Opinión

La pasión por el poder, la pandemia y la Edad Media

La pasión por el poder, la pandemia y la Edad Media

La pasión por el poder, la pandemia y la Edad Media

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Este inicio de año no se ve favorable para los habitantes del planeta. A pesar de la producción de las vacunas contra el SARS-Cov-2, la pandemia cunde y tunde por todos lados, las mutaciones del virus parecen una escritura, como de ideogramas chinos, que impone una novedad, otra lectura. España y Francia ratifican la variante que hace unos días se formó en Gran Bretaña. También apareció esa cepa en Dinamarca y Australia. Muchos países han clausurado vuelos aéreos procedentes de Gran Bretaña. Francia cerró sus fronteras con el Reino Unido por cielo, tierra y mar. Anticipar es la clave de crisis como la que estamos viviendo. En México, sin embargo, pasamos largos meses sin anticipar nada, ya se sabe lo que decía el presidente López Obrador, desde que el coronavirus era menos agresivo que la influenza, que nos abrazáramos, muchas otras ejemplares sugerencias y aún sigue sin darle importancia al cubrebocas. El martes 5 de enero por la tarde, las cifras oficiales registraban 128 mil 822 muerte por Covid-19. Lejos de paliar las pérdidas económicas protegiendo a las PyMes (pequeñas y medianas industrias), dice que el contagio se está controlando. Ofreció, además, exilio político a Julian Assange, en un acto de histrionismo, de juego de poder y de enfrentamiento al próximo presidente de los Estados Unidos. Esto último a saber por qué.

En Estados Unidos la situación sanitaria es mucho más grave que en nuestro país. De acuerdo con el Washington Post, el mismo día 5, reportaba 355 mil muertes en la Unión Americana.. Pero el presidente saliente, el furibundo, republicano y populista Donald Trump, ante la muerte y la tragedia, prefiere emperrarse en no abandonar la Casa Blanca. Sus acciones en los últimos días han sido peligrosas, anticonstitucionales , cercanas a provocar un golpe de estado e impedir que el presidente electo, el demócrata Joe Biden, asuma el poder. Nunca habíamos se había visto algo semejante en el país vecino. Trump insiste ahora en que el vicepresidente, Mike Pence, cambie el resultado de las elecciones, lo cual no será posible. Y ayer, miércoles 6, Pence envió una carta donde especifica que no intervendrá en el conteo electoral. Un caterva de seguidores de Trump se queja afuera del Capitolio, mientras los votante en Georgia parece que dan el triunfo en el senado a los demócratas.

Muchos otros debarajustes ocurren en el mundo. Irán viola el acuerdo nuclear. China neutraliza el movimiento democrático en Hong Kong. Kim Jong Un en Corea del Norte admite que ha padecido “lecciones dolorosas” en cuanto a la economía de su país. Muchos otros asuntos, de gran envergadura, afligen a la humanidad.

El virus maldito, entretanto, recorre gran parte del mundo. Brasil y Sudáfrica no saben dónde acomodar a los muertos por la Covid. Tailandia, que había marchado muy bien para impedir la entrada de la Covid, se enfrenta a una montonal de contagios. De España e Italia, ni hablamos. Las festividades navideñas, el invierno y la negación ante el monstruo de la enfermedad, han suscitado una nueva oleada de la plaga. Las ambulancias en Los Ángeles, California han recibido la orden de no transportar a pacientes con pocas posibilidades de sobrevivir.

Inmunizar a los millones de personas que vivimos en la Tierra llevará tiempo, no serán parejas las campañas de vacunación en un lugar y en otro. Esto llevará tiempo, así que no queda más que cuidarse y no perder la paciencia. Cuando interactúo con una persona fuera de mi casa, no sólo porto tapabocas sino que recurro a la careta. Constantemente me “sanitizo” las manos con gel. Salgo muy poco, trabajo desde casa. Sí, soy un privilegiada. Ayer, Zoom de por medio, me “reuní”, con mis alumnos de la UNAM después de las vacaciones. Ninguno de ellos se encontraba dispuesto a comentar los libros y el ensayo que había pedido que leyeran. Necesitaban una catarsis. La Covid 19 había entrado a la casa de muchos: el abuelo, la tía con diabetes que vive sola, la madre y la hija que enfermaron, la que tose todavía desde las profundidades de su cuerpo, los que murieron , los chavos que no han enfermado pero atraviesan por una depresión debido al confinamiento y no pueden disfrutar su juventud.

Termine llorando con junto con los estudiantes.

En Washington D.C. hay toque de queda por los disturbios originados por los seguidores de Trump: supremacistas blancos, xenófobos, devotos, algunos, de las armas. Nadie entiende y muchos nos visualizamos en el medioevo, durante las terribles pestes . Leí hace poco en El país acerca de la cofradía de la Hermandad de la Sangre de Cristo, que, desde el siglo XIII, recoge cadáveres en la ciudad de Zaragoza, capital de Aragón en España. Su misión es dar cristiana sepultura a muertos que nadie reconoce o levantarlos y avisar a sus familiares. La cofradía, aún hoy, la forman 50 miembros, hombres, y su gran obra de misericordia reside en brindar una sepultura a los que han perdido la vida en la calles. Lo llevan a cabo con orden judicial. Uno de sus cometidos principales es pasear, durante las procesiones de Semana Santa, a una talla de un Cristo en el sepulcro, que data del siglo XVI y se desconoce a su autor. El Cristo posee los ojos, la quijada, el rostro de un muerto y, durante la Guerra Civil, le metieron una par de balazos, “heridas” que se exhiben también. Posee brazos articulados y pelo natural. A mí, lo confieso, estas tradiciones católicas y su parafernalia de imágenes me disgustan y me aterran, pero pienso en los cadáveres regados en Sudáfrica y en Brazil, víctimas de la Covid, que no hay quien los recolecte y me conmueve la Cofradía de la Hermandad de la Sangre Cristo. Ojalá hubiera esa cofradía en todos lados y no nada más en Zaragoza. Con las preocupaciones de los líderes populistas los muertos por la Covid no importan mucho.