La verdadera familia significa amor. El núcleo familiar es el origen de la formación física y mental del ser humano. Por ello tiene tremenda importancia, pues es ahí donde aprende a valorarse a sí mismo. Es el lugar donde se adquiere la escala de valores con la que habrá de transitarse en la vida.

Por eso, si el individuo recibe en su infancia muestras de violencia, corrupción, desapego, o desamor repetirá esos estándares de comportamiento que habrán de repercutir en una sociedad corrupta, violenta e indiferente hacia sus semejantes. Sí por el contrario sus ejemplos son de amor, tolerancia y respeto, también incidirán en la conformación de la sociedad, haciendo que ésta sea más armoniosa productiva y equitativa.

La desintegración familiar actual muchas veces se debe al deseo de ambas partes de la pareja de autorrealizarse a costa de lo que sea, descuidando a los hijos a cambio de actividades externas que redundan en el otorgamiento de excesiva libertad para los hijos, los cuales al no tener quien les marque los límites, se desbocan en actitudes desenfrenadas.

Por supuesto que no me refiero a la enorme cantidad de madres de familia que se ven obligadas a salir del hogar para compensar la economía del hogar.

En general quienes crecen en el ámbito familiar y se educan tanto académica como espiritualmente, poseerán una escala de valores que los llevarán a regir su vida con moralidad y autocontrol.

La familia que funciona armónica y amorosamente no debe dejarse influir por el medio ambiente o por los medios de comunicación frente a su toma de decisiones. Ya que sucede que de pronto todo lo inadecuado e inadmisible se convierte en normal y está de moda. Entonces nuestros jóvenes querrán hacerlo todo como lo hacen los demás.

El amor en familia nos da la certeza de amarnos por lo que somos, no por lo que hacemos. Y eso es lo que nos brinda la confianza para desarrollarnos con libertad. En cambio la sociedad te cataloga de acuerdo a tus éxitos económicos, tus méritos académicos, tus pertenencias, tu belleza física o tu juventud.

La familia es la escuela del amor en la vida. Ahí se aprende a amar incondicionalmente.

Después de la etapa familiar ya debe ejercerse la propia voluntad para decidir a quién amar y de qué manera.

El amor es un arte que puede perfeccionarse cada día. Empieza por la aceptación total del ser amado, ya sea esposo (a) hijo (a) sin querer imponerles roles para que se conviertan en lo que nosotros deseamos.

El amor en la familia es una oportunidad para reflexionar en lo que podemos o debemos modificar, para que a través de esas relaciones intrafamiliares devengamos cada día más en mejores seres humanos insertándonos de forma más positiva y funcional en la sociedad.

El verdadero amor en la familia sólo puede brindarnos alegría constante, paz, serenidad, buen humor, deseos de superación y trascendencia.

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