Opinión

Letras incómodas; fin de vacaciones

Letras incómodas; fin de vacaciones

Letras incómodas; fin de vacaciones

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En mis dispersas lecturas sobre el feminismo no podían faltar, obviamente, la señora Beauvoir, Kate Millett, Susan Sontag y Anaïs Nin. Esta última, la verdad, más por su tempestuosa vida y la libidinosa paginación de su célebre diario.

“Según Millett (A. Puleo), el patriarcado se rige por dos principios: el dominio del macho sobre la hembra y del macho adulto sobre el joven. Por lo demás, su diversidad es enorme, se adapta a diferentes sistemas económico-políticos (feudalismo, democracia occidental, socialismo real…) y es universal. Aunque suele recurrir a la fuerza (violaciones, exclusión, prohibición del aborto, prostitución, reclusión, velo, etc.), el patriarcado se apoya sobre todo en el consenso generado por la socialización de género”.

Obviamente esas ideas de esta mujer a quien el NYT llamó en su momento, una de las más grandes influencias culturales del siglo XX, se dispara absolutamente de esta idea de Anaïs:

“…ser violada es quizá una necesidad de la mujer, una necesidad erótica secreta”.

Pero en este sentido la lectura menos correcta en esta materia, durante estas vacaciones, fue en Don Quijote de la Mancha (XLV.II parte). Esto le sucedió a Sancho Panza. Llegó a pedir justicia una mujer.

— “¡Justicia, señor gobernador, justicia, y si no la hallo en la tierra, la iré a buscar al cielo! Señor gobernador de mi ánima, este mal hombre me ha cogido en la mitad dese campo, y se ha aprovechado de mi cuerpo como si fuera trapo mal lavado, y ¡desdichada de mí! me ha llevado lo que yo tenía guardado más de veinte y tres años ha, defendiéndolo de moros y cristianos, de naturales y extranjeros, y yo, siempre dura como un alcornoque, conservándome entera como la salamanquesa en el fuego, o como la lana entre las zarzas…

“…Y volviéndose al hombre, le dijo que qué decía y respondía a la querella de aquella mujer. El cual, todo turbado, respondió:

—“Señores, yo soy un pobre ganadero de ganado de cerda, y esta mañana salía deste lugar de vender, con perdón sea dicho, cuatro puercos, que me llevaron de alcabalas y socaliñas poco menos de lo que ellos valían: volvíame a mi aldea, topé en el camino a esta buena dueña, y el diablo, que todo lo añasca y todo lo cuece, hizo que yogásemos juntos; paguéle lo soficiente, y ella, mal contenta, asió de mí, y no me ha dejado hasta traerme a este puesto. Dice que la forcé, y miente, para el juramento que hago, o pienso hacer; y ésta es toda la verdad, sin faltar meaja…”

Después de varios alegatos, Sancho le ordena al hombre darle todo su caudal a la mujer. Una hucha con veinte ducados. El gobernador le dice entonces:

—“Buen hombre, id tras aquella mujer, y quitadle la bolsa, aunque no quiera, y volved aquí con ella…

“…Todos los presentes estaban suspensos, esperando el hombre y la mujer, más asidos y aferrados que la vez primera, ella la saya levantada y en el regazo puesta la bolsa, y el hombre pugnando por quitársela; mas no era posible, según la mujer la defendía, la cual daba voces diciendo:

—“¡Justicia de Dios y del mundo! Mire vuesa merced, señor gobernador, la poca vergüenza y el poco temor deste desalmado, que en mitad de poblado y en mitad de la calle me ha querido quitar la bolsa que vuesa merced mandó darme.

—Y ¿háosla quitado? —preguntó el gobernador.

—“¿Cómo quitar? —respondió la mujer—. Antes me dejara yo quitar la vida que me quiten la bolsa. ¡Bonita es la niña! ¡Otros gatos me han de echar a las barbas, que no éste desventurado y asqueroso! ¡Tenazas y martillos, mazos y escoplos no serán bastantes a sacármela de las uñas, ni aún garras de leones: antes el ánima de en mitad en mitad de las carnes!

—“Ella tiene razón —dijo el hombre—, y yo me doy por rendido y sin fuerzas, y confieso que las mías no son bastantes para quitársela, y déjola…

“”Entonces el gobernador dijo a la mujer:

—“Mostrad, honrada y valiente, esa bolsa.

“Ella se la dio luego, y el gobernador se la volvió al hombre, y dijo a la esforzada, y no forzada:

—“Hermana mía, si el mismo aliento y valor que habéis mostrado para defender esta bolsa le mostrárades, y aún la mitad menos, para defender vuestro cuerpo, las fuerzas de Hércules no os hicieran fuerza…”

Bueno, el siglo XVI…

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