Opinión

La inocencia y la perversidad

La inocencia y la perversidad

La inocencia y la perversidad

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

No era más de una decena de activistas las que dirigían la manifestación, las que en un santiamén aparentemente perdieron el control. Tras la segunda vuelta a la Glorieta de los Insurgentes de plano preguntaron: “¿Qué,  seguimos aquí o ya nos vamos porque parecemos tontas dando vueltas?”. Decidieron terminar cuando vieron que el gobierno había protegido con mujeres policías el edificio de la Secretaría de Seguridad y pidieron “no las agredan, ellas están desarmadas y nomás están trabajando compañeras”… y se fueron,

¿Cómo es que después de acabada la marcha sobrevino la destrucción? Pasadas las 20:30 horas, aún con luz y tras evitar que sus huestes agredieran a policías, sus aguerridas lideresas se fueron. Caminaron por Avenida Chapultepec, una hasta en muletas y extraña, muy extrañamente, dejaron a un contingente de mujeres encendidas a disposición de otras fuerzas.

Inocencia increíble o una perversidad sospechosa se fueron dejando las pasiones en el caldero, no hicieron una declaración formal de cierre de la marcha, cedieron el terreno a grupos que salieron de pronto con palos y sprays que no habían sido vistos en la marcha inicial; abandonaron a unas 500 mujeres (según la SSPC) que estaban apasionadas, dejaron que de pronto se multiplicara la presencia de hombres, de personas con paliacates en la cara y las agresiones a periodistas.

Combativas, amenazantes y destructivas, con el lema “Somos malas y seremos peores”, las manifestantes cayeron en la trampa. Nadie sabía exactamente quién había convocado, por qué en plena Glorieta de los Insurgentes, donde además del edificio de la Secretaría de Seguridad existen todos los sistemas de grabación terrestre y aérea, donde no hay salidas rápidas para escape y, peor, nadie conocía cuál era el plan, el programa ni el destino de la marcha. Es más, nadie conocía a las que iban lanzando diamantina contra los hombres agredidos y contra los periodistas.

A la vanguardia, las jóvenes apasionadas y gritonas, entre ellas varias agentes vestidas de civil, en la retaguardia varios hombres de corte de pelo militar (igual que el que golpeó a Juan Manuel Jiménez, reportero de TV Azteca) que abiertamente traían el “chícharo” en el oído, hablaban corto para dar detalles, tomaban fotografías más cercanas a las imágenes que captaban los drones y se acercaban para preguntar los nombres de las activistas. Muy obvios.

Y como la casualidad no existe, habría que preguntarse cómo es que en 2019 han sido asesinados 10 periodistas en México y excepto uno, no hay resultados en la investigación, pero haya sido por un reportero golpeado por activistas feministas en una marcha, cuando entonces sí se pronuncia la Secretaría de Gobernación, que por cierto, encabeza una mujer, quien tampoco ha dado respuesta a la trata de personas ni al feminicidio, por cierto.

Nadie se ha dado cuenta que en la Ciudad de México, en el mismo mes de junio pasado, el más alarmante en términos de inseguridad, fueron asesinadas tres jovencitas y una más secuestrada, otras dos fueron descuartizadas y una menor fue arrebatada de las manos de su abuela, pero nadie les prestó atención, ni siquiera los medios de comunicación que se centraron, eso sí, en el asesinato de un hombre, el joven Roberto Ronquillo, con un amplio despliegue de información,

Luego, unos días después, a mediados de junio, decenas de denuncias ubicaron a Ecatepec, Tlalnepantla, Los Reyes, Iztalapapa, Tláhuac y la periferia oriente de la Ciudad de México como la zona más peligrosa para las mujeres por secuestros en taxis, pero de nuevo la tendencia informativa se inclinó hacia el asesinato de otro hombre, el del sacerdote Leonardo Avendaño, a quien dirigieron todos los focos.

Es la clarísima tendencia del machismo oficial y de los medios de comunicación que, en efecto, como la propia jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, han optado por elevar los efectos de una marcha y no las consecuencias de la inseguridad. En un afán de linchamiento a la manifestación.

Habría que pensar si de verdad alguien cree que a una madre que ha perdido a su hija, pero no la ilusión de volver a verla, de localizarla y rescatarla; que ha buscado en decenas de oficinas públicas ayuda, que cada mañana trata de encontrar nuevas pistas, en la ropa colgada, entre la mochila que quedó tirada en la parada del camión o entre los amigos, le va a importar, si la protesta contra la inacción de las autoridades es o no violenta o si se rompieron vidrios o mobiliario urbano o hubo reporteros golpeados.

La batalla apenas comienza por parte de las mujeres y esta vez, tras incluir a la secretaria de Gobernación al asunto, con un comunicado de prensa innecesario, parece que es el propio presidente López Obrador quien quiere “subirse” al tema y confrontarse con ellas.