Opinión

Linchamientos mediáticos

Linchamientos mediáticos

Linchamientos mediáticos

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Raros son estos tiempos felices

en los que se puede pensar lo que

se quiere, decir lo que se piensa

Cayo Cornelio Tácito

Debido a su accesibilidad y utilidad para compartir un poco de nuestra vida, difundir información y hasta vender productos, las redes sociales son un medio ideal para ejercer nuestra libertad de expresión. Ese campo fértil poco a poco se ha pervertido en un espacio para la confrontación, pero no de ideas o de argumentos, sino de división y de marcada clasificación entre distintos grupos o movimientos (fifís, chairos, feministas, pro vida, baby boomers, millenials, pumas, americanistas y un largo etcétera).

Este fin de semana, leí diversos comentarios en redes sobre la lamentable muerte de Fernanda Michua, a partir de donde se suscitó un encontronazo virtual entre quienes responsabilizan al ITAM y quienes no, pero este fenómeno se reproduce cotidianamente en cualquier tendencia en Twitter o en FB. Otro ejemplo es el de Genaro García Luna, un sentenciado caso de narcopolítica cuyo proceso en USA apenas empieza ¿soné contradictorio? ¡Así es! Mientras en Norteamérica el juicio apenas comienza, en México ya tenemos condena. No tengo que, pero aclaro que no conozco al Sr. García Luna, no me interesa conocerlo ni es mi intención defenderlo. ¿Qué decir de Karen Espíndola?, quien luego del ­desenlace que todos conocemos se convirtió en objeto de burlas y hasta amenazas por un hecho que, si bien es cierto se viralizó, también lo es que correspondía a la esfera de su vida estrictamente privada. 

En su Homo Videns, Sartori precisa que estar informado y saber son dos cosas distintas. Podemos estar enterados de acontecimientos y aun así no saber o tener conocimiento; sin embargo, actuamos como ciegos adoradores del dogma cuando el río suena…

A pesar de las evidentes diferencias ideológicas que existen y deben seguir existiendo, destaca un común denominador entre usuarios de redes sociales: la intolerancia, transformada en violencia, ataques, agresiones o, en el mejor de los casos, argumentos ad hominem que no hacen más que enardecer las emociones negativas de unos y otros.

Todos tenemos el legítimo e inexorable derecho de manifestar nuestras ideas y opiniones, sin temor a represalias, siempre que fueren respetuosas y responsables y eso significa que el otro puede igualmente defender sus puntos de vista. Qué curioso que luego de una larga lucha contra la censura y la opresión provenientes del poder público, ahora seamos nosotros mismos, los ciudadanos, quienes violemos en nuestro perjuicio esa libertad.

Si el linchamiento es la tumultuaria privación de la vida de una persona que se sospecha cometió un delito, en el mundo digital se traduce en una represión masiva por la simple expresión de ideas que asumimos son “compradas” o fruto de algún interés mezquino o corrupto; como si se tratara de tener un pensamiento universal único y de destruir a quien discrepa. Vencer sin convencer. Estos linchamientos virtuales también inician en medios informativos, desde donde se emiten juicios anticipados, sumarísimos y/o unilaterales que no respetan ninguna garantía procesal ni de defensa (si acaso el derecho de réplica) y aunque éstos sí suelen ser respetuosos, igual derrumban reputaciones, trayectorias, imágenes, familias en un santiamén y sin clemencia.

No soy militante de ningún partido, no profeso ninguna religión como se debe, me apasiona la palabra y el debate de ideas; de los temas que puedo opinar, opino; algunas expresiones y muchas cosas en nuestro país me dan rabia y aun así creo que el insulto es inútil. Podemos todos opinar de lo que nos plazca. Hagámoslo responsable y respetuosamente. Responsable para afrontar las consecuencias de lo que decimos y respetuosa para propiciar la supervivencia del derecho y del medio en que se produzca este siempre rico e inagotable ejercicio.

@capastranac

Profesor de la Facultad de Derecho, UNAM.