Opinión

La Milicia Cívica Potosina: ciudadanos armados, una vieja estrategia contra la inseguridad

La Milicia Cívica Potosina: ciudadanos armados, una vieja estrategia contra la inseguridad

La Milicia Cívica Potosina: ciudadanos armados, una vieja estrategia contra la inseguridad

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Sergio A. Cañedo Gamboa*

En agosto de 1822 el Congreso Constituyente mexicano, a unas semanas de haber sido nombrado emperador Agustín de Iturbide, publicó un reglamento en el cual se daba la instrucción a los ayuntamientos para el establecimiento de las milicias cívicas en las provincias del Imperio. En algunas ciudades se dieron a la tarea para la integración de dichos cuerpos militares que en realidad eran diferentes al ejército, pues se trataba de cuerpos formados por ciudadanos que voluntariamente se incorporarían a esta nueva institución.

Había pasado un año de haber sido publicado el reglamento para la instalación de las milicias, el primer emperador tenía poco tiempo de haber abdicado y en la ciudad de San Luis Potosí la milicia cívica era prácticamente inexistente. En virtud de lo anterior, el 21 de agosto de 1823, el cabildo de la ciudad de San Luis fue exhortado por el jefe político Ildefonso Díaz de León para que diera cumplimiento a un nuevo decreto del segundo Congreso Constituyente en que retomaba la vigencia del reglamento de la milicia. Díaz de León comentaba que esperaba que tan importante institución “tenga su más pronto verificativo; y por cuanto yo me hallo íntimamente convencido de que el único medio de conservar la libertad de la nación es el de que dichas milicias se organicen con la brevedad posible.” Este asunto de la integración de la milicia se había vuelto de relevancia para el gobierno de la provincia pues se apostaba que con la presencia de los cuerpos de milicianos se redujeran los índices de inseguridad tanto en las ciudades como en los caminos rurales y reales, además sería una fuerza armada que podría ser de utilidad para defender las soberanías estatales de agentes externos e incluso del mismo gobierno nacional.

Las medidas de presión del jefe político dieron resultado. En agosto de 1823, el cabildo de la ciudad de San Luis conformó la primera compañía de infantería. Para ello se siguió lo establecido en el Reglamento de la Milicia Cívica que precisaba en su capítulo tercero que el nombramiento de los oficiales se debía realizar mediante un proceso de elección plenamente democrático a través de la emisión de votos: “Los oficiales de compañía, sargentos y cabos, se elegirán por los individuos de ella, a pluralidad de votos de los concurrentes ante los ayuntamientos”.

Durante el proceso del nombramiento de oficiales, el secretario del ayuntamiento registró los votos y los contabilizó. “Uno por uno de los concurrentes fueron acercándose a mí, el secretario, expresando el individuo a quien nombraban capitán, cuyos votos se fueron asentando para confrontarlos después”. En la primera votación no hubo pluralidad de votos, en una segunda ronda con 48 votos quedó electo capitán José Antonio Taranco; con 40 votos primer teniente recayó en Joaquín Gárate y como primer subteniente resultó Juan José Domínguez. Con este mismo procedimiento se fueron nombrando los demás oficiales de la primera compañía, la cual quedó integrada por un total de 93 miembros siendo 29, oficiales, y el resto eran denominados simples milicianos. Algunos de los miembros que conformaron la oficialidad de esta compañía de la milicia eran personas dedicadas al comercio y otros oficios y profesiones, había además individuos que contaban con trayectorias políticas de consideración. Lo contrario acontecía entre los llamados simples milicianos quienes en su mayoría eran individuos que trabajaban como empleados de negocios o talleres, artesanos y labradores. Así quedó integrada la primera compañía potosina de milicianos.

Días después el ayuntamiento de la ciudad de San Luis procedió a la integración de la primera compañía de caballería. Contrario a lo acontecido con la infantería, el procedimiento fue errático desde su inicio, extrañamente el cabildo realizó el alistamiento conforme el artículo 6 del Reglamento de la Milicia Cívica en lugar de haber observado el artículo 68. El artículo 6 indicaba la forma como se debía organizar la compañía de infantería, mientras que el 68 precisaba la integración de las partidas, compañías y escuadrones de caballería. El error en el fundamento y en el procedimiento de la elección debió ser solventado por el ayuntamiento, sin embargo, éste consultó a la Diputación Provincial de San Luis Potosí; en sesión de 3 de septiembre de 1823, la Diputación tuvo conocimiento del error y consideró que era necesario reponer la elección y comunicó al jefe político Ildefonso Díaz de León, que “se renueven las elecciones de la primera compañía de cívicos de caballería…”.

El 22 de septiembre el cabildo estableció la primera compañía de caballería, ahora sí con apego al capítulo IX artículos 68 y 69 del Reglamento de la Milicia Cívica. El nuevo capitán de la compañía fue José María Moreno, el teniente resultó en la persona de Mariano Borja, el subteniente primero fue Félix Herrera y el segundo Rafael del Castillo. El cuerpo total de esta compañía contó con 15 oficiales y 48 simples milicianos. La integración de la compañía de caballería no fue una labor fácil pues en los requisitos para ser miembro se establecía que aquellos que se alistasen debían poseer caballo y montura.

En cierta manera, la élite podría tener más interés por pertenecer a la caballería además de poseer los recursos indicados, incluso varios milicianos de las compañías de infantería solicitaron su cambio a la caballería por considerar que en ésta estarían más cómodos y con sus iguales. Comerciantes y mineros, profesionistas, alcaldes, regidores, futuros gobernadores y diputados formaron parte de esta compañía.

Durante los últimos meses de 1823 y los primeros de 1824 el cabildo de la capital continuó con las acciones encaminadas a la formación de compañías de infantería para la milicia cívica, al menos se integraron cinco más, dando un total de seis de este tipo y sólo una de caballería; sin embargo, fueron varios los problemas que enfrentaron, como la nula dotación de armas y la indisciplina prevaleciente entre la tropa. Las compañías de milicianos duraron poco, al mediar el año de 1825 fueron desintegrándose o bien ya no se les veía activas en entrenamientos o en la realización de guardias. Se volvieron también innecesarias debido a que en San Luis era constante la presencia del ejército permanente que resguardaba las ciudades y los caminos.

La formación de estas compañías de la milicia cívica fue un esfuerzo de la élite potosina por dotarse de una fuerza armada que estuviera bajo su control mediante el ayuntamiento, espacio dominado por la misma élite, sin embargo, la militarización y organización de la milicia fue difícil, de hecho, a finales de 1824 eran pocas las compañías de infantería y de caballería debidamente armadas y pertrechadas en los ayuntamientos del estado. A inicios de 1825, la milicia cívica potosina fue prácticamente desmantelada por motivos diversos quedando con ello truncado un intento por mantener el orden, disminuir la inseguridad y defender la soberanía estatal mediante la formación de compañías integradas por ciudadanos armados.

* Sergio A. Cañedo Gamboa, Programa de Historia en El Colegio de San Luis. Este texto está basado en un manuscrito más amplio realizado por el autor y de próxima aparición.

Lectura sugerida para saber más: Serrano, José Antonio y Manuel Chust, ¡A las armas! Milicia cívica, revolución liberal y federalismo en México (1812-1846). Madrid: Marcial Pons, Instituto de Investigaciones Histórica de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2018.