Opinión

López Obrador y la sociedad civil

López Obrador y la sociedad civil

López Obrador y la sociedad civil

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La creación de la sociedad civil pertenece al mundo moderno.

Hegel

El jueves 14 de febrero, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció en su conferencia mañanera que se dejará de otorgar recursos a las organizaciones civiles. Lo dijo así: “Es parejo, no se le va a dar dinero a ninguna organización que hacía funciones de gobierno, ni a organizaciones sociales, ni a organizaciones de la sociedad civil, ni a organizaciones de investigación, porque se les transferirían recursos a muchas organizaciones…no se les va a entregar dinero a estas organizaciones; va directo a los beneficiarios.” (Ciudadanía Express, 15/02/2019).

Se trata de una doble estrategia: por un lado, López Obrador rechaza que haya “intermediarios” entre él y el pueblo: quiere que la gente vea que el “padre benefactor” los atiende personalmente; por otro lado, las organizaciones civiles, desde su nacimiento, han servido como contrapeso frente al poder público. AMLO piensa deshacerse de ese contrapeso.

El tabasqueño está siguiendo a pie juntillas “el manual del populismo”: está desmontando las instituciones y organizaciones que sostienen a la democracia liberal.

Como hemos visto, se ha lanzado, abiertamente, contra la división de poderes queriendo doblegar a a los otros dos poderes de la Unión, el Legislativo y el Judicial.

Por cierto, el padre de esa división y equilibro de poderes es Montesquieu (1689-1755), quien en su obra El espíritu de las leyes (1748) sentó las bases del gobierno moderado en contraposición al despotismo. A este autor francés le preocupaba que el poder político se concentrara en las manos de un solo individuo. Eso daba pie al abuso.

Pero hay una aportación de Montesquieu que es menos conocida. Se trata de la teoría de las asociaciones intermedias, a la que hoy llamaríamos, la teoría de la sociedad civil: la presencia de cuerpos intermedios entre el individuo y el Estado es necesaria para garantizar la existencia de gobiernos sujetos a control; evitar que personas ambiciosas y sin escrúpulos se hagan del mando.

México no es la excepción en lo que se refiere al asedio al cual está sometida hoy la sociedad civil. Otros países en los que se ha implantado el populismo, han registrado ataques contra esas agrupaciones.

Uno de los ejemplos más conspicuos es Rusia, lugar en el que, bajo el mando de Vladimir Putin, se han cancelado los derechos civiles, vale decir, las libertades de pensamiento, expresión, reunión y asociación.

A las ONG se les acusa de ser agentes de poderes extranjeros. Así lo ha documentado Saskia Brechnmacher (Civil Society Under Assault—Represion and Responses in Russia, Egypt and Ethiopia, Washington D.C. Carnegie, 2017).

Otro caso digno de ser mencionado es el de Hungría bajo el régimen populista de Viktor Orban y su partido Fidesz. Orban afirmó que el sistema de gobierno en su país es una democracia no-liberal.

En Hungría se persigue a los disidentes, se ha cancelado la libertad de prensa, se ha coartado la independencia del Poder Judicial, se sustituyó el servicio civil de carrera por el amiguismo. Pero, sobre todo, el dictador ha echado a andar una verdadera y propia cacería de brujas contra las organizaciones de la sociedad civil.

En ese país se presenta un fenómeno muy curioso: Viktor Orban tiene una especial aversión contra el magnate y filántropo George Soros, quien nació en Hungría. Pues bien, uno de los campos en los que ha actuado Soros es en el financiamiento a las ONG en todo el mundo.

El asunto es que el parlamento húngaro, dominado por Fidesz, aprobó, el 20 de junio de 2018, una ley conocida como “Frenar a Soros” porque hay organizaciones civiles húngaras dedicadas a la ayuda a refugiados provenientes, sobre todo, del Medio Oriente, contra quienes Orban ha canalizado su furia racista; ha puesto en marcha una escalada xenofóbica que la Unión Europea ha desaprobado. Es obvio que no todas las ONG húngaras están financiadas por Soros.

Por último, pero no menos importante, podemos mencionar a Polonia, nación también dominada por un populista, Jaroslaw Kaczynski, y su partido Ley y Justicia. Vale la pena recordar, al respecto, a Piotr Szczesny, científico que en un acto de heroísmo se prendió fuego, el 19 de octubre de 2017 (murió diez días después) en la plaza de la estación de trenes Ocheta, en Varsovia. Dejó un mensaje: “Despierta. Aún no es demasiado tarde”. Se refería a la necesidad de enfrentar al sistema populista imperante que ha cancelado los derechos conquistados luego de la liberación de 1989 frente al régimen soviético.

En Polonia son especialmente fuertes las agrupaciones feministas. Las mujeres tuvieron que organizarse para echar atrás iniciativas de ley misóginas. Esas mujeres organizaron una huelga nacional que logró evitar la prohibición total del aborto en octubre de 2016.

Convengamos, pues, en que la aversión a las organizaciones de la sociedad civil no es privativa de AMLO; es una tendencia global instrumentada por los regímenes populistas. El pluralismo social es incómodo para quienes sienten repulsión por la democracia liberal. Debemos despertar: el propósito de AMLO es desmontar nuestra democracia constitucional e implantar una autocracia populista.

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