Opinión

La inexplicable necedad de Kyle Shanahan

La inexplicable necedad de Kyle Shanahan

La inexplicable necedad de Kyle Shanahan

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Más de dos minutos y 40 segundos en el reloj, tres tiempos fuera y a medio campo. Era el último cuarto y la situación era más que idónea para que los 49ers lograrán avanzar, conseguir la anotación de seis puntos y agotar el tiempo con un sofisticado esquema ofensivo por tierra y pases cortos de bajo riesgo de control de balón.

Es verdad, fácil no era, pero dada la capacidad intelectual del coach Kyle Shanahan y con todo lo que dijo haber asimilado de la filosofía histórica de la franquicia de San Francisco y legado de Bill Walsh, la mayoría suponía que terminaría carcomiendo pausadamente el terreno hasta la zona de anotación de los Jefes para cerrar con un triunfo, un título y sobre todo, un broche de oro a una temporada de ensueño que tuvieron los gambusinos en 2019.

Por si lo anterior fuese poco o quizá muy alejado de sus vivencias dada su edad (Kyle sólo tenía 11 años cuando Walsh ganó su tercer y último Super Bowl en 1989), bastaba con el ejemplo y las obvias enseñanzas de su padre, Mike Shanahan, tres veces ganador del Super Domingo (una con San Francisco como coordinador ofensivo y dos con Denver ya como coach general). En pocas palabras, la esperanza superaba a las dudas de que la noche del domingo los 49ers ganarían con esa serie ofensiva final.

Sin embargo todo se fue a pique en sólo unos segundos, y más inexplicable aún su decisión en tercera y 10, por ordenar un pase profundo cuando aún quedaban más de dos minutos y dos tiempos fuera. Llegadas esas instancias las series se vuelven de cuatro intentos para lograr mover las cadenas, pues ya no se va a despejar el balón, es la última ofensiva del juego. Así que tenía dos jugadas para lograr esas 10 yardas.

No obstante, ahí se acabó el encuentro. Lo demás fue mero relleno para ensalsar aún más a los rivales.

¿De verdad se le viene el mundo encima de Kyle al final de los juegos que parecen ganados? Más allá de que la defensiva flaqueó en un par de ocasiones con dos jugadas largas de Kansas City que fueron clave en el regreso de los Jefes, la realidad es que el juego debió ganarlo la ofensiva y tuvo su oportunidad ideal al final del cuarto periodo.

Y no es que uno pretenda dársela de coach, porque no lo es, es el simple punto de vista y comparación que uno hace tras haber visto situaciones así en más de 40 años mirando y disfrutando este deporte. Y es cuando uno afirma: No me digan que todos esos entrenadores no han visto más de una vez esas hazañas de antaño con regresos que parecían imposibles.

Y si nos ponemos aún más estrictos, dónde quedaron todas esas historias del mismo Kyle que al llegar a San Francisco hace tres años comentó que tuvo acceso a videos, apuntes y carpetas del mismísimo Bill Walsh y que quedó impresionado por lo que había visto y el tipo de organización que eran los 49ers.

¿Y entonces, dónde quedó todo eso a la hora de la verdad, a la hora de emular y demostrar?

En el Super Bowl XXIII, con Cincinnati arriba 16-13 sobre San Francisco, el triunfo de los Bengalíes parecía inminente al ver que la última serie ofensiva de los 49ers arrancaría en su propia yarda 8 y con 3:04 minutos en el reloj.

Es verdad, sólo requerían de avanzar unas 60 yardas para un intento de gol de campo para empatar, no obstante la filosofía de Walsh fue ir por la anotación y lo hizo paso a paso, caminando campo arriba tomando lo que la defensiva rival le daba, jamás llamó una jugada larga o desesperada. En poco más de dos minutos y medio Joe Montana y la ofensiva habían recorrido el campo entero y con apenas 34 segundos en el encuentro le dieron la vuelta al marcador y se llevaron el título por 20-16.

Personajes como Walsh y Montana son irrepetibles, pero alguna enseñanza han de dejar, y más para estos coaches que nacieron y se desarrollaron en el seno del futbol americano desde su infancia.

Cuando uno ve eso, realmente se agradece haber tenido la oportunidad de verlos jugar y atestiguar que fueron únicos.

Sin embargo, ahí no terminan las inquietudes que ha despertado Kyle: en primer lugar, su absurda negativa a detener el reloj antes del medio tiempo y haber tenido una oportunidad más clara de irse arriba en el marcador al intermedio. No en vano fue desesperante ver a John Lynch, gerente del equipo, hacer señas desde su palco solicitando un tiempo fuera.

En segundo lugar, sus desaciertos al mandar jugadas en momentos tan cruciales como la serie final o como lo hizo hace tres años en el Super Bowl LI cuando era coordinador ofensivo de Atlanta y no pudo concretar el triunfo. El domingo, y casi en idénticas circunstancias, perdió el control de las cosas al final.

En tercer lugar, y en lo personal, uno de los grandes errores, su necedad de iniciar e insistir con un corredor que no estaba al 100 por ciento como Tevin Coleman, que no entrenó a la par en las semanas anteriores al Super Bowl tras dislocarse el hombro en el primer cuarto en el juego frente a Green Bay por el título de la Conferencia Nacional.

Sabemos que Coleman es uno de sus jugadores favoritos, que lo trajo de Atlanta, pero no se encuentra una razón lógica para descartar a Raheem Mostert, un jugador que estaba caliente (como dicen en el argot), en ritmo y que había sido la clave del triunfo en ese encuentro por el cetro de la NFC. Ya en el Super Bowl, la diferencia en el juego terrestre era notoria con Mostert adentro. De hecho, fue el que ganó más yardas con 58 en 12 acarreos. De haberlo puesto como titular habría logrado más de 100 yardas sin problema. Otro punto desconcertante, la nula alineación de Matt Breda, el tercer corredor y para muchos el que mejor lee los huecos en las defensivas. Sin duda, Shanahan tiene una necia preferencia por Coleman que sólo logró 28 yardas.

Y ya para terminar y hacer la catarsis completa, baste decir que de la historia se aprende, y así como Kyle y muchos otros entrenadores no han aprendido a ir de poco en poco en esas ofensivas decisivas como lo hizo en su momento Walsh y la verdadera ofensiva de la Costa Oeste (porque hay que aclarar, Shanahan no maneja este tipo de ofensiva contra lo que se diga), tampoco han prestado atención a otras historias famosas como la siguiente.

Llegada la postemporada de 1987, los Pieles Rojas de Washington se encontraron en una disyuntiva, Durante la campaña su líder corredor había sido el explosivo George Rogers, pero al iniciar los playoffs se resintió de una lesión.

El staff de Joe Gibbs echó mano de un chico que ni siquiera figuraba en los planes al inicio del año, un tal Timmy Smith. Sin más opciones, se decidieron por alinear a Smith, quien comenzó a tomar mucho ritmo en la postemporada al grado que, llegado el momento de jugar el Super Bowl XXII contra Denver, Rodgers ya estaba sano y el staff debía decidir a quién alinear.

El consenso fue, dijo en su momento Gibbs, irse con Timmy Smith. “Vámonos con Timmy. Es verdad, George está listo, pero Timmy está caliente”.

La decisión fue muy acertada, corrió para 204 yardas (récord de Super Bowl aún vigente). Irónicamente, Smith se perdió al año siguiente y no hizo nada más en la NFL; ese fue su momento.

Tras todo esto, uno se cuestiona: ¿Y todas estas historias de verdad no le dirán nada a un coach de la NFL en ciertos momentos? Sin duda, ésta será una temporada baja muy, pero muy larga, para Kyle Shanahan.