Opinión

Larga vida a los memes

Larga vida a los memes

Larga vida a los memes

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

No hay caricaturista político serio, es decir bueno, que no reconozca en el meme a una fuente de humor político que juega en canchas en las que habitualmente sólo rodaba el balón entre  moneros. Reconocimientos a ésta no tan nueva forma de humor gráfico los he escuchado de Calderón y El Fisgón, sólo por citar a dos caricaturistas que representan y viven la realidad de manera diferente y a veces diametralmente opuesta.

En la academia debe haber cientos, y quizá en el mundo miles, de trabajos de grado que aborden este tema. Pero que sean los caricaturistas quienes le permitan al meme jugar, y a veces acaparar los estadios donde se solaza el humor gráfico, es el mejor reconocimiento que pueden tener los anónimos autores de esta forma de expresión, cuyo vehículo son las cambiantes y todavía incontrolables redes sociales.

Ayer, por ejemplo, llamó mi atención el encabezado que con ligeros matices consignaba en casi todos los medios nacionales, el adeudo de Diego Fernández de Cevallos por concepto de predial de una de sus propiedades pagadas con el “sudor” de la frente. Junto a un título, casi idéntico: “Debe Fernández de Cevallos 984 millones de pesos en predial” aparecía al lado de cada nota una fotografía provocadora del político en cuestión. Supongo que sin proponérselo, los editores de la secciones nacionales buscaban la fotografía menos agraciada del panista para acompañar esa noticia que no tiene nada de extraño en el prianismo de doble moral. Creo que fue El Heraldo el que reprodujo la más maliciosa: una toma cerrada a un personaje enojón y de malvibrosas ojeras.

La ociosidad del momento me llevó a buscar memes sobre el asunto y con lo primero que me tope fue en Twitter con una etiqueta que puso el dedo en la llaga: #DiegoPagaTuPredial. La velocidad de la redes generó un buen número de comentarios y memes que no perdonan, al menos no con la misma facilidad con la que un juez corrupto le perdonó a Fox sus adeudos con el SAT.

Los memes son mutantes, su autoría se pierde entre las múltiples veces que se comparten y rehacen, no respetan derechos de autor aunque sí hay efectivos generadores de memes que diario fabrican más de uno atendiendo coyunturas específicas. Hay legiones de «prosumidores» de memes que los propagamos, los reinventamos, y, a veces, hasta sacamos uno que otro de nuestro teléfono a ese enorme mercado que tiene personajes favoritos como Vicente Fox o Felipe Calderón, recreados una y otra vez en contextos esquizofrénicos el primero, y dipsómanos el segundo. Hay memes muy refinados y otros burdos, con faltas de ortografía, pero, si da en el blanco, no hay tilde omitida que lo eche a perder.

Existen recopilaciones de memes en torno a las barbaridades del momento que se viralizan en YouTube. También hay memes clásicos que salen a relucir con alguna regularidad. Por ejemplo, los cuerpos de rata con la cara de algún cliente favorito. Marko Cortes, Xóchitl Gálvez, son algunos personajes que se ponen de a pechito para que el ingenio popular los siga evidenciado en la enorme contradicción que representa defender desde sus posiciones los más nefastos intereses como la evasión fiscal.

Confieso que disfruto los memes. Soy “fan destacado”, o lo que eso quiera decir, de varios grupos memegráficos especializados en sociología, arte, historia, filosofía y descubro en ellos joyas que me arrancan la carcajada. También tengo amigos que saben crear y gestionar memes desde cuentas particulares a las que me asomo con asiduidad para reírme y compartir desde mis propias redes la ironía de sus posibles creadores, porque, finalmente, el meme es de quien lo comparte.

Aunque por lo regular los memes noquean a primera vista, hay memes que requieren cierto grado de refinamiento para descifrarse, pero después de hacerlo, la descarga de adrenalina que produce el humor encerrado es gratificante.

También hay memes generacionales indescifrables para mí pese a que muchos de ellos cosechan un buen número de likes. Mi consuelo, acaso ingenuo, es que hay otros que no entienden las generaciones más jóvenes.

Aunque es difícil encasillar al meme en las cárceles de lo políticamente correcto, es posible advertir que el meme racista, sexista o misógino se va lentamente confinando a grupos o cofradías minoritarios. El meme más popular es político por naturaleza; es la expresión popular y directa de la conciencia colectiva que ha encontrado en esa expresión estática o animada, la manera de propinarle certeros ganchos al hígado a la estupidez del poder.