Apenas han tenido la oportunidad de saber lo que significa vivir, cuando la muerte ya les ronda cada día por enfermedades cuyas palabras no deberían formar parte del vocabulario de un menor: linfomas de Hodgkin y no Hodgkin, leucemias mieloides, aplasia medular…. Son niños que esperan un trasplante de médula ósea para salvar sus vidas, pero que están muriendo —cuatro en un mes— porque el gobierno no tiene dinero para hospitales (aunque sí para comprar ametralladoras). Maduro culpa a EU por las sanciones, pero los médicos recuerdan que la grave crisis sanitaria comenzó mucho antes.

Mientras tanto, las madres de los niños enfermos, luchadoras incansables, buscan el milagro en un país donde se hace difícil conseguir un antibiótico. Hay casos doblemente sangrantes, como el de Edenny, una joven con anemia severa causada por una hepatitis C, que contrajo por una donación de sangre a la que no se le aplicaron protocolos de serología pertinentes, porque en Venezuela no hay los reactivos necesarios para realizar estudios clínicos.