Opinión

La imagen del profesor y las redes sociales

La imagen del profesor y las redes sociales

La imagen del profesor y las redes sociales

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Los gobiernos suelen confiar a los guerreros la misión de salvar

a los pueblos. “Salve usted a la patria”, le dicen a un hombre a

caballo que tiene una lanza en la mano, y que tiene el deber

heroico de desbaratar a grupos feroces de enemigos armados.

Hoy, la situación es otra. Es el maestro el que tiene

el deber y la posibilidad de salvar a la sociedad.

William Ospina

En los tiempos del imperio de las redes sociales, del apogeo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y las Tecnologías del Aprendizaje y el Conocimiento (TAC), se podría pensar que la escuela y el profesor son figuras obsoletas, condenadas a desaparecer, porque el acceso a los datos se ha popularizado de tal manera que basta un celular, algunas aplicaciones, seguidas de un tutorial para “aprender” cuanto se requiera; de modo que los estudiantes podrían preguntarle a su indefenso mentor: “¿Usted para qué nos sirve si nosotros podemos conseguir toda la información que queramos?”, entonces cabría cuestionarnos quién es el maestro y cómo se configuró su imagen a lo largo de la historia.

En uno de los diálogos inmortales de Platón, que lleva por título “Ion o de la poesía”, Sócrates deja en claro, después de un aguerrido debate con Ion, que no se puede hablar de ningún objeto o sujeto sin conocer sus limitaciones, alcances o naturaleza; esto es, sin definir su ser.

Y justamente, cuando se habla del maestro es importante conocer la imagen del profesor, misma que es compleja y cambiante como la figura de un actor, a la cual nos podemos aproximar según la tradición social y cultural; por la época en que ejerce su profesión; el papel que representa en determinada obra o institución; la opinión que tiene de sí mismo; lo que dicen los demás de él —alumnos, colegas e investigadores—; lo que se espera de él, según las concepciones pedagógicas de donde labora, etcétera.

En este contexto, la figura del profesor se ha adaptado a las realidades de una sociedad siempre cambiante, según las urgencias históricas del momento. Así, los grandes maestros de la humanidad han sido, en principio profetas, moralizadores y ágrafos. En China, son proverbiales las imágenes de Lao-Tsé y Confucio; en la India destaca Buda y en el Oriente Medio Zaratustra, Cristo y Mahoma, entre muchos otros que llevan el saber sin réplica a quienes deseen transformar sus vidas.

En la Grecia clásica operaba una enseñanza que pretendía alejarse del dogma religioso en pro de la razón o el logos; en este sentido pareciera perder fuerza el profeta frente al filósofo y nace de entre ambas posturas radicales, el sofista, —que sería la imagen inicial del pedagogo o profesor moderno— despreciado por Sócrates, entre otras cosas, por cobrar sus lecciones (quizá aquí esté un claro antecedente de las demandas laborales de nuestros días y la formación de organizaciones gremiales).

Durante la Edad Media, aparece otra fusión de las prácticas hebreas y griegas para dar vida no sólo a los padres de la iglesia sino al Magister, que funde el saber filosófico con la hermenéutica de la tradición judía, para establecer una enseñanza religiosa a cargo de los monjes en los monasterios; práctica que se prolonga por lo menos mil años, y que iniciará su declive en la época renacentista; por el empuje del pensamiento humanístico y científico, basados en los estudios de los procesos sociales y el contacto vivo con la naturaleza. Surgen entonces otros maestros, menos dogmáticos y más inquisidores de los diferentes fenómenos: Leonardo da Vinci y Galileo Galilei; Luis Vives y Erasmo de Rotterdam; Michel de Montaigne y René Descartes; entre muchos más.

En el siglo XVIII, el docente deja de ser un profeta iluminado, un sabio, un místico religioso o un humanista movido por el amor al conocimiento, para asumir la fuerza de la civilización y librar a los jóvenes de los dogmatismos, empujarlos a la felicidad y entregarlos, más tarde, a los brazos del progreso. Éstas son algunas de las ideas de los filósofos franceses ilustrados como Rousseau y Voltaire; ideas que se habrán de prolongar durante el siglo XIX, bajo los signos del positivismo que se resumen, de manera extraordinaria, en el lema “Amor, orden y progreso”, que aún conserva la Escuela Nacional Preparatoria de la UNAM.

La imagen del profesor mexicano difiere muy poco de la tradición europea, en la época prehispánica se le consideró un hombre sabio; en la Colonia fue un evangelizador; en el apogeo del positivismo del siglo XIX, se le vio como el “científico”; al inicio de la década del 20 del siglo pasado, José Vasconcelos, le atribuyó el papel de misionero; en la época de la Guerra Cristera, fue un rebelde, enemigo de Dios; con Lázaro Cárdenas fue un agente social del cambio (hacia el socialismo); a partir de la presidencia de Manuel Ávila Camacho (1940-1946), el profesor recupera su antigua imagen de apóstol, con la consecuente autoridad moral que pareciera cobrar fuerza en la época actual, como difusor de la cartilla moral y promotor de la felicidad del pueblo, que siempre será sabio y bueno.

Pero volviendo al presente de las redes sociales, debemos decir que la enseñanza jamás se ha reducido a la trasmisión de datos e información. El oficio del profesor implica la asunción de diversos roles dentro y fuera de las aulas para construir, con los adolescentes, una serie de conocimientos, habilidades y destrezas, que les permitan interactuar en la sociedad, para comprenderla y transformarla.

La labor docente es altamente emotiva, reflexiva y crítica; y tales cuestiones no se desarrollan sólo mediante el uso de las tecnologías, pues se trata de procesos de pensamiento que se consolidan en la interacción con las demás personas. Por eso es útil revivir las prédicas, diálogos y debates de los maestros antiguos, como estrategias tradicionales para avivar el interés de los jóvenes sobre los conflictos sociales y sus posibles soluciones.

La Escuela de Atenas, de Rafael Sanzio.

*Poeta y académico

benjamin_barajass@yahoo.com