Opinión

Lo que ya no es necesario y lo que sí lo es

Lo que ya no es necesario y lo que sí lo es

Lo que ya no es necesario y lo que sí lo es

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La información científica que se va generando con el tiempo nos da elementos para generar o cambiar conductas ante la pandemia de COVID. Este es el principio de la ciencia. Los nuevos conocimientos hacen que abandonemos practicas innecesarias o dañinas y que adoptemos nuevas que sean de utilidad. Revisemos dos ejemplos, uno de una práctica que ya no es necesaria y otra en que los datos muestran que si lo es.

Al inicio de la pandemia se generó la información de que el contagio del SARS-CoV-2 podría obtenerse a través de tocar superficies en las que hubieran quedado virus. Por ejemplo, en las chapas de las puertas, productos comprados en supermercados e inclusive, que el virus podría venir en la suela de los zapatos. En consecuencia, vimos una respuesta intensa por parte de la población, en algunas ocasiones con comportamientos curiosos y poco entendibles. Se agotaron en los supermercados los insumos de limpieza en base a cloro. Las amas de casa se dieron a la tarea de desinfectar todos los productos obtenidos en el supermercado o recibidos por entregas a domicilio. Por alguna razón poco entendible en las primeras semanas de la pandemia se agotó en muchos lugares el papel higiénico. Se adquirieron en casas y comercios tapetes con agua para limpiar las suelas de los zapatos.

A un año de declarada la pandemia hemos aprendido que el contagio por tocar superficies contaminadas con el virus es prácticamente inexistente. El SARS-CoV-2 se contagia por aerosoles, por vía respiratoria. No hay evidencia de que enfermos se hayan contagiado por tocar superficies, lo cual hace que no sea necesario la extensiva higienización de diversos lugares. Los tapetes ya los podemos guardar. Cualquier acto que promueva la limpieza es bienvenido y quien quiera seguirlo haciendo está bien, pero es bueno saber también que no es necesaria como se había pensado y lo más importante, no creer que porque hicimos eso ya estamos protegidos.

Lo que ya se ha establecido es que el SARS-CoV-2 es un virus que claramente se transmite por aerosoles. Cuando alguien enfermo, portador del virus, tenga o no síntomas, respira, habla, tose o estornuda libera gotas de aerosol de diversos tamaños que contienen partículas virales. Mientras más grandes sean, más pesan y por tanto llegan al suelo con cierta rapidez, pero las pequeñas con muy poco peso pueden flotar en el ambiente por minutos y horas. Respirar el aire que contiene el virus es lo que nos hace contagiarnos. De ahí que las medidas más certeras para evitar la infección son utilizar mascarillas para evitar esparcir el virus, si uno es el portador y respirarlo si no lo es y no acudir a lugares cerrados, poco ventilados y en lo que haya muchas personas. Por el momento, debemos seguir socializando en grupos de pocas personas y en lugares al aire libre o, cuando menos, ampliamente ventilados.

El ejemplo contrario, de nueva información que promueve la implementación de una práctica que si es necesaria es la vacunación en quienes ya tuvieron COVID. Un estudio recientemente publicado en la revista Science el 25 de marzo (DOI: 10.1126/science.abg9175) muestra datos que argumentan a favor. Con el tiempo han surgido variantes del virus que contienen mutaciones que las hacen más transmisibles porque los cambios que tienen hacen al virus más afín por su receptor. Las más temidas son la variante Británica B.1.1.7, la Sudafricana B.1.351 y la Brasileña P.1. Las tres tienen las mutaciones N501Y y la D614G que son las que las hacen más afín al receptor y más transmisibles. Aunado a esto, cada una tiene una serie de mutaciones adicionales. La variante Sudafricana B1.351 es la más peligrosa, por lo que el estudio mencionado se concentró en dos variantes de este linaje.

Se analizaron 15 sujetos que tuvieron COVID y 13 que no lo han tenido y se les tomó muestra de sangre antes de que fueran vacunados con las vacunas de Pfizer o Moderna (las de RNA) y después entre 5 a 28 días después de la primera inmunización y 6 a 28 después de la segunda. Se midieron diversos anticuerpos y se determinó la capacidad del suero de cada uno para neutralizar al virus y sus variantes. La primera dosis de vacuna indujo fuerte respuesta inmunológica en los pacientes que ya habían tenido COVID y la segunda dosis ya no indujo una respuesta mayor. Estos datos sugieren que en quienes ya tuvieron COVID es probable que una sola dosis sea suficiente.

El dato más interesante del artículo es que muestra que doce de los 15 sujetos que tuvieron COVID tenían anticuerpos neutralizantes contra la cepa original del SARS-CoV-2 llamada Wuhan-Hu-1. Los tres negativos tuvieron COVID asintomático. Sin embargo, el mismo suero no fue capaz de neutralizar a la temida cepa B.1.351, que es apenas 0.7 % diferente a la Wuhan-Hu-1, ni al SARS-CoV-1 que es entre 25 y 50% diferente, dependiendo de la región analizada. En cambio, después de la primera dosis de inmunización con la vacuna de RNA, el suero de los mismos sujetos y el de quienes no habían tenido COVID fue capaz de neutralizar a dos versiones de la cepa B.1.351 e inclusive al SARS-CoV-1. Si bien con menor potencia, pero pudo neutralizarlos en forma significativa.

Estos datos muestran que las vacunas de RNA (que son las que se estudiaron) inducen una respuesta inmune que es capaz de conferir protección contra diversas cepas del virus, mientras que, al parecer la inmunidad inducida por la enfermedad, confiere protección solo contra la cepa con la cual se infectó el individuo. Por lo tanto, parece ser conveniente que quienes ya tuvieron COVID sean vacunados, al menos quizá con una sola dosis, pero que reciban la vacuna, para estar protegidos contra cepas que, si no hay llegado al país aún, no tardarán en hacerlo.

Dr. Gerardo Gamba

Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán e

Instituto de Investigaciones Biomédicas, UNAM.