Opinión

La política de Los Ángeles

La política de Los Ángeles

La política de Los Ángeles

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Los ángeles que llevamos dentro (el declive de la violencia y sus implicaciones), Steven Pinker lo apunta de pasada, más como una intuición que como una investigación sistemática, pero de todas maneras le pega a un clavo: “…la multiplicación de los movimientos no violentos a lo largo de los últimos 200 años es otra muestra del avance de la pulsión de la que hablamos… que las formas pacíficas de hacerse oír, el razonamiento y la apuesta por el diálogo  para entender, se configuran como el tipo de política dominante en el cercano futuro de las democracias e incluso en las dictaduras que todavía sobreviven en el planeta” (p. 35, Paidós, 2011).

En el mismo año —aunque más sistemáticas y por su propio lado— las investigadoras Erica Chenoweth y Maria J. Stephan, desplegaron una vasta indagatoria de lo que denominan “la resistencia civil y el conflicto no violento” en todo el mundo desde 1900 y hasta el año 2006. Comienzan por reconocer si tales movilizaciones recurrieron o no a la violencia y lo que quieren indagar entre otras cosas es la eficacia de unas y otras, y el resultado es notable: el éxito de las no violentas duplica a los éxitos de los insurrectos, guerrilleros, grupos armados, anarquistas, tirabombas o simplemente vándalos (Cómo funciona la resistencia civil: la lógica estratégica del conflicto no violento, Columbia, 2011).

Las autoras racionalizan y meten a la política lo que suele tratarse como una mera opción moral a saber: que la no violencia es un principio y  punto. Para nuestras autoras Chenoweth y Stephan, además de un principio la no violencia es una estrategia que confiere ventajas muy importantes si se compara al uso de la fuerza. La primera: atrae a más gente, especialmente a las mujeres, a los mayores y a los niños. Y segunda: porque es mucho más eficaz en la gestión del día después, o sea cuando las cosas vuelven a la calma, cuando ha cambiado el régimen cuando se han satisfecho las demandas o cuando se vuelve a cierta normalidad, la no violencia no se enfrenta con el problema del desarme.

Es importante decir que nuestras autoras comenzaron su investigación sosteniendo la hipótesis inversa, o sea que la maldad, las armas y la violencia son los verdaderos fórceps y las parteras de la historia. Puede ser cierto en algún tramo de la historia pero parece que en esos últimos dos siglos la no violencia va ganando. Un gran punto para la hoy denostada democracia.

En su sistemática búsqueda (323 casos en total) Chenoweth y Stephan se encuentran otro número que, de alcanzarse, cambia la correlación de fuerzas entre la protesta movilizada y el gobierno: 3.5 por ciento de la población en la calle. La cosa es muy discutible, por supuesto, pero da la casualidad que éste es el umbral que las movilizaciones en Sudán, Puerto Rico y Hong Kong alcanzaron este 2019 para obtener sus propósitos. En los primeros dos casos, propiciar la caída de sus gobiernos y en el segundo, cancelar una ley de extradición.

Todo lo cual nos informa de un optimismo progresista e ilustrado (aunque las excepciones están allí y hay que verlas: Chile muy cerca de nosotros y Siria como ejemplo mundial de una verdadera deriva nacional cuyos movimientos pasaron de la protesta no violenta al vandalismo, el pillaje y la destrucción).

Como quiera que sea, al finalizar “el año de las protestas”, en Barcelona, Lima, Beirut, París o Bogotá, no deja de ser interesante voltear a ver el largo plazo de la política mundial y constatar que en el último siglo la apuesta que se propone actuar renunciando explícitamente a todo medio violento no sólo es éticamente superior, sino también políticamente el doble de eficaz (y con más mujeres en el movimiento).

¡Feliz año!