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Las revueltas populares impulsan a la nueva izquierda latinoamericana

Tendencia. Las protestas sociales que durante 2019 sacudieron a la región parecen tener otro efecto secundario: Que el progresismo haya recobrado fuerza, cristalizada en la histórica victoria de la primera mujer que gobernará Bogotá o en la llegada del neokirchnerismo al poder en Argentina

Tendencia. Las protestas sociales que durante 2019 sacudieron a la región parecen tener otro efecto secundario: Que el progresismo haya recobrado fuerza, cristalizada en la histórica victoria de la primera mujer que gobernará Bogotá o en la llegada del neokirchnerismo al poder en Argentina

Las revueltas populares impulsan a la nueva izquierda latinoamericana

Las revueltas populares impulsan a la nueva izquierda latinoamericana

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Puede que Sebastián Piñera haya logrado, por ahora, sobrevivir a las protestas en Chile, pero para lograr conservar el puesto, el presidente chileno necesitó acceder a iniciar un proceso consultivo que desembocará esta primavera en una nueva Constitución para el país, para dejar atrás la que redactó el dictador Augusto Pinochet.

Apenas a dos semanas de iniciarse las protestas, y después de mandar al ejército a reprimir a los manifestantes, Piñera contaba con apenas un 9 por ciento de popularidad, su récord negativo absoluto tras un año y medio de presidencia. Sin embargo, a finales de diciembre, pese a sus propuestas sociales y el proceso constitutivo, la última encuesta de la empresa Cadem le otorgaba un 11 por ciento de aprobación. El veredicto es claro: la sociedad no le compra el cambio.

Cuando Piñera ganó las elecciones de 2009, para su primer mandato, se convirtió en el primer presidente chileno de derecha elegido en las urnas desde 1958, y parece que los chilenos se arrepienten de haberle dado esta segunda oportunidad a la derecha. Porque la verdadera razón de la crisis social en el país no fue el aumento en el precio del boleto del Metro —que desató las protestas—, sino un sistema que si bien facilitó un crecimiento económico asombroso, arrolló a buena parte de la sociedad en el camino, con servicios básicos como la educación y el agua, privatizados. Para mal, un sistema único en el mundo.

HARTAZGO, DE PIÑERA A DUQUE. El contagio de las protestas chilenas en Colombia no se explica tanto geográficamente como políticamente. Aun siendo tres décadas menor que Piñera, el presidente colombiano, Iván Duque, también en el cargo desde mediados de 2018, representa la misma derecha reaccionaria, antisocial. En el caso colombiano, bajo la larga sombra del uribismo (por el derechista expresidente Álvaro Uribe) más recalcitrante.

El desinterés de Duque en aplicar los acuerdos de paz de 2016 con las FARC, así como la planeación de recortes sociales, llevaron no solo al estallido social, sino a que en las elecciones regionales de finales de octubre —un mes antes del inicio de las protestas en el país—, Colombia virara hacia la izquierda. Dos ejemplos: En Medellín, conservadora y gran feudo del uribismo, el joven progresista Daniel Quintero logró la alcaldía, y la capital, Bogotá, eligió a la primera alcaldesa de su historia, Claudia López, izquierdista, ecologista, paladín de la lucha anticorrupción y lesbiana.

Tampoco podemos olvidar que la primera de esta ola de protestas sucedió en febrero del año pasado en Ecuador, donde las manifestaciones también cobraron tintes izquierdistas, protestando contra la decisión de su presidente, Lenín Moreno, de eliminar subsidios a la gasolina. Un Moreno que se destapó como derechista pese a ser el delfín del izquierdista Rafael Correa.

LA LLEGADA DEL NEOKIRCHNERISMO. Pero si la izquierda parece estar resucitando en Chile y en Colombia, ya es un hecho que regresó a la vida en Argentina. Quizás una de las principales razones por las que los argentinos no llegaron a inundar las calles para protestar contra el derechista Mauricio Macri —cosa que él temió—, mientras sus vecinos chilenos hacían historia, es que el presidente ya se marchaba.

Las elecciones, celebradas en octubre, depararon un resultado que estaba cantado desde las primarias obligatorias de agosto, en las que Macri ya evidenció su debilidad. La inteligente fórmula de la expresidenta Cristina Fernández, presentándose como candidata a la vicepresidencia y cediendo el honor a Alberto Fernández, resultó exitosa, y en diciembre, la izquierda regresó a la Casa Rosada.

SOCIALISTAS, NO BOLIVARiANOS. Queda claro que Agentina enfrenta severos problemas económicos, y no está claro que la dupla de los Fernández logre resolverlos, pero también está claro que la apuesta neoliberal de Macri fue un fracaso rotundo y que, con el agua al cuello, los argentinos eligieron regresar al kirchnerismo. O mejor dicho, apostaron por la llegada de un neokirchnerismo, menos radical, ya no bolivariano, y progresista en lo social. Fernández ha declarado abiertamente que quiere legalizar el aborto, y presume de su hijo veinteañero gay que, también orgullosamente, es una conocida drag queen en el país.

De alguna manera, los hechos ocurridos en Bolivia, con el golpe de Estado sutil del Ejército contra Evo Morales ponen un asterisco al resurgimiento de la izquierda latinoamericana, pero a la vez ponen de relieve qué tipo de progresismo está triunfando en la región. Un progresismo más moderado, que busca huir de las comparaciones con los regímenes de Nicolás Maduro en Venezuela, de Daniel Ortega en Nicaragua, y de lo que en Bolivia empezaba a parecerse también a uno.

MÉXICO, EL INICIO. Antes del inicio de las revueltas —que por cierto, también sucedieron en Haití, aunque nadie lo recuerde—, incluso antes de que los argentinos se hartaron de Macri, México ya se estaba hartando de la derecha, en este caso del PRI, al que, como en Chile, habían dado una segunda oportunidad con la elección de Enrique Peña Nieto en 2012. Así, en julio de 2018, Andrés Manuel López Obrador, del progresista Morena, se hizo con un triunfo que por primera vez iba a llevar a un presidente izquierdista a Los Pinos. Luego no fue allí sino a Palacio Nacional, y quizás el gobierno resultante tampoco es tan izquierdista como se presumía, pero el cambio político en una de las superpotencias regionales marcó el camino que luego otros están siguiendo.