Opinión

La OEA y la diplomacia mexicana

La OEA y la diplomacia mexicana

La OEA y la diplomacia mexicana

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

"Desde Garibaldi, Martí y Haya de la Torre, hasta Rigoberta Menchú, Gabriel García Márquez y Hortencia Bussi, viuda de Salvador Allende, [así como] sus hijas, Isabel y Beatriz; la institución del asilo diplomático es una figura señera y entrañable de la historia diplomática mexicana que hoy se reafirma por razones humanitarias y de protección a los bolivianos. En esta tradición mi país recibió a miles de perseguidos políticos de diversas nacionalidades: españoles —cientos de niños, entre ellos— alemanes, checos, argentinos, salvadoreños, guatemaltecos, panameños, paraguayos, colombianos, hondureños, brasileños, chilenos, uruguayos, peruanos y bolivianos, entre muchos otros, incluyendo, recientemente, personas de nacionalidad venezolana [y ecuatoriana, de la oposición]."

La cita anterior es parte del documento leído por México en la OEA. Ya era tiempo de que en las legendarias y lamentables asambleas de esta organización se respiraran aires menos pútridos.

Los actuales aliados del organismo internacional en México,  son ahora una minoría que forma parte de una oposición destructiva y recalcitrante, incapacitada para ser agente de cambio porque sólo sabe polarizar y de manera torpe.

Los socios minoritarios de la OEA en México son los que reconocen a Guaidó como salvador de la democracia venezolana, quienes firman cartas al lado de Bolsonaro, quienes hacen Mutis por las barbaridades que comete Piñera en Chile y quienes se escandalizaron por el asilo que el gobierno mexicano le proporcionó al expresidente Evo Morales.

En la OEA, México tiene una agenda menos entreguista a pesar de la relación asimétrica que tenemos con Estados Unidos. En su seno ya se escuchan críticas inteligentes por parte de la representación del gobierno mexicano.

Otros países de la región como Argentina y Uruguay, en caso de que la izquierda de ese pequeño país retenga el poder tras la segunda vuelta electoral, formarán parte de un escenario internacional menos lacayo como el que nos caracterizó con Fox, Calderón y Peña Nieto. Será muy saludable para la democracia internacional que se configuren nuevos bloques de los que nuestro país estuvo por muchos años al margen.

Los posicionamientos de México y Uruguay ante los hechos de Bolivia fueron claros. Rechazo al golpe de Estado, al uso de la fuerza en el país hermano y apoyo a la convocatoria de nuevas elecciones con la participación de todas las fuerzas políticas bolivianas, cuya mayoría dista mucho de estar representada por Jeanine Áñez, quien Biblia en mano expide decretos para que los militares repriman manifestaciones en su contra.

Desde luego que Evo Morales y el vicepresidente boliviano no van a participar como candidatos en un eventual proceso electoral: su empecinamiento por seguir en el poder puso al país en una situación de riesgo que fue aprovechada por los golpistas.

Sin embargo, Bolivia alcanzó los más altos índices de crecimiento sin los costos sociales que los experimentos de Friedman le acarrearon a los chilenos, hasta hace unos meses ejemplo del “exitoso” modelo de regulación del libre mercado; ejemplo caído a pedazos en unas cuantas semanas.

Aunque son preocupantes las manifestaciones de racismo y odio que se dieron en algunos sectores de nuestra sociedad por la decisión de asilar a Evo y algunos políticos perseguidos por el gobierno de facto de Bolivia, es encomiable que México retome su tradición diplomática basada en el principio de no intervención y solución pacífica de las controversias.

El documento leído por Luz Elena Baños Rivas en la reunión extraordinaria solicitada por México en la OEA, es un ejemplo de un área que sencillamente olvidamos o la entregamos a interpretaciones tecnocráticas: la diplomática.

Twitter: @dgfuentess