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López Obrador: ”La democracia no fracasa”, una reflexión de José Fernández Santillán

A pesar de los altos índices de aceptación de los cuales goza el hombre nacido en Tepetitán, Macuspana, esa popularidad, esta vez, no se tradujo en apoyo efectivo en las urnas. Algo debe preocupar, y mucho, al tabasqueño y sus estrategas

López Obrador: ”La democracia no fracasa”, una reflexión de José Fernández Santillán

López Obrador: ”La democracia no fracasa”, una reflexión de José Fernández Santillán

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La consulta popular del domingo 1 de agosto, para enjuiciar a los expresidentes de México, no se puede calificar más que como un rotundo fracaso para Andrés Manuel López Obrador, su partido Morena y la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Simple y sencillamente, hicieron el ridículo.

Para que la consulta fuese vinculante, según lo dispone la Fracción VIII del artículo 35 constitucional, deberían de haber participado, por lo menos, el 40 por ciento de las personas registradas en el padrón electoral, vale decir, aproximadamente, 37 millones de personas. Pues bien, en esta consulta intervinieron cerca de 7 millones de personas. Eso representa, más o menos, una cuarta parte de los 30 millones de votantes que sufragaron a favor de López Obrador en 2018, y una tercera parte de quienes optaron por Morena y sus aliados, el pasado 6 de junio en las llamadas “elecciones intermedias”. Literalmente, como dice Sancho Panza en El Quijote, “quedaron en cueros.”

Dicho de otro modo: a pesar de los altos índices de aceptación de los cuales goza el hombre nacido en Tepetitán, Macuspana, esa popularidad, esta vez, no se tradujo en apoyo efectivo en las urnas. Algo debe preocupar, y mucho, al tabasqueño y sus estrategas.

Sin embargo, al presidente de la República, al día siguiente, lunes 2 de agosto, desde Puerto Vallarta, dijo sobre la consulta popular: “Fue un éxito, independientemente de los que decidieron votar, aun con todo lo confuso de la pregunta, pues la gente sí se dio cuenta de lo que se trataba porque, no sé porcentajes, pero la mayoría votó por el sí, el 89 por ciento por el sí. Por eso es importante, pero lo más importante es la práctica, el proceso, de mandar obedeciendo.” O sea, no importa que el 97 por ciento de los electores haya decidido desdeñar la consulta; lo relevante es que de esos pocos que se acercaron a las urnas, el 89 por ciento—pese a los cantinflesco de la pregunta—dijo sí al enjuiciamiento de los expresidentes. ¡Vaya manera de entender el éxito!

Pero la manera en que López Obrador—por muy inverosímil que parezca—tiene su explicación. En otro fragmento de su exposición dijo: “Es algo totalmente trascendente; es el inicio formal, legal de un proceso de participación ciudadana en el marco de la democracia participativa.” (el subrayado es mío). Para esto, AMLO echa mano del binomio democracia representativa-democracia directa. La democracia representativa, como él mismo explicó, es aquella mediante la cual elegimos diputados federales, senadores, gobernadores, diputados locales, presidentes municipales y alcaldes. A este tipo de democracia también se le conoce como democracia liberal o democracia constitucional. Incluye: la supremacía de la ley sobre el poder, en eso consiste en Estado de derecho (rule of law); la división y equilibrio de poderes; los derechos de libertad; los derechos políticos, y un sistema de partidos: En cambio la democracia directa, también conocida como democracia participativa, tiene como instrumentos el plebiscito, el referéndum y la consulta popular. Estas formas de democracia participativa están incluidas en nuestra Constitución.

¿Pueden convivir la democracia representativa y la democracia participativa? Sí pueden convivir. El problema es que las autocracias populistas tienden a preferir los mecanismos de la democracia participativa sobre los mecanismos de la democracia representativa. Su argumento es que se trata de una democracia más auténtica donde “el pueblo” decide sin necesidad de intermediarios. De esta forma, se establece un vínculo directo entre el líder y la masa. A esto hay que agregar que, en los dispositivos de la democracia directa quien obtiene la mayoría se lleva todo; no hay lugar para las minorías. Por eso es que Gladio Gemma dice del plebiscito: “como todos los artefactos de este tipo, pueden ser empleados instrumentalmente por corrientes autoritarias o totalitarias para legitimar su poder autocrático.” (N. Bobbio, N. Matteucci, G. Pasquino, Dizionario di Politica, Torino, UTET, p. 788).

Lo que ha ido sucediendo con el avance de las autocracias populistas es que la democracia constitucional ha sido prácticamente aniquilada o vaciada de contenido: el poder del líder está por encima de la ley; desaparece la división y equilibrio de poderes para dar paso a la supremacía del autócrata; el sistema de partidos se disuelve; no hay elecciones libres y competidas, los derechos humanos se violados cotidianamente. Eso es lo que ha pasado en las autocracias populistas de Venezuela y Nicaragua, por no hablar de Cuba que es un país totalitario.

A ese tipo de democracia participativa se refiere López Obrador cuando afirma: “La democracia no fracasa, la democracia es el mejor sistema de gobierno y el mejor sistema de vida.”

Es más, López Obrador se refirió al siguiente ejercicio de democracia participativa que se llevará a cabo en México: el revocatorio de marzo de 2022 en el que “el pueblo” decidirá si el tabasqueño continúa o no en el cargo de presidente de la República. Nada más que falta un pequeño detalle, como bien lo apuntó el Consejero Presidente del INE, Lorenzo Córdova, en una entrevista radiofónica (103.3 F,M.) con Joaquín López Dóriga, el lunes 2 de agosto: aún no hay ley reglamentaria para llevar a cabo ese ejercicio de plebiscito revocatorio.

Y aquí en México, mientras haya Estado de derecho las cosas se tienen que hacer con base en la norma jurídica. Nada de saltarse olímpicamente la ley.

Aprovechando la ocasión, hago un vaticinio: en nuestro país, la autocracia populista fracasará.