Opinión

La prueba PISA, más allá de un acuerdo internacional de evaluación educativa

La prueba PISA, más allá de un acuerdo internacional de evaluación educativa

La prueba PISA, más allá de un acuerdo internacional de evaluación educativa

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La evaluación educativa debe ser un proceso continuo en el sistema de enseñanza aprendizaje que permita tomar decisiones y medidas de mejora, correctivas o de reforzamiento para garantizar la consecución de los objetivos educativos y el éxito de la práctica pedagógica; debe ser un instrumento de valoración y seguimiento de resultados y estadios en la formación de los estudiantes, además de contribuir a la adecuación y a los metodológicos y de procedimientos que contribuyan a la eficiente interacción entre los actores de la comunidad educativa: autoridades, docentes, padres de familia y la comunidad del entorno escolar.

Desde el año 2000, aunado a los objetivos educativos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), nuestro país ha sido uno de los pioneros en implementar el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés), y el cual ha sido adoptado en más de un centenar de países para aplicar una prueba estandarizada que mide la calidad educativa de millones de estudiantes en el mundo.

En nuestro país la última evaluación PISA que se aplicó fue en el 2018 (para este año se tenía programada la aplicación de la prueba, sin embargo, tuvo que ser aplazada por el Covid-19), cuyos resultados permitieron conocer que tres de cada diez estudiantes no alcanzaban los aprendizajes suficientes en materias como la lectura, matemáticas y ciencia; comparativamente en estos rubros, el resto de los países miembros, obtuvieron un promedio de 13 por ciento.

Con base en este tipo de datos, cada país puede cotejar las competencias de su alumnado y optar por determinadas políticas públicas a fin de mejorar su desempeño y la de los otros participantes en los procesos formativos, permitiendo así obtener una visión clara y completa tanto del sistema educativo nacional como del aprendizaje de cada estudiante.

Esta prueba internacional se ha enfocado, precisamente, a la medición de las habilidades en la lectura, las matemáticas y la ciencia (sin considerar por ahora otros aspectos de la formación integral de los alumnos), siendo un recurso adicional para conocer los niveles formativos, capacidades, competencias y conocimientos concretos de cada individuo, y que han contribuido al avance y desarrollo dentro de los niveles del sistema educativo nacional.

Al respecto, el Presidente de la República, en su conferencia del pasado lunes, desmintió la intención de nuestro país de abandonar sus compromisos internacionales, sin que esto menoscabe los esfuerzos nacionales emprendidos por la Secretaría de Educación Pública (SEP) en favor de mejorar la calidad educativa. Y a decir de él mismo “todo lo que signifique mejorar la educación es apoyado y respaldado, (…) estamos participando para mejorar la educación”.

En este sentido, la titular de la SEP, Maestra Delfina Gómez Álvarez, externó la voluntad de la dependencia a su cargo para continuar con la aplicación de la prueba PISA, reconociendo la importancia que tiene la evaluación para las maestras y maestros, como un diagnóstico que, al detectar fortalezas y debilidades, y con base en otros resultados obtenidos, contribuya a la elaboración de un plan de trabajo que refuerce una dirección sólida para organizar y sistematizar los procesos en el cumplimiento de metas y objetivos.

Como condición para el cumplimiento de esta responsabilidad, la funcionaria resaltó el que las y los estudiantes deben encontrarse nuevamente en las escuelas, para lo cual se están analizando los mecanismos pertinentes para su realización. De igual manera, apuntó, de manera oportuna y proactiva, que con independencia de la prueba PISA, se realizarán evaluaciones diagnósticas adicionales en beneficio de la educación nacional.

Desde esa perspectiva, la OCDE ha reconocido la labor de México al enfocar su atención sobre la urgencia de mejorar las oportunidades educativas de las comunidades más marginadas, poniendo énfasis en el costo negativo de largo plazo, al no implementar acciones decididas. Así mismo, ha señalado que “mientras la pandemia erosiona la educación y profundiza gravemente las múltiples deficiencias y desigualdades de los sistemas educativos en el mundo, este tipo de información se ha vuelto, cada vez más, crucial para asegurarse de que el futuro de los y las estudiantes y profesores no se vea comprometido. No se puede mejorar lo que no se puede medir”.

Según este organismo internacional, en medio del difícil contexto de la pandemia, un mayor número de países han decidido implementar la prueba PISA, por lo que la próxima edición incluirá no sólo a los 37 países miembros, sino a 112 naciones y economías del mundo comprometidas con este propósito común. En América, con excepción de Bolivia, Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela, todos los países participan o se preparan para ello.

Hoy, muchos de los esfuerzos de las autoridades educativas federales, derivan en políticas de evaluación del aprendizaje de los estudiantes, del desempeño docente, del funcionamiento de las escuelas y de la transparencia en la aplicación de recursos, como parte de estrategias orientadas a enfrentar retos de la Nueva Escuela Mexicana y elevar el aprendizaje del alumnado. Sus resultados proporcionan indicadores que miden la eficacia, equidad y eficiencia en los sistemas educativos, brindando elementos de referencia y comparativos internacionales para dar seguimiento a las tendencias educativas.

En esta nueva realidad, por lo tanto, la evaluación educativa debe dejar atrás las definiciones tradicionales de control y fiscalización; abandonar sus connotaciones punitivas o sancionadoras, y convertirse en pieza fundamental para rediseñar estrategias didácticas, ya que una calificación o descalificación sin propuesta de cambio y mejora resulta inapropiada en el proceso educativo.

Además de cumplir con los acuerdos internacionales en favor de la educación, el significado de la aplicación del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos, aunado a los propios esfuerzos que en este sentido realice la SEP, es el de consolidar las transformaciones necesarias que aseguren a las generaciones actuales y futuras su derecho humano a la educación; a terminar con la desigualdad, y contribuir al desarrollo social y comunitario, revalorando la diversidad, esencia y potencialidades de cada ser humano en formación.