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La reforma ineludible, un texto de Gilberto Guevara Niebla

Imponer reglas sanitarias en el sistema educativo es tan difícil como difícil ha sido imponerlas en el país. Se puede anticipar fácilmente que la indisciplina que observan los mexicanos frente a la pandemia se va a reproducir —probablemente con rasgos más acentuados— en las escuelas

La reforma ineludible, un texto de Gilberto Guevara Niebla

La reforma ineludible, un texto de Gilberto Guevara Niebla

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Todo comenzó cuando el presidente decidió designar a los profesores como grupo prioritario para recibir la vacuna anti-Covid, decisión asociada, se colige, a la intención de que las escuelas volvieran a clases. Reabrir las escuelas después un año y tres meses de clausura es urgente y deseable.

¿Pero bajo qué condiciones? Los estudiantes no son invulnerables al Covid 19. En los últimos meses se ha documentado que los casos de pequeños con la enfermedad aumentan peligrosamente. Incluso las personas vacunadas enferman y mueren. Al presidente no le importa. “Hay que tomar riesgos” dice, porque el riesgo no es suyo, lo que está en riego es la vida de alumnos y maestros, es decir, de una porción significativa del pueblo que tanto dice venerar.

Intuitivamente, los padres de familia y muchos maestros se oponen a la idea. En realidad, la decisión es problemática y, tomada en serio, exige solucionar algunos problemas. Asumamos que se vuelve a clases sin vacunar a los alumnos; en tal caso, hay que asegurar la protección de la salud de todos los actores educativos cosa que sólo se puede lograr bajo ciertas condiciones materiales y cumpliendo rigurosamente los protocolos sanitarios.

Imponer reglas sanitarias en el sistema educativo es tan difícil como difícil ha sido imponerlas en el país. Se puede anticipar fácilmente que la indisciplina que observan los mexicanos frente a la pandemia se va a reproducir –probablemente con rasgos más acentuados--- en las escuelas. El sistema educativo es un aparato gigantesco, con 34 millones de alumnos, 2 millones de maestros, 200 mil escuelas y 34 millones de familias con hijos en la escuela.

Crear un consenso en este sistema es una gran monserga. Es fácil que el director organice y coordine a su escuela, lo que es más difícil que esa organización y coordinación pretenda realizarse desde la secretaría de educación del estado o desde la Secretaría de Educación Pública, en la capital del país. Sorprende a todos que AMLO se obstine en dirigir a la educación desde presidencia, lo cual es absurdo e ineficaz.

En segundo lugar, el sistema escolar sufre carencias graves. Hay escuelas grandes que cuentan con todos los servicios, pero, en la periferia rural y urbana, hay escuelas pequeñas con carencias materiales: a veces no tienen servicio de agua potable, otras veces, carecen de electricidad, de servicios de drenaje, etc. En ciertos casos la dimensión del espacio escolar hará difícil que se guarde la “sana distancia”, en otro será imposible lavarse las manos, etc.

En tercer lugar, hay problemas económicos que es improbable que encuentren solución rápida. El gobierno federal y los gobiernos estatales están obligados a proveer a las escuelas de elementos materiales como mascarillas, jabón, alcohol y gel antibacterial y asistencia médica. Reactivar las escuelas implica también gastos que habían sido suspendidos, reestablecer los desayunos escolares, dar mantenimiento a los edificios, etc.

En cuarto lugar, se requiere una estrategia pedagógica no para volver al pasado (cosa imposible) sino para reconstruir el proceso educativo. Asentarlo sobre nuevas bases. Una de ellas es llevar las tecnologías digitales a la educación escolar, proveer a alumnos y maestros con computadoras y con internet y capacitarlos en el dominio de las habilidades digitales. Es indispensable, insoslayable, que las tecnologías digitales se integren definitivamente al sistema educativo nacional.