Opinión

La relación entre la universidad y la revolución mexicana

La relación entre la universidad y la revolución mexicana

La relación entre la universidad y la revolución mexicana

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Sorprende descubrir que después de 1910 una serie de universitarios destacados hicieran críticas corrosivas a la Revolución Mexicana. Aunque con cuidada sutileza, lo hizo Alfonso Reyes que vio morir en 1913 a su padre frente a Palacio nacional abatido por las tropas maderistas. Martín Luis Guzmán, en El Águila y la serpiente y La sombra del caudillo hace una crítica devastadora contra los revolucionarios. En El Río de mi sangre Fernández MacGregor describe a los zapatistas que ocupaban Palacio Nacional como animales, bestias, seres despreciables que no reparaban en masturbarse en público. En las Memorias de Pancho Villa, Martín Luis describe a Villa como un bandido despiadado y ajeno a toda moral.  La Revolución era la Barbarie que se proponía aplastar a la Civilización.  Cuando se produjo el golpe de Estado de Victoriano Huerta, los universitarios, en masa, aplaudieron el derrocamiento de Madero y el ascenso del militar golpista. Las relaciones de la Universidad con Huerta fueron estrechas, muchos universitarios se incorporaron al gobierno (entre ellos los hermanos Bernardo y Alfonso Reyes), un universitario, Nemesio García Naranjo, ocupó la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas artes; por su parte, la Universidad, atendiendo una sugerencia del dictador, militarizó la Escuela Nacional Preparatoria. En realidad, muy pocas figuras universitarias se adhirieron a la causa revolucionaria, la más notable fue José Vasconcelos; otro fue Mariano Azuela, que se incorporó como Médico al ejército de Pancho Villa; pero fueron pocos casos.

La oposición Universidad-Revolución se profundizó en los años que siguieron. Hubo conflictos entre las dos partes en 1923, 1925, 1928 y 1929. Miles de universitarios se unieron a la campaña electoral de Vasconcelos de 1929. Ese mismo año se concedió autonomía a la Universidad, pero no fue una concesión graciosa sino una acción política que buscaba aislar y, eventualmente, destruir a la institución. En el acto en el que se otorgó esa autonomía, el secretario de educación, Ezequiel Padilla, lanzó una violenta filípica contra la Universidad (“que ocupa la trinchera de la reacción”). En la ley de autonomía de 1933, se decidió dar a la UNAM una cantidad determinada de dinero (10 millones de pesos) como único y último financiamiento que recibiría la institución. Por añadidura, el nombre oficial de la institución perdió el calificativo de “Nacional”, lo cual, podía interpretarse como una suerte de privatización.

La adopción por el Estado Revolucionario de la educación socialista (1934) polarizó más la situación. En el célebre debate entre Antonio Caso y Vicente Lombardo, este último reclamaba a la Universidad su alejamiento de los problemas e intereses sociales.

Pero en los años siguientes se fue construyendo la reconciliación. Esto ocurrió en el marco del sexenio cardenista. En 1938, ocupó la rectoría de la UNAM un amigo personal del general Cárdenas, el licenciado Luis Chico Goerne quien adoptó un discurso social y, entre otras cosas, creó el servicio social, promovió el extensionismo e inauguró Radio Universidad. Ese mismo año se creó el partido de la derecha, el PAN y es curioso advertir que, en su creación, participaron 5 exrectores universitarios. Como sabemos, a la postre, el Estado reestableció al subsidio a la Universidad y en 1945 se firmó la nueva Ley Orgánica que simbolizó la reconciliación final entre las partes. La unidad entre el Espíritu y el Poder tuvo lugar en el marco de la industrialización acelerada que vivía México en esos años.

Gilberto Guevara Niebla