Opinión

La Vespertina

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La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Ya lo sabemos: se construyó en estos últimos años —y sobre todo a partir de los resultados de las elecciones presidenciales de julio del año pasado—un nuevo liderazgo político en el país.

Por la contundencia de los resultados electorales del año pasado —los multicitados 30 millones de votos para Morena—; por la aplastante mayoría parlamentaria del nuevo partido en el poder en ambas cámaras; pero también por el estilo personal de gobernar del presidente López Obrador (su vocación de dirigente nacional de nuevo cuño, arropado por las masas, que la pasada noche de su primer “Grito” pareció recibir la alternativa), y sobre todo, por la manera en la que el presidente comunica todos los días sus mensajes políticos e inventa un vocabulario propio para ellos (el glosario de la 4T), es que  hoy tenemos en el panorama nacional a un presidente que gobierna sin contrapesos efectivos y con niveles de aceptación y respaldo popular no vistos en décadas.

Por sobre todos los demás atributos, el liderazgo del presidente radica en el mensaje, en los mensajes, en su exposición diaria al escrutinio público a través de sus conferencias mañaneras —en primerísima instancia— así como al resto de discursos en actos públicos y spots publicitarios que complementan su estrategia de comunicación.

En las conferencias “mañaneras” todos los días el presidente expone y defiende sus causas; repite su credo y las cuatro o cinco frases de su ethos político; denuesta  a sus adversarios; pontifica y argumenta; defiende y ataca; promete.

Además, en las “mañaneras” le abre las puertas del foro principal de la nación a sus colaboradores para exponer planes o resultados —más los primeros— o bien para zanjar controversias, y aun le da espacio a otros representantes de la sociedad civil que al subir al podio presidencial de cada mañana se suman de manera implícita a su causa.

La “mañanera” es pues un ejercicio cotidiano que sirve para avalar al poder. Más una exhibición que una radiografía, menos comparecencia que pasarela, acaso un plebiscito unilateral, pero a fin de cuentas extraordinariamente efectiva en la construcción cotidiana de su liderazgo y la ratificación de su peso hegemónico en la vida publica del país.

La “mañanera” del presidente es por lo tanto mucho más que una cita diaria con los medios de comunicación para dar cuenta del estado cotidiano de la nación, y mucho más que una conferencia de prensa.

La “mañanera” se ha convertido en el nuevo teatro de la república, en el nuevo parlamento mediático, un espacio escénico al que se le inyecta —según el día— mayor o menor dramatismo, y donde se verifica día tras día el peso contundente de este nuevo liderazgo presidencial construido con palabras. No la silla, sino el micrófono del águila.

Siendo pues la “mañanera” una herramienta de comunicación y propaganda tan efectiva, me he preguntado en los últimos días si los tres partidos nacionales que aun se ostentan como opositores, que fungen como oposición en los espacios del poder legislativo, que gobiernan algunos estados y ciudades importantes del país, y que ejercen millonarios presupuestos con recursos públicos, no podrían acaso diseñar e instrumentar una herramienta de comunicación que al menos intente contrarrestar el poderoso efecto de las conferencias mañaneras del presidente. Llamémosle a esta posibilidad: la “vespertina”.

PAN, PRI o PRD, en ese orden, de la mano de sus presidentes nacionales —que tendrían que ser como en toda democracia los voceros y líderes de la oposición— bien podrían ya haber advertido el poder y la influencia extraordinaria que tiene la estrategia de comunicación del presidente y tratar de contrarrestarla por vías equivalentes, una suerte de conferencia “sombra”, en la que día con día se le pase revista a las declaraciones, anuncios, argumentos y datos que ofrece el presidente en su cita diaria con los medios.

La “vespertina” aspiraría a convertirse en el otro lado de la moneda de la información que a diario ponen a circular el presidente y sus aliados. Un espacio que, si bien no tendría en un principio, ni remotamente, los mismo reflectores y el alcance de la mañanera presidencial, apelaría en todo caso a la pericia opositora  para  subirse con datos, argumentos y razones a la agenda informativa diaria, hoy bajo el control de Presidencia

Al menos los principales medios privados y públicos estarían obligados a atender esta convocatoria. Podría también ser el espacio en el que la muy disminuida oposición mexicana le dé voz a otros actores de la vida pública mexicana con algo que decir en los diversos temas de coyuntura.

“La mañanera” vs. “La vespertina”, como un nuevo modelo cotidiano de información para diversificar lo que hoy está concentrado en una sola voz y en un solo actor, con sus invitados. Quizá, pero eso ya es demasiado pedir, de un ejercicio cotidiano como la “vespertina” podrían surgir los nuevos liderazgos de los que hoy carece la oposición.