Opinión

Los libros no deben morir

Los libros no deben morir

Los libros no deben morir

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
—¿Cuál es el mayor miedo deun gobernante autoritario?—Un libro.

Alrededor del mundo, muchos regímenes autoritarios han declarado la guerra en contra de su enemigo más antiguo: la palabra escrita. Después de la Guerra Fría, la sabiduría popular indicaba que los libros impresos estaban sentenciados a desaparecer, bajo la inminencia de la nueva era digital. En su lugar, el internet se convertiría en la verdadera amenaza para los gobiernos que buscan reprimir el pensamiento provocador.

Sin embargo, una generación después, las supuestas limitantes de los libros impresos comienzan a revelarse como eternas fortalezas: con la posibilidad de las autoridades para vigilar la actividad de los usuarios en línea, la lectura digital lleva consigo grandes riesgos.

Por otro lado, un libro físico ofrece privacidad: no se puede monitorear qué estás leyendo, no se puede rastrear las palabras que subrayas, no se puede escanear tu rostro en secreto a través de una cámara, tampoco se puede saber si lo estás compartiendo, ni con quién.

Los libros nos hacen más empáticos, pero también más escépticos y rebeldes. De ahí la lógica para que los Estados totalitarios hayan hecho de su destrucción, una prioridad tan visible.

En China, en el 2017, el Partido Comunista tomó formalmente el control de todos los medios impresos. Y no están solos, desde Brasil hasta Hungría, pasando por Egipto, donde quiera que haya un régimen autoritario, toda literatura que expresa algún tipo de oposición política, está bajo amenaza.

En marzo de este año, Rusia dio a conocer una nueva legislación para castigar con cárcel a aquellos que expresen “una clara falta de respeto” por el Estado. Hace un mes, el ministro de educación de Turquía, anunció orgullosamente que más de 300 mil libros habían sido retirados de las bibliotecas y escuelas para ser destruidos.

En el lado extremo de la balanza, el Estado Islámico (ISIS), conmocionó al mundo en el 2015, cuando quemó más de 100 mil libros y manuscritos antiguos que se encontraban en la Biblioteca Central de la Universidad de Mosul, algunos de ellos con un milenio de antigüedad.

En la novela distópica (1984, Fahrenheit 451), el mundo digital es ubicuo: está presente a un mismo tiempo en todas partes. La fantasmal ausencia de libros, y del pensamiento libre que ellos siembran, es la pesadilla. Para una gran parte del mundo, ése terrible destino no es tan lejano.

Mientras eso ocurre, atrevámonos a leer un libro.

*Coordinador del Grupo Parlamentario del PRD en el Congreso de la Ciudad de México@jorgegavino