek el centinela, Chimal generó dos cosas: una historia de amor y la historia de un joven inseguro, vacilante, que estuviera descubriendo su propia persona y el mundo que lo rodea.
“Manek tiene la gran habilidad de ver profundamente, que es puesta en práctica, le da un uso, pero es un joven con aspiraciones y, deseos. Descubre a esta muchacha, que no la conocía y qué descubrimiento más tremendo puede haber”, indica.
— Retomando la idea Edipo ¿en estas historias los personajes huyen de su destino?
— En el caso de este muchacho es un destino trágico, una especie de predestinación pero, por otra parte, algo que sí tienen algunas obras clásicas como la trilogía de Orestes de Esquilo, es que a la llegada de la tragedia, la conclusión terrible o desalentadora no sólo es la ruina o sufrimiento, en algunos casos puede existir la aceptación, comprensión o preservación de la propia dignidad.
“Este cuento también tiene la intención de preservar la dignidad humana en momentos de tragedia”, responde.
—¿Es una novela inspirada en los clásicos?
— Sí. Es un libro con historias anidadas una de otras. Eso es uno de los recursos o artificios que más me gustan en la vida, constantemente aquí y en otros libros que he escrito sale esa idea de jugar a que las historias se abren, que de pronto revelen ideas, sorpresas, más allá de lo que está contando la historia en cuestión porque de alguna manera establecen enlace con otras.
“Me gusta mucho ese efecto y creo que a los lectores les puede gustar también”, indica.
Sobre la ilustración hecha por la colombiana Elizabeth Builes, ganadora del premio nacional de ilustración Tragaluz en 2013, Chimal platica que fue un trabajo que se desarrolló por separado.
“Es importante darle el espacio a quien ilustra un libro como éste, uno escribe el texto pero no un guion de ilustraciones porque sería demasiado forzado tratar de controlarlo”, dice.
En opinión del autor mexicano, Builes agregó a la historia una gama de emociones.
“De expresiones que son afines a lo que estoy contando pero no detalladas de la misma manera. Hay ciertos pasajes donde se habla de las dificultades que tiene el protagonista cuando es exiliado, entonces visita diferentes lugares y en todos le va muy mal, en esa parte, el dibujo esta condensado, no trata de ilustrar las anécdotas sino que muestra al personaje rodeado de monstruos, acechado por unas bestias en un entorno desolado”, explica.
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