Opinión

La nostalgia de los 30 millones de votos

La nostalgia de los 30 millones de votos

La nostalgia de los 30 millones de votos

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El triunfo de AMLO en las elecciones presidenciales del 2018 no sorprendió a nadie. Resultó inaudito, eso sí, que recibiera más de 30 millones de votos. Una cifra alucinante que le permitió desde el principio aspirar a una presidencia de las de antes, de las del siglo pasado, con un partido hegemónico, casi único, y la oposición tirada en la cuneta, balbuceante, tratando de anotar las placas de la aplanadora que le había pasado por encima.

El dato central de lo que va de la 4T es que las elecciones de mitad de sexenio votaron a favor de Morena apenas 16. 7 millones de personas. O sea que en tan solo tres años más de 13 millones de personas cambiaron de opinión y al menos en las urnas le retiraron su apoyo a la opción que encabeza López Obrador. Él lo sabe y le duele, pero adopta en público, como estrategia, decir que de todas formas es el partido más votado y que sus rivales, los conservadores, se quedaron con las ganas de derrotarlo.

Si Morena no detiene su caída en los siguientes tres años terminará siendo un ave de paso en el quehacer político nacional y pasará a convertirse en una franquicia electoral compitiendo con el PVEM y, horror, el PRD. Sin el influjo de AMLO, el político más popular de México en las últimas décadas, Morena es vulnerable en extremo y otras figuras, con formas diferentes de hacer política, tocan a la puerta y se quieren meter hasta la cocina, como la pareja regia de Samuel y Mariana. Durante estos tres primeros años, el principal enemigo de AMLO ha sido él mismo que se auto boicotea un día y otro también.

Esos 13 millones de personas que ya no votaron por él lo hicieron porque él les dio la espalda. Mucha gente está molesta por asuntos como el recorte bárbaro a ciencia y tecnología, por el ninguneo a los trabajadores de la cultura, por la escasez de medicinas, por el Toro sin Cerca, por el rechazo al cubrebocas, por el uso de estampitas religiosas, por la militarización, por las risas ante las masacres, por el saludo a la mamá del Chapo, por la docilidad ante Trump, por el colapso de la L12, y por muchas otras razones. No hay aquí un complot de la derecha internacional, es un complot del equipo que hace ese ejercicio delirante que son las mañaneras. Claro que sus adversarios tratan de sacarle provecho a la situación, pero lo cierto es que la anti campaña contra Morena sale de Palacio Nacional.

Lo que el presidente todavía no puede digerir son las derrotas a Morena en la CDMX. Por alguna extraña razón López Obrador pensó que la ciudad estaba escriturada a su favor y que no importaba lo que hiciera siempre votarían por él, pero no. Quedó claro que una ciudadanía informada y exigente le puede dar la espalda. Morena en la CDMX se tiró en la hamaca a esperar sus triunfos. Eligieron candidatos para salir del paso, como si pudieran ganar con ponerse la camiseta. No fue así. Revertir la molestia de las clases medias citadinas no será nada fácil y AMLO optó por emprender la reconciliación insultando a ese sector de la población en una actitud de enajenado al que le urge ayuda profesional. De los 30 millones de votos solo queda la nostalgia.