Opinión

Los monolitos, el presidente, el tapabocas y la vacunación

Los monolitos, el presidente, el tapabocas y la vacunación

Los monolitos, el presidente, el tapabocas y la vacunación

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La vida es un tránsito muy raro. Hay circunstancias que nos dejan perplejos. Creíamos que la vida era como antes de la pandemia, que nada la podía cambiar sustancialmente. Ahora resulta que muchísimas asuntos cotidianos han mudado o, más bien se han detenido: no nos podemos abrazar, no podemos participar en reuniones, cambiamos el aula física por la virtual, las economías de todo el mundo sufren un duro golpeteo, muchos mueren de la Covid, tenemos miedo de los otros. Muchísima gente se quedó sin empleo, los cines y los teatros se cerraron, salimos a la calle embozados (por cierto, según el doctor Anthony Fauci ahora, frente a las nuevas cepas del SARS-Cov-2, usar doble cubrebocas es lo pertinente. Y no cualquiera, KN95 y encima otro, acaso de tela, pero no tela común sino preparada para impedir la entrada de microbios y virus).

Las recomendaciones del doctor Fauci repican en diarios estadounidenses y en diarios mexicanos por igual. Nuestro presidente, sin embargo, después de haber padecido la Covid 19, dice que no llevará tapabocas, que él ya no es contagioso y que no es obligación portarlo. “Prohibido prohibir” expuso en su Mañanera del lunes, aludiendo a la vieja consigna del mayo francés de 1968. ¡Dioses y diosas (no soy muy incluyente en términos lingüísticos, pero sí me declaro politeísta), muchas veces es necesaria la coerción! No abundaré en esto, porque, entre otros periodistas y escritores, Lupita Loaeza publicó anteayer en el Reforma una graciosísima y desesperada súplica pidiéndole al primer magistrado de la nación que se pusiera la mascarilla.

Todo en esta dimensión que habitamos es muy extraño, insisto, en noviembre del 2020 después de que apareciera un monolito de metal en el desierto de Utah, en medio de la nada, junto a enormes piedras coloradas, muchos supusieron que era una señal extraterrestre. El objeto fue descubierto desde un helicóptero por un grupo de protectores de la vida silvestre. El monolito nos llevó a pensar en el obelisco que el director Stanley Kubrick presenta en 2001, Odisea del espacio (1968), famosa y estupenda película de ciencia ficción, y que es una referencia a una vida extraterrestre más avanzada que la nuestra. Ojalá exista una comunidad extraterrestre de ese tipo, porque los terrícolas dejamos mucho que desear. Somos brutalmente conflictivos. Y Justamente por eso, para que arriesgados exploradores no se aventuraran hasta la remota área del sureste de Utah en busca del peculiar monolito , se sabe que el Departamento de Seguridad del estado mandó quitarlo. Y punto. Hubo una divertida advertencia, especificando que, dado que el sitio era propiedad estatal, ninguna cosa puede ponerse ahí, “ya sea de origen artístico o extraterrestre”. Y es que se piensa que, a lo mejor, el obelisco era obra de un artista de Nuevo México, John McCracken, que deseaba dejar en lugares nada ordinarios sus esculturas. Como murió en 2011 imposible corroborar esa información. Pero luego aparecieron otros obeliscos similares, en California y en Rumania, mismos que desaparecieron. El último se encontró el viernes pasado, 5 de febrero de 2021, en Turquía, en un área rural. Lo custodiaron de inmediato guardias armados. A diferencia de sus predecesores, este obelisco vino con una inscripción en alfabeto Gokturk, turco antiguo, que dice: “Miren al cielo, vean la luna” . Pero a pesar de la vigilancia de los guardias, el misterioso monolito se esfumó. ¿Cómo? Lo ignoro. Tampoco sé porque el presidente López Obrador se niega a usar tapabocas.

No deja de ser inquietante la aparición de los monolitos a la Kubrick, justo en estos difíciles momentos de pandemia. Deberían haber surgido en México, donde a pesar de los contagios y la mortandad por la Covid-19, el presidente se siente optimista en cuanto a nuestra situación económica y de salud. Peregrina afirmación la de ayer, mientras inauguraba las nuevas pistas de la Base Militar Aérea de Santa Lucía: “Estamos sacando al país adelante con las Fuerzas Armadas”.

Algo que me intriga es si el 24 de enero, cuando el presidente viajaba en vuelo comercial a la Ciudad de México, después de una gira por Monterrey y San Luis Potosí, contagió a algunos de los pasajeros más cercanos a su asiento. En ese trayecto sí portaba tapabocas y también sabía que se encontraba enfermo. ¿No le transmitió la Covid a nadie? Just for the record :¿qué tan protegido puede estar uno con cubrebocas y careta en un vuelo corto comercial?

Los israelíes, que orquestaron un programa de vacunación muy efectivo calculan que se llevará siete años vacunar a la mayoría de los terrícolas. En México, entre que Pfizer se retrasó y todavía no mandan la vacuna rusa Sputnik V, vamos demorados. El secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, anunció que desde la India nos llegaría un envío de la vacuna Astra Zéneca. Entiendo muy bien los percances, el embrollo de producir vacunas masivamente, pero aún no me queda claro qué se hará en nuestro país, cuándo se reanudará la vacunación, ¿por qué se vacunó a los maestros de Campeche, si para los niños no hay vacunas todavía? ¿Por qué no se vacunó al primer mandatario? ¿Por qué sí vacunaron a los “servidores de la nación” cuya actuación tan importante no entendemos? ¿Qué le representará el tapabocas al presidente? Les digo que todo es muy raro.

Además, ante las nuevas variantes de este nuevo coronavirus algunas de las vacunas producidas pierden capacidad. Nada es fácil hoy. Por lo pronto “volvamos los ojos al cielo y veamos a la luna”. En una de ésas…