Opinión

Las ansias de expropiar

Las ansias de expropiar

Las ansias de expropiar

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

No hay manera de verle el lado bueno a la iniciativa de contrarreforma energética, enviada por el Ejecutivo, centrada en la Ley Eléctrica.

Es una propuesta teñida de nostalgia por el pasado, que no toma en cuenta la evolución y los cambios en la industria, tanto en la producción como en el consumo. Regresar a los años setenta cuando se fueron hace medio siglo.

De entrada, redefine el concepto de competencia. Y señala que, para protegerla, hay que crear un actor preponderante, la Comisión Federal de Electricidad, ya de nuevo paraestatal. A la CFE le tocaría, por ley, tener más de la mitad del mercado. Al resto, simplemente lo controlaría.

También propone eliminar los reguladores, porque son estorbosos. Precisamente la regulación a las grandes empresas es el mecanismo para evitar abusos y proteger a los consumidores. Con las manos libres, la empresa puede hacer lo que quiera en materia de precios, oferta, daños colaterales al medio ambiente, etcétera.

Supuestamente, así se podrá controlar el costo de la energía. El problema es que, con el nivel de endeudamiento de las empresas energéticas públicas, eso resulta más que difícil. Para lograrlo, habría que hacer malabares presupuestales. Ergo, más recortes. Llega el momento en que no se pueden hacer y el precio sale de control.

Tiene la pretensión de ser retroactiva. Propone que los permisos de generación eléctrica ya otorgados se cancelen, así como los contratos de compraventa de electricidad con el sector privado. En ese sentido, bien lo apuntó el secretario de Gobernación, es “parcialmente expropiatoria”.

No sólo eso. También prevé la desaparición del autoabastecimiento, que puede ir desde páneles solares instalados en una casa hasta centrales generadoras de carácter industrial.

Al darle superpoderes a la CFE, la convierte en la cabeza de facto del sector energético, y ella es la que decide, discrecionalmente, qué inversión es válida y cuál no. Es una espada de Damocles para todos los inversionistas, pequeños y grandes, y quien la blande es nada menos que Manuel Bartlett.

Con sus niveles actuales de inversión y capitalización, es poco probable que la CFE pueda por sí sola generar toda la electricidad a la que aspira la ley (es por eso que todavía no le da el 100 por ciento del mercado, no nos hagamos). Lo que sí es muy probable es que, al aumentar la demanda de electricidad hacia la empresa (porque quienes generaban o compraban fuera ya no pueden hacerlo) los efectos de la ley serán contraproducentes: le generarán a la CFE el problema de generar una energía que no puede generar (valga el juego de palabras). Esto, a su vez, obligará a meter más recursos fiscales a la paraestatal, si no se quiere una rutina de apagones, como los que se vivieron a finales de la década de los setenta.

En resumen, los efectos previsibles son: que el precio de la electricidad suba para los usuarios, tanto domésticos como industriales; que las finanzas públicas reciban una presión adicional, que baje la inversión privada -no sólo en el sector, por el efecto de la desconfianza- y, a final de cuentas, que la economía y el empleo crezcan todavía más despacio. Adicionalmente, viendo el gusto de la CFE por el caro combustóleo, un problema mayúsculo en cuestión medioambiental.

La idea detrás de la iniciativa es devolverle la “soberanía energética” al Estado mexicano, pero entendida como control absoluto en manos de los gobernantes, es decir, del grupo político en el poder. La misma soberanía se puede ejercer, y se ejerce ya, mediante los mecanismos de control existentes.

Como se trata de una propuesta de reforma constitucional, tiene que pasar por una mayoría calificada en el Congreso de la Unión y luego ser aprobada por la mayoría de las legislaturas locales. Y como su concepto personal de “soberanía energética” es una de las cosas que más importan al presidente López Obrador, es seguro que habrá presiones de todo tipo para que haga el recorrido completo.

La oposición ha expresado de antemano su rechazo a la iniciativa, la pregunta es si aguantará las presiones o presentará fracturas. De la respuesta depende el nivel de atraso en el que quedará el país al final de la presidencia de López Obrador.

También las cúpulas empresariales lo han hecho. El deterioro en el marco institucional -al volver ilegales inversiones que antes no lo eran-, la reducción de la transparencia y el regreso a la discrecionalidad, y la apuesta abierta en contra de las energías limpias y renovables, en donde hay inversionistas apuntados, son indicadores que pueden llevar a una menor inversión privada en general. Tal vez esto sea un efecto secundario deseado.

¿Escribí “apuesta abierta en contra de las energías limpias y renovables”? Lo es, y de manera clara. La iniciativa grita “Viva el combustóleo” en casi cada párrafo. Y curioso será ver a los legisladores del llamado Partido Verde Ecologista votar a favor de ese bodrio.

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@franciscobaezr