Opinión

Las mulitas de Corpus Christi

Las mulitas de Corpus Christi

Las mulitas de Corpus Christi

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El pasado jueves de Corpus Christi, y este mismo domingo, cientos de artesanos, principalmente del Estado de México, se vieron afectados por la pandemia de Covid-19 al no poder fabricar y vender las tradicionales mulitas propias de la fecha, tejidas con carrizo, paja y palma, y que, por lo general, ofrecen en los atrios o afueras de las iglesias.

Son los propios artesanos quienes mantienen viva esta tradición cuyo origen está perdido en la historia, sin embargo, tiene sus raíces en el milagro de San Antonio de Padua quien, portando el Santísimo en una custodia, testificó que una mula doblara sus patas delanteras para adorarlo, en contraposición de un caballero incrédulo que se negó a adorarlo con reverencia.

Otro factor que influyó en esta tradición, fue que para la Fiesta de Corpus acudían a la Catedral de México miles de campesinos de las ciudades y pueblos vecinos, con sus mulitas cargadas con huacales que contenían frutos y verduras, las primicias de la tierra que venían a ofrendar a la Iglesia. Esto posiblemente ocurrió en la segunda mitad del siglo XVI, cuando en varias haciendas ya se contaba con estos animales que fueron traídos de España y criados en México.

Como una buena intención, desde el 26 de junio de 1523, el rey, por conducto de Francisco de los Cobos, pidió a Hernán Cortés la aplicación de políticas para crear nuevas ciudades y salió a relucir la necesidad de criar caballos, burros y mulas, “...porque no habiendo allá bestias, como no las hay, será grandísimo el trabajo para los hombres llevárselos a cuestas que ni los de acá, ni los indios lo podrán sufrir.” Así se establecieron las primeras caballerizas en lo que hoy es El Rollo, en Morelos, dentro del antiguo marquesado de Oaxaca, donde aún existe un viejo torreón de vigilancia.

En la Quinta Carta de Relación de Cortés, del 3 de septiembre de 1526, escrita cuando el conquistador estaba por Tabasco, hizo un recuento de la gente que lo acompañaba y menciona que “entre todos había 150 caballos”, pero eran de guerra, no para el campo. Joseph de Acosta decía: “No faltan mulas y muchas, especialmente donde las recuas son de ellas, como en Tierra firme. De asnos no hay tanta copia ni tanto uso, y para trabajo es muy poco lo que se sirven de ellos.”

Otra de las costumbres de esta festividad consiste en vestir a los niños y niñas como indígenas y en esto posiblemente influya la imagen de San Juan Diego, arquetipo y símbolo de los indígenas cristianos de antaño. En las Informaciones Jurídicas de 1666, uno de los testigos interrogados señalaba que era frecuente decir: “Dios te haga santo como a Juan Diego”. No hay otra forma de explicar esta tradición, pues, ¿Por qué disfrazar a los niños como indígenas que han sufrido durante cinco siglos toda clase de injusticias, discriminación y que, a la larga, fueron reducidos a tamemes o cargadores o campesinos?

En Guanajuato, por ejemplo, bajo el sistema de castas, obligaron a los indios a usar sus trajes regionales para evitar confusiones raciales.